Concha Velasco. Actriz

"Las mujeres que dirigen siguen haciendo un cine machista"

  • La actriz vallisoletana estrena el Teatro del Palacio de Congresos con 'Olivia y Eugenio', donde interpreta a la madre de un niño con síndrome de down a la que le diagnostican un cáncer terminal

Lo primero que ha hecho Concha Velasco en cuanto la salud le ha dado un respiro ha sido embarcarse en la gira de Olivia y Eugenio, una obra en la que interpreta a la madre de un niño con síndrome de down a la que le dan dos meses de vida. "Tenemos muchas similitudes, aunque yo no he tenido un cáncer", recalca la actriz tras el susto recién pasado. Dice que se encuentra bien aunque ha estado "muy tocada" y ya no puede tomar un güisquito con los amigos ni una copita de Moët & Chandon por las noches. "No puedo ni beber una cerveza sin alcohol", asegura una actriz que sigue paladeando el placer de actuar en un teatro. La actriz estará desde mañana y hasta el domingo en Granada para inaugurar la nueva sala de teatro del Palacio de Congresos

-Después de sus problemas de salud decide volver a los escenarios con una historia de las más exigentes de su carrera, en los profesional y en lo emocional. ¿Necesitaba teatro en vena?

-He hecho un trabajo exhaustivo durante el tiempo que he estado enferma y entraba y salía del hospital, porque lo mío han sido operaciones tremendas y gordísimas más que un postoperatorio dramático. Al final ha sido menos grave de lo que en principio se pensó, después de la peritonitis que sí estuvo a punto de llevarme al otro barrio. Olivia y Eugenio la leí antes de ponerme enferma, cuando estábamos haciendo Hécuba. La compró Jesús Cimarro para mí y yo puse como condición que tenía que dirigirla José Carlos Plaza, quien aceptó porque dice que es la obra que más le ha conmovido, y fíjese si ha dirigido cosas.

-Concretamente dice que siempre será la obra que estará más cerca de su corazón...

-Y de todos los que estamos implicados en ella, igual que de muchos espectadores. Me enamoré de la obra desde el principio. Más adelante encontré similitudes, aunque no son tantas porque afortunadamente yo no tengo un cáncer terminal, eran unos ganglios que no estaban extendidos, nada que ver con las tres operaciones anteriores. Pero he estado muy grave, me he hecho todas las pruebas de las que habla Olivia en la obra. Tampoco tengo un hijo down, y no digo gracias a Dios porque después de conocer a Olivia me he dado cuenta de que lo mejor que le puede pasar a una en la vida es tener un hijo como Eugenio.

-Vicente del Bosque, que tiene un hijo con síndrome de down, cuando cuenta su experiencia personal siempre dice que, cuando nació, se preguntaba por qué le había tocado a él y no a otro. Con los años, el seleccionador se pregunta qué haría su familia si no estuviese Álvaro.

-Investigando para esta obra lees datos como que hay un caso cada 800 partos, en todas las familias hay un caso, en la mía también. Es la hija de una prima, Laura, a la que adoramos, que murió por un problema de columna, pero los 18 años que vivió fueron los más felices de nuestra vida. Cuanto interpreto a Olivia sé perfectamente de lo que hablo y lo que supone tener un hijo así.

-Pero Olivia se encuentra ante un cáncer terminal y el gran miedo de todos los padres con hijos discapacitados: ¿qué será de mi pequeño cuando yo no esté?

-Claro, es una mujer que ha dedicado su vida al trabajo y a su hijo, no ha sido bien querida por los seres que la han rodeado. Fracasó en el matrimonio, su otro hijo es un tarambana, sus amigos son sucios y vacíos... Así que acaba decidiendo quitarse la vida y llevarse a su hijo con ella porque cree que nadie va a cuidar bien de él. Este es el comienzo de la obra.

-¿Y el público ya con el corazón encogido nada más sentarse en la butaca?

-Pero Eugenio, su hijo down, la va conduciendo por otro camino, el que ha querido el autor, claro, que también tiene un hijo con este síndrome y sabe bien de lo que habla. Pero la obra no se queda ahí, es una crítica a la sociedad actual. Usted sabe que, a veces, interpretamos historias que ya han pasado; pero en el caso de Olivia y Eugenio, durante las funciones, no sólo critico cosas que han pasado, también cosas que están pasando y otras que pasarán irremediablemente. Es tan clara y tan directa la crítica social que hace Olivia mientras saca su pus... A veces dice José Carlos Plaza, ¿por qué no metemos el tema de las tarjetas black? Yo digo que no porque la denuncia ya está clara y meter estos temas convertiría la obra en una de esas tertulias políticas de la televisión que no sirven para nada. En estos programas todo el mundo cree que tiene la razón y eso no sirve; pero Olivia y Eugenio sí sirven. Es una obra que, cuando sales a la calle, notas que eres mejor persona.

