Pablo Sycet. Pintor y letrista de canciones

"La cultura como producto es un juguete roto, una causa perdida"

  • El artista onubense, parte activa de la Granada cultural de los ochenta, presenta en el Instituto de América la muestra 'Una travesía del horizonte'.

Artista, diseñador, activista cultural y letrista, entre otros grupos de Fangoria y Luz Casal. El onubense Pablo Sycet presentará el próximo viernes en el Instituto de América de Santa Fe la exposición Una travesía del horizonte. Recorre 25 años del trabajo paisajístico del artista, una muestra que incluye, cómo no, un cedé titulado Canciones para una exposición con piezas instrumentales de Nacho Canut, Varon Dandy, Victor Lefreak y otros músicos que se han inspirado en una docena de las obras que dan cuerpo a la exposición. Sycet enlaza paisajes a través de sus vivencias y emociones con la naturaleza, una constante en sus pinturas. En total medio centenar de obras "de distintas técnicas, soportes y tamaños cuyo real nexo de unión es la tierra como metáfora y como realidad, condensadas en cada obra, y formando todas ellas un corpus artístico que es, además, testimonio plástico y un fiel resumen biográfico", según reza el promocional. Pero además, aunque ya estuvo recientemente como comisario en Granada, es su regreso a una ciudad de cuya vida cultural formó parte activa en los años ochenta y noventa a través de galerías como Palace y Sandunga. Amigo de Jaime Gil de Biedma, partícipe de la Movida madrileña, amigo, "una especie de mascota", de Olvido Alaska y Nacho Canut, es testigo crítico y cítrico de la actual realidad cultural, musical y poética.

-¿En qué consiste Una travesía del horizonte?

-Es una antología temática con el paisaje como telón de fondo. Sin haber tenido una vocación expresa de paisajista, un día caí en la cuenta, mientras seleccionaba obras para una retrospectiva, que había un nutrido grupo de obras que tenían carácter de paisajes aunque yo no las había concebido como tales, sino que esos paisajes hacían las veces de una escenografía en la que se representaba el verdadero asunto de cada obra, y eso me dio pie para hilvanarlas en el tiempo a lo largo de 25 años.

-¿Qué le atrajo del paisajismo, un género poco cultivado en la pintura española?

-Su capacidad acogedora y de adaptación, de una manera tan natural, para servir de escenario a tantos otros temas de la tradición pictórica de Occidente: los cuadros de batallas, las escenas de caza o las escenas galantes de exterior necesitan de una representación de la naturaleza para hacérnoslas creíbles, para suministrar información precisa sobre el dónde y el cuándo de motivos que en origen son ajenos al tema. Ese punto de estar al servicio de intenciones diversas como una señorita de compañía, me cautiva sin remisión, sin ser consciente de la fascinación que ejerce sobre mí.

-¿Quiénes son sus referentes en este sentido?

-Friedrich, sin duda, como un ejemplo de sublime obsesión temática, pero también otros artistas que no son claramente paisajistas pero lo usan como recurso para darle espacio natural a otros asuntos: pienso en el Velázquez de La rendición de Breda, en el Dalí más disparatadamente onírico, en el Rousseau que resuelve por pura acumulación de elementos naturales, en el Diebenkorn pletórico de la serie Ocean Pacific...

-¿Cómo ha sido esa evolución en sus trabajos a lo largo de treinta años?

-Para mí ha sido algo inconsciente, en lo que no había reparado hasta que empecé a preparar esta 'travesía del horizonte'. Y en ese cuarto de siglo que recorre hay dos características evidentes: una referencia poderosa, entre la ensoñación y el mito, a los paisajes de mi infancia, y un proceso de desnudez progresivo e irreversible: algunos de los últimos paisajes que se exhiben, de 2007, están resueltos como simples planos de color paralelos.

-La muestra incluye Canciones para una exposición ¿Qué importancia tiene la música en su obra plástica? ¿Cómo es la relación música y pintura?

-Hubo catálogos anteriores a éste -a partir de Entre dos mundos en 2005- en que había incorporado cedés con canciones que escribí para otros -incluso yo me animé a grabar una llamada Mi enfermedad porque pensé que con ese título pensé que nadie querría cantarla nunca- porque muchas de esas letras de canciones surgieron en mi taller, mientras pintaba o esperaba a que secara lo recién pintado, y por eso algunos cuadros se titulan como algunas canciones, o viceversa: hubo un proceso claro de ósmosis. Pero en el caso de Una travesía del horizonte creí necesario establecer un paralelismo con ese uso escenográfico que he venido haciendo de los paisajes, y decidí encargar piezas inéditas instrumentales a Nacho Canut, Varon Dandy y una decena más de músicos, a los que envié una imagen del cuadro en el que deberían inspirarse. Y el resultado en cedé hace las veces de una B.S.O. que acompaña la visión de esos cuadros concretos y de sus compañeros de exhibición.

-Letrista de canciones, artista plástico, diseñador gráfico, comisario de exposiciones ¿Cómo se conjugan todas esas tareas?

-Con pasión, tiempo y ganas: yo me lo paso tan bien con todo lo que hago que ni me lo planteo como trabajo, sino como un gratificante pasatiempo que además me da para vivir y me permite sostener un cierto equilibrio emocional: andar saltando de una disciplina a otra ayuda a oxigenar las neuronas y a encontrar alicientes para dinamitar y hacer saltar por los aires la maldita rutina que todo lo arruina.

-¿Cómo es el proceso de creación artística, cómo plantea sus obras?

