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Rusiñol pintó Granada con pinceles y palabras

  • Aparte de descubrir los jardines del Generalife, los cármenes granadinos y realizar una importante labor pictórica, también escribió largos artículos bajo el título 'Cartas de Andalucía'

EN el otoño de 1887 un joven Rusiñol (1861-1931) liberado de la empresa textil familiar, tras la muerte de su abuelo, visita Granada, iniciando así un periplo de viajes y campañas artísticas que lo definieron como el ejemplo del artista viajero. Poco sabemos de este primer viaje granadino de Rusiñol, pero sí es curioso que escogiera precisamente esta ciudad para después viajar a París, Roma... Quizás las noticias que le llegaran a través de los representantes de la fábrica textil que vinieran temporada tras temporada a vender sus últimas novedades de tejidos a las elegantes tiendas de Reyes Católicos o Puerta Real, fuera el detonante, pero también es posible que la búsqueda de las huellas de Mariano Fortuny fuera el acicate definitivo.

El hecho es que esta primera visita no se agotó en sí misma y unos años más tarde, en 1895, permanecería en Granada durante prácticamente todo el invierno en una importante campaña artística y literaria acompañado de otros artistas como Miquel Utrillo, Mas i Fondevila o Brunet-Richon. Son unos meses, entre noviembre y enero, en los que aparte de descubrir los jardines del Generalife y de los cármenes granadinos, y de realizar una importante labor pictórica, también envía unos largos artículos a La Vanguardia bajo el título Cartas de Andalucía en los que trata su llegada a Granada, el Generalife, la Alhambra, el barrio de los Gitanos, los Cármenes y Alonso Cano. Como vemos, un recorrido literario por lo más resaltado de las bellezas y el tipismo granadino, que se ilustraba con dibujos del resto de amigos pintores. Unas auténticas impresiones literarias del paisaje granadino. Así, al día siguiente de llegar bajo la lluvia y alojarse en la Alhambra, probablemente en la posada de Siete Suelos, narra cómo bajan a la ciudad, comen en una taberna, compadrean y suben al Albaicín, describiendo la vista de esta manera:

"Al llegar a la cumbre de este barrio, la Alhambra entera apareció delante de nuestros ojos, como nebulosa aparición de otras edades. La lluvia arreciaba, caía con estrépito de negras nubes que pasaban volando silenciosas, y el gran palacio con sus torres rojizas, más rojas todavía por la humedad que bajaba por sus muros, sentada sobre su inmensa cesta de flores, parecía no llorar su desventura. El Darro corría allá en el fondo del valle, y su agua rojo-siena, entrando en la ciudad moderna, parecía teñida del sudor del propio gran edificio, parecía llevarse poco a poco sus ruinas, arrastrar sus murallas, estucos y filigranas, fundirse en el barro de la miserable tierra aquel portento de arte de todo un pueblo poeta".

Es en este viaje en el que Rusiñol va a dar un vuelco a su quehacer artístico y va a entrar de lleno en el mundo del jardín simbólico e incluso en el misticismo de Alonso Cano, que verá unos años después nacer Oracions (1897) compuesta como una obra de Arte Total, un libro de prosa poética de Rusiñol, ilustraciones de Utrillo y música de Enric Morera. Esto ocurre en 1897 y, en 1898, Rusiñol vuelve a Granada para realizar una intensa campaña en el Generalife y los cármenes, pero sobre todo descubre Viznar y su palacio del Cuzco, del que pintará cinco óleos y concretará una nueva obra literaria El jardin abandonat (1900).

Unos años después, 1903, publicará su gran libro Jardines de España, en cuyo prólogo confesará que, para él, los jardines son el paisaje puesto en verso y en el que aparecen reflejados varios cuadros granadinos. Esta obra le fue regalada a Manuel de Falla antes de 1907 y él la tuvo como un preciado tesoro que, finalmente, convertiría en la obra Noche en los jardines de España para piano y orquesta, gestada entre 1909 y 1916 y dividida en tres partes: En el Generalife, Danza lejana y En los jardines de la Sierra de Córdoba.

En 1909, Rusiñol visitó de nuevo la ciudad, de lo que daría cuenta en el Glosario que publicó en l'Esquella de Torratxa bajo el seudónimo de Xarau. Su última visita será la que realice en 1922 con motivo del Concurso de Cante Jondo ideado por Falla, Lorca y otros intelectuales de la época, de cuyas memorables sesiones dejaría una excelente caricatura Antonio López Sancho, que fue parte de las colecciones del Centro Artístico y que hoy se conserva en el Ayuntamiento de Granada.

Entre las obras conservadas en Granada destaca el Palacio de Carlos V del Museo Ángel Barrios o el Jardín abandonado de Víznar del Museo de Bellas Artes de Granada y un espectacular paisaje, Pinos junto al mar del Ayuntamiento de Granada, al que habría que sumar recientemente La glorieta que adquirió Caja Granada, hoy BMN, con motivo de la creación del Museo de la Memoria de Andalucía. Pero la mayor parte de la producción granadina está fuera. Así, para poder contemplar el resto del ciclo de Víznar, hay que trasladarse al Museo de Sitges, al Cau Ferrat, que fue propiedad de Santiago Rusiñol y donde alojó todas sus colecciones. Aquí también se custodia la bellísima Gitana granadina, una de las primeras obras realizadas en su visita de 1895, que contempla ensimismada un paisaje perdido entre los tejados y azoteas albaicineras. En el Museo Nacional de Arte de Cataluña se conservan óleos dedicados al Generalife, paisajes silenciosos, evocadores de mil recuerdos, una naturaleza dominada por una idea, por un concepto que paraliza el instante y obliga a la reflexión. Son obras maestras extraídas de la ciudad que fue Granada en el tránsito del siglo XIX al XX, entre las que sobresale la magnífica vista de la Escalera del Agua del Generalife; el rincón del agua, de los Olvidos de Granada de Juan Ramón Jiménez.

Como hemos visto, la relación de Rusiñol con Granada fue afectiva y productiva, pictórica y literariamente, llevando su influjo al mundo de la música, plasmando un ser íntimo y simbolista de sus palacios y especialmente de sus jardines, entre los que el Generalife fue piedra angular como él mismo refiere en su colaboración con la Vanguardia de 1895: "Él es marco de los amores reales, el nido de una raza, feliz un día debajo de los cipreses y luego desterrada de su patria, la verde alcoba de sus blancas ilusiones, jardín de espera anticipado a los cielos del Profeta, o más bien, es el claustro del amor, hoy desierto de sus reyes y sultanas, pero habitado por recuerdos amorosos que le legan su encanto y poesía".

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