-En los velatorios es donde se cuentan los mejores chistes; en el caso de esta obra, pese al planteamiento tan dramático, también hay espacio para escenas divertidas. ¿De no ser así la obra no sería verosímil?

-A mí, eso de decir que la obra es divertida para que la gente no se acojone me parece pueril y barato. Olivia tiene mucho sentido del humor, es una intelectual culta que se lo ha pasado fenomenal con sus amantes. Se salva porque Eugenio la hace reír, y esto, junto al llanto, es algo que nos distingue de los animales. Eugenio es auténtico, honesto y divertido, el único que consigue que Olivia baile, se ría y renuncie a ese paraíso que para ella es una casa en la playa con habitaciones para los amigos que los visitarán más tarde o más temprano.

-¿Le exigen sus compañeros de reparto estar todo el tiempo alerta para echar un capote en el momento oportuno?

-Sí, como ellos están acostumbrados a trabajar desde que nacen, porque tienen que ir a una escuela especial, aprenden muy bien lo que hacen. Con un compañero actor puedo alterarle el pie o cambiar una frase sobre la marcha, algo que en esta obra no puedo hacer. Son dos actores, se turnan porque ambos tienen que trabajar; uno es hijo del gran barítono Ruggero Raimondi, que yo me quedé muerta porque además son muy parecidos físicamente. Raimondi es capaz de dejar una ópera si tiene que acompañar a su hija. Mi otro niño, Hugo, trabaja como panadero y viene de una familia más normal. A estas alturas puedo decir que tengo una carrera impecable porque nunca he repetido personaje, sólo Filomena Marturano, que la hice de joven y caracterizada de anciana y que luego hice de mayor cuando tenía los años necesarios. Siempre interpreto personajes diferentes, nuevos y para los que no haya tenido que competir con otras actrices, salvo con Anna Magnani en La rosa tatuada; en este caso me daba igual que me compararan con ella porque quería hacerla a toda costa.

-¿Qué debe tener una obra de teatro para que Concha Velasco le eche el ojo?

-Me parece que el teatro, además de hacer reír y emocionar, es un vehículo de ideas y de cultura y yo formo parte de este mundo, todas las obras que he hecho tienen una crítica social, incluso a través del humor. En esto el maestro era Berlanga, con quien tuve la suerte de trabajar después de estar persiguiéndole, porque yo hago lo que quiero hacer persiguiendo a los autores y a los directores. Berlanga, que ha hecho el cine más crítico y es el que mejor ha reflejado la realidad española, como persona era incapaz de criticar nada, incluso se mostraba avergonzado de decir esas cosas tan tremendas en sus películas.

-Usted hubiese encajado perfectamente en el reparto coral de 'La escopeta nacional'. ¿Le dijo alguna vez por qué no la llamaba?

-Para París-Tombuctú le perseguí hasta que, para conseguir un papel, me desnudé delante de él porque su mujer me dijo que me pusiera unas bragas fucsia. "A él no le gustan los pechos operados, de eso va la película, así que desnúdate delante de él y el papel es tuyo", me dijo su propia mujer. En el teatro yo soy capaz de decir cosas que jamás diría en mi vida personal. Aunque he sido muy combativa una época, cosa de la que no me arrepiento para nada porque nadie me ha obligado ni con una pistola, ni con censura ni con un beso.

-Ha dicho que nunca ha estado delante de los grises, aunque lo cierto es que cuando interpretó a Mariana Pineda en plena Transición llegó a dudar en ocasiones de si iba a salir con vida del escenario.

-Las Arrecogías era un musical de Martín Recuerda con música de Morente, que era autodidacta e iba componiendo mientras ensayábamos, una obra en la que también estaban Carmen Linares y Mario Maya. Cómo serían estas Arrecogías que al terminar el monólogo final de Mariana Pineda, con Franco recién muerto y los fusilamientos de Torrelodones, cuando alguien del público se subía al escenario yo decía ya está, ya nos vamos a la comisaría... Pero la gente subía a ponerme la bandera de Andalucía, otros para ponerme la bandera del PCE, otros para regalarme un ramo de flores... Era un momento tan tremendo que en estas ocasiones siempre pensaba que ya se había acabado mi vida. Yo siempre he hecho un teatro valiente y combativo, como en Abelardo y Eloísa, por ejemplo, que me tuvieron que traer los textos de París porque estaban prohibidos y todos los días teníamos amenaza de bomba en el teatro. Cuando el cardenal le decía a Eloísa "pronuncia el nombre de Dios" yo me volvía y decía "Abelardo". El teatro se venía abajo, pero teníamos que entrar protegidos por la Policía. Me siento orgullosísima de decir las cosas que he dicho a través de mis personajes.

-Usted es de las pocas que puede estar una tarde en un programa de nostalgia como el de María Teresa Campos y por la noche en uno de rabiosa actualidad cultural como el de Cayetana Guillén Cuervo. ¿Se siente con un pie en el pasado y otro en el presente y el futuro?

-Sí, por eso digo que cuando me dan un premio por mi trayectoria es que me lo merezco. En mi vida personal meto la pata constantemente, porque si además de una buena actriz fuese una perfecta ama de casa ya sería de juzgado de guardia. Yo no me rechazo a mí misma, presento Cine de Barrio y estoy encantada incluso cuando alguien dice esa bobada de "cine del otro barrio".

-De hecho, este formato se utiliza en EEUU y pasa por ser un programa de culto. ¿Los típicos complejos de los españoles con su pasado?

-Es que allí ponen La fiera de mi niña y todo el mundo se pone como loco, pero cuando ponemos aquí Las chicas de la cruz roja la gente dice buahh, cine de antes... Pues es un clásico como La fiera de mi niña. He tenido momentos en los que he estado más airada con estos comentarios, pero yo sigo viva y llenando los teatros, ¿cree usted que yo tengo tiempo de detenerme para escuchar tonterías?

-Ha hablado de soslayo del cine de los sesenta. Cuando el cine español pasó la fiebre del desnudo en los setenta supo mantenerse a flote. ¿Dijo no a muchas propuestas?

-En esta década hice películas como Tormento, Libertad provisional, Las largas vacaciones del 36... Todo eso lo produjo el señor Frade, a quien yo defiendo porque fue quien me dio mis mejores papeles tras contratarme para Préstame 15 días, que es una comedia que me parece una joya con Alfredo Landa y José Luis López Vázquez. Yo soy muy lista eligiendo papeles, ¿tengo que ponerme un moño? Pues me lo pongo. Ahora soy consciente de que no puedo hacer cine ni televisión de protagonista porque soy una señora ya mayor.

-Pero su papel en 'Herederos' deja casi por los suelos a otras malas de libro como la Ángela Channing de 'Falcon Crest'.

-Fíjese, le dan la Medalla de Honor de la Academia de Cine a un compositor como García Abril, un señor denostado que hacía la banda sonora de Los tramposos o Vaya par de gemelos de Paco Martínez Soria y luego hacía La Colmena, Los Santos Inocentes, Fortunata y Jacinta... Hay mucha gente que ha hecho de todo, y con dignidad, como Pepe Sacristán. ¿Se da cuenta usted de lo grande que es nuestro Pepe Sacristán? Hay una película que ha pasado desapercibida, Un cuento chino, que me la pongo para ver qué es actuar... Pues somos los mismos que trabajábamos con Mariano Ozores, que ha conseguido que saliera agua caliente de nuestros grifos.

-¿Sigue esperando el papel de su vida en el cine?

-Ya me gustaría que los directores jóvenes me ofrecieran un papel, pero las actrices de cierta edad lo tenemos difícil. Con los hombres es distinto, porque siempre habrá historias de hombres maduros con una chica joven, historias de amargura... El cine sigue siendo cosa de hombres, incluso las mujeres que dirigen siguen haciendo un cine machista, lo siento pero es así.

-Hace poco salió la noticia de un sujeto sin oficio pero sí con beneficio, que estafaba a gente dándoselas de gran empresario exhibiendo fotos junto a Aznar o colándose en la boda del rey Felipe. Todo el mundo se echó las manos a la cabeza, pero en su biografía aparecen tipos de esta calaña...

-Había un sujeto que ahora está en la cárcel en Palma de Mallorca que vino a vernos cuando hacíamos Hello, Dolly. Dijo que venía de parte de Cameron Mackintosh, el gran productor de Nueva York, me regaló una botella de Moët & Chandon y pasó una Nochevieja conmigo, con mis hijos y con José Carlos Plaza en el Teatro Calderón de Madrid. Es que los truhanes existen, son de verdad.

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