Cultura

Virginia Woolf, mecenas de Picasso

  • La National Portrait Gallery de Londres desvela la intensa relación de la escritora con el arte, la moda y la sociedad de su tiempo en una muestra que recorre la evolución de su imagen pública.

Celebrada como una de las más importantes escritoras del siglo XX, Virginia Woolf fue también editora, activista política, mecenas de pintores, tertuliana, aficionada a los jardines botánicos, modelo de la revista Vogue y una incondicional de su ciudad, Londres, a la que convirtió en la capital del modernismo literario. Son sólo algunas de las facetas de una poliédrica personalidad a menudo opacada, según opina su biógrafa Frances Spalding, por la condición de enferma mental de la autora de Orlando. "Es cierto que padeció severas depresiones desde los 13 años pero también lo es que, hacia el final de su vida, sufrió como muchos otros británicos el clima emocional de la guerra y el terror a los ataques aéreos. Su propia vivienda de Bloomsbury, donde había escrito muchas de sus novelas, fue bombardeada en octubre de 1940", glosa la también comisaria de la exposición Virginia Woolf: Arte, vida y visión que, hasta el 26 de octubre en la National Portrait Gallery de Londres, explora por primera vez la vida y logros artísticos de la escritora a través de cuadros, fotografías, libros y dibujos así como material de archivo rara vez expuesto al público, como la carta que dejó a su hermana Vanessa Bell, a la que estaba muy unida, antes de suicidarse en 1941.

La belleza juvenil de Virginia en el célebre retrato del fotógrafo comercial G.C. Beresford y los retratos que le pintaron sus contemporáneos del grupo de Bloomsbury -Duncan Grant, Roger Fry y la propia Vanessa- son algunas joyas del itinerario expositivo junto con sus posados para Man Ray y Gisèle Freund o las imágenes rescatadas de su círculo más íntimo: familiares, amistades y colegas literarios.

El recorrido arranca precisamente con una fotografía de esa casa del 52 de Tavistock Square completamente destruida y entre cuyos muros desnudos se advierten aún los restos de la decoración pictórica que la escritora había encargado a su hermana Vanessa y a Duncan Grant para el salón de la tercera planta. Ante esos motivos modernistas, siempre rodeada de libros, posó para Beck y MacGregor -de la edición británica de la revista Vogue- y también para la alemana Gisèle Freund en la que sería su última sesión para un fotógrafo profesional. Freund, a quien James Joyce sugirió que viajara a Londres para ampliar su galería de escritores, llevaba cartas de recomendación de la mismísima Peggy Guggenheim pero Virginia rechazó inicialmente la propuesta, que consideraba fastidiosa. La mediación de la argentina Victoria Ocampo, fundadora y editora de la revista Sur, propició uno de los mejores retratos psicológicos de esta autora, descendiente de la pionera Julia Margaret Cameron, a cuyas fotografías pictorialistas había dedicado un libro en su editorial Hogarth Press con textos propios y de Roger Fry que mostró orgullosa a Freund.

La fotografía y el arte rodearon desde su infancia en el hogar familiar de Kensington a Adeline Virginia Stephen, nacida en Londres en 1882 y tercera hija de Leslie y Julia Stephen, él un reconocido autor, crítico literario y el primer editor del Diccionario de Biografías Nacionales. A pesar de su crianza en una saga de la aristocracia intelectual, ella se empeñaría en superar ese ambiente victoriano con una escritura creativa y crítica que incorporara a las letras inglesas el ímpetu y las audacias formales del arte vanguardista. Un afán del que comenzó a tomar conciencia en 1904, cuando, al contemplar la magna exposición que la Royal Academy of Arts dedicó al pintor Watts, gran amigo de su familia, constató con desánimo cómo había decaído el aprecio por sus trabajos alegóricos.

Ese mismo año los hermanos Stephen se mudaron a Bloomsbury. El padre acababa de morir y la madre había fallecido dos años antes, momento en que Virginia sufrió la primera de sus crisis nerviosas. En el 46 de Gordon Square, adonde su hermano Tobby invitaba a sus compañeros de Cambridge, Vanessa y Virginia se convirtieron en figuras centrales de unas tertulias semanales que dieron origen en 1905, como se sabe, al grupo de Bloomsbury. Este colectivo de escritores, artistas e intelectuales, que incluyó figuras tan prominentes como John Maynard Keyners o Lytton Strachey, acabó tomando conciencia de sí mismo por dos motivos: la muerte de Tobby a consecuencia de la malaria que contrajo en un viaje a Grecia, que estrechó el vínculo entre sus miembros, y la llegada en 1907 del pintor, crítico de arte y comisario de exposiciones Roger Fry, que introdujo las vanguardias en Inglaterra y publicitó a este círculo como la quintaesencia del modernismo británico.

