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Guerrero alarga su centenario en la Casa de las Alhajas de Madrid

  • 'The presence of black', que hace unos días se podía ver en el museo de la calle Oficios y en la Alhambra, toma la capital

En 1980, la Casa de la Alhajas albergó la gran exposición de José Guerrero en España, que se pudo ver desde diciembre 1980 a enero 1981 y que contó con el asesoramiento del propio artista y con la colaboración del Ministerio de Cultura. La obra del artista granadina regresó ayer al mismo esenario casi 35 años después con la inauguración de The presence of black (195o-1966), la muestra que hasta hace sólo unos días se podía visitar en el Centro Guerrero y en el Palacio de Carlos V con motivo del centenario del nacimiento del artista.

Estos años fueron "los que más determinantemente marcarían su camino", afirmó la comisaria Yolanda Romero, directora del Centro José Guerrero de Granada, para quien esos años americanos, de 1950 a 1966, "han sido los más importantes y sin embargo no nos habíamos metido todavía en ellos. Su obra es muy conocida en España pero no esta etapa, por lo que va a aportar muchas novedades".

Recordó que Guerrero se consideraba un "exiliado cultural", que abandonó en España en busca de lo que no encontraba en nuestro país ni en Europa "introduciéndose en Nueva York, capital indiscutible de la cultura en los años 50".

En el Atelier 17 aprendió las técnicas del grabado e inició sus primeras experiencias abstractas en el ámbito de la abstracción biomórfica, "un paso intermedio en el que aparecen todavía figuras reconocibles", y al que se dedica la primera parte de la exposición con obras como Black Cries, pintado con motivo del nacimiento de su hija Lisa.

Momento importante fue la organización en 1954 de una exposición junto a Joan Miró. "El público se fijó en su trabajo e ingresó en la galería de Betty Parsons, en la que estaban artistas como Rothko o Pollock", recordó Romero. Una de las novedades de la exposición es la que muestra a un Guerrero muralista. Su amigo Mark Rothko fue uno de los que le convenció para que abandonara este camino.

La obra de Guerrero evolucionó hacia el expresionismo abstracto. "A partir de 1958 dio un paso más en su inmersión en la escena artística neoyorquina al comprar el Gugghenheim varias obras suyas, participar en una exposición comisariada por Rosenberg y organizar su tercera exposición en la galería Betty Parsons, en la que reivindicó el negro como algo español", según la comisaria.

Ese año también fue de crisis y Guerrero empezó a ir sesiones con un psicoanalista "que le permitieron encontrarse a sí mismo". A partir de 1958 su obra va cambiando de lenguaje, empiezan a aparecer lugares de su infancia en obras como Albaicín o Sacromonte. Es un momento en que domina la memoria revisada que culmina en el año 65, en su vuelta durante tres años a España. Con motivo del 30 aniversario de la muerte de García Lorca hizo un viaje por Andalucía. Fruto del mismo fueron numerosos dibujos recopilados en un cuaderno que por primera vez se puede ver en la exposición, así como La Brecha de Víznar (1966).

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