-Siempre parto de una pulsión animal, de la mano del instinto desde que empiezo hasta que llego a algo parecido al ecuador de cada trabajo. Es entonces cuando dejo que la razón llame a la puerta y, si procede, la dejo pasar para que intente poner orden y concierto en lo que hasta entonces no lo tuvo. Esa es la única manera -ya lo sé por experiencia- de que el resultado final me deje medianamente satisfecho, y lo hecho no termine en la basura de ese día.

-¿Cómo es su proceso de escritura de letras de canciones?

-No hay un método preciso, pero he terminado por convencerme de que el proceso de escribir una canción -al menos de esas que surgen como por ensalmo, letra y melodía a la par, inesperadamente- tiene mucho que ver con los fluidos, y más concretamente con el agua: surgen cuando estoy en la ducha o fregando platos , con la cabeza libre y las manos ocupadas en algo mecánico, o cuando paseo por la Vía Verde de Gibraleón, que discurre en paralelo al río. Y pienso eso porque en Madrid, en mi paseo de cada día para quemar azúcares, no me ocurre algo así, no vienen las musas a mi encuentro. O sea, que mis musas son acuáticas por naturaleza..

-¿Cómo le influyó en su vida artística su amistad con Jaime Gil de Biedma?

-Lo conocí cuando yo era muy joven aún, así que no solo determinó mi vida artística, sino mi vida en general: renuncié a ser poeta--tentación recurrente de esos años de formación- porque descubrí en él la esencia de la poesía y el rigor necesario para ejercer como poeta, así que esa variante de mi creatividad terminó fructificando en letras de canciones, que tiene otros condicionantes externos y parece que eximen de ciertas responsabilidades. Y en otro orden de cosas más general, una certeza: yo no sería el hombre que soy hoy si Jaime no se hubiera cruzado en mi vida. Sería otro, y peor sin duda.

-¿Cómo ve el panorama de la poesía española desde su perspectiva de letrista de canciones?

-Hay quien piensa que la poesía de las últimas décadas ya no se edita en forma de libro, sino en disco. Yo no comulgo con eso, porque creo que son dos disciplinas distintas, con mecanismos internos y exigencias distintas, aunque es cierto que hay canciones válidas como poemas, y poemas que se han convertido en canciones tras ser musicados. Y lo paradójico de esto es que si bien la música ha llevado la poesía a vidas que no tenían previsto el encuentro con un poema, también es cierto ha convertido la edición de libros de poesía en una rareza, un lujo necesario para disfrute casi exclusivo de los propios poetas.

-¿Qué opina sobre estas modas de hipster, gafapastas y demás movimientos llamados indies?

-Todo eso me aburre soberanamente: no tengo tiempo ni energías que dedicarles.

-¿Cómo es su colaboración con artistas como Luz Casal, Olvido Alaska, Nacho Canut y otros muchos?

-Con Luz, Olvido y Nacho muy fluida, porque está basada en una relación personal de varias décadas, que es lo que ha terminado primando por encima del trabajo como letrista. Somos amigos, al margen de las colaboraciones laborales. Piensa por ejemplo que, de hecho, en todos los viajes de Fangoria a México y Argentina desde finales de los ochenta he ido con ellos, como animal de compañía. Con otros músicos, sin embargo, la relación ha sido más estrictamente profesional.

-¿Qué queda de algo tan lejano como la movida madrileña? ¿Sirvió para algo?

-Creo que solo Álvarez del Manzano pudo pensar que la Movida nunca existió, aunque de tan intenso como fue aquel tiempo pudo parecer por momentos que fue un espejismo. Lo cierto es que aquel estado de locura colectiva y transitoria cambió la faz del país, sus usos y sus costumbres. Por eso, hoy que estamos como estamos, recordarlo puede parecer a veces casi una fantasía, una elucubración mental que nunca formó parte de la realidad. ¡Y vaya si fue real!

-¿Se ha convertido la movida en una especie de marca registrada como denuncian algunos de sus miembros?

-Pues sí, algo de razón tienen en ese manoseo crónico que ha sufrido. Y por eso yo, después de participar con Blanca Sánchez en la organización de la exposición La Movida (2006), y de comisariar yo en 2013 El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los 80 para el Museo ABC, me prometí que cerraba ya para siempre ese capítulo, porque detesto la nostalgia y apuesto firmemente porque cualquier tiempo pasado fue peor.

-¿Cómo afecta la crisis económica al mundo del arte y la piratería?

-Está teniendo un efecto absolutamente devastador! Si me lo cuentan cuando cambiamos de siglo, nunca hubiera creído que el daño podría haber sido tan intenso. Y lo peor del caso es que el daño ya es irreparable, la cultura como producto es un juguete roto, una causa perdida, porque hay varias generaciones educadas en el convencimiento de que la cultura no tiene valor de mercado, aunque todos sepamos el esfuerzo personal y el coste económico que tiene, por ejemplo, grabar un disco o publicar un libro.

-¿Qué opina de la política cultural de este gobierno del PP?

-Ya solo hablo de política en la intimidad, como otros hablan catalán.

-¿Qué relación mantiene en la actualidad con Granada tras sus experiencias en esta ciudad?

-Conservo ahí estupendos amigos, de mi generación y de posteriores también, pero mis visitas se han ido espaciando con los años, y ya no tengo ese pálpito directo de la ciudad que tan solo permite un trato continuado..

-¿Es realmente Granada una ciudad cultural o un lugar del que surgen artistas y