Su influencia, muy apreciable en los lienzos Tres mujeres y La conversación de Vanessa Bell, fue especialmente notable en Virginia, que intentaría llevar a su literatura las audacias formales de la pintura de Matisse y Cézzane, demoliendo las convenciones sobre la estructura y el guión hasta desarrollar el monólogo interior y su técnica del flujo de conciencia. Ese estilo alienta sus novelas más célebres, como La habitación de Jacob (1922), La señora Dalloway (1925), Al faro (1927, inspirada en sus padres y con una pintora como protagonista y álter ego de la escritora) y la más experimental Las olas (1931).

Al grupo de Bloomsbury perteneció también el diplomático Leonard Woolf, con quien Virginia se casaría en 1912 -tras haber aceptado una petición de matrimonio de su amigo y notorio homosexual Lytton Strachey, quien al día siguiente se retractó- y fundó su célebre editorial Hogarth Press en 1917. La labor de este sello ocupa una amplia sección en la muestra, donde se pueden admirar primeras ediciones de Poemas de T. S. Eliot, Preludio de Katherine Mansfield -cuya amistad estuvo siempre emponzoñada por los celos literarios y las medias verdades hasta la prematura muerte por tuberculosis de la neozelandesa- o Kew Gardens, de la propia Virginia, trabajos de los que inicialmente se editaron 300 copias que se vendían por suscripción. 460 copias tuvo La tierra baldía de Eliot, uno de los grandes hitos de un negocio artesanal que rechazó editar el Ulises de Joyce, que irritaba y maravillaba a Virginia a partes iguales, alegando que era demasiado pequeño para abordar una obra tan voluminosa. Hogarth Press creció en el período de entreguerras hasta convertirse en una empresa mayor que llegó a encargar las impresiones a editores comerciales y fue líder en ensayos y panfletos políticos, antiimperialistas y democráticos gracias al interés de Leonard en las relaciones internacionales.

A comienzos de los años 20 Virginia, harta del campo, donde la editorial ubicó su sede, decidió regresar a Londres, cerca de los teatros, librerías y editoriales que amaba, y momento en el que escribirá sus impresiones de la ciudad en sus inolvidables paseos urbanos. En esos años despierta en ella también el interés por la moda, a lo que contribuyó la amistad de Vita Sackville-West, elegante escritora aristocrática que en su primera impresión juzgó que Virginia vestía de un modo atroz. Ambas mantendrían una breve relación amorosa y Vita inspiró el personaje principal de Orlando, que vive eternamente cambiando de sexo y género según transcurren los siglos. La novela, considerada la más accesible de las suyas, se publicó en Hogarth Press en 1928. Antes, en 1925 y 26, Virginia posaba para Maurice Beck y Helen Macgregor, de Vogue, asesorada por la editora de moda Madge Garland, que la animó a lucir prendas contemporáneas en la primera sesión y un vestido que perteneció a su madre en la segunda.

En esos años 20 la autora compuso la mayoría de las obras sobre las que reposa su prestigio, donde su mirada nunca es ajena a las desventajas de la condición femenina, asunto que inspiró su más influyente ensayo, Una habitación propia. Aquí introdujo cuestiones que de un modo más radical volvería a abordar en Tres guineas.

En los años 30 la política ocupa el lugar de la renovación estética modernista como centro de sus intereses. A ello contribuyó la participación de su sobrino Julian Bell en la Guerra Civil española. El hijo de Vanessa argumentaba que, ante el fascismo, no se podía permanecer pasivo. Para apoyar su causa, Virginia se convirtió incluso en mecenas de Picasso y su nombre aparece, entre otros patronos, en el catálogo que las New Burlington Galleries editaron en 1938 con motivo de la llegada a Londres del Guernica y de 67 estudios para la obra. Junto a ese catálogo puede verse aquí un dibujo de Picasso, Mujer llorando, que el malagueño creó para su subasta en una campaña de captación de fondos para los refugiados españoles celebrada en el Royal Albert Hall, que contó con Virginia y Leonard sentados en la tribuna.

La reflexión urgente y amarga sobre cómo evitar las guerras tomó cuerpo en Tres guineas y subyace en su última novela, Entre actos, una lírica aproximación a la Inglaterra rural de 1939 donde se oyen mugidos de vacas y el paso de los aviones, premonición de la contienda que se avecina. Virginia la consideró demasiado fragmentaria -Leonard, en cambio, la defendería como su obra maestra- y pidió que no se publicara, lo que sólo se hizo póstumamente. La muerte de su sobrino en España, el avance alemán, la destrucción de su hogar, la conciencia de los campos de exterminio, la condición judía de Leonard... se precipitaron como la lluvia sobre su naturaleza sensible. Incapaz de comer y escribir, el 28 de marzo de 1941 Virginia redactó con dificultad dos cartas de despedida: una para su hermana y otra para su esposo. Aunque su cuerpo no apareció hasta tres semanas después, Leonard nunca tuvo duda de su paradero: había dejado, al borde de la orilla del río Ouse, su bastón de paseo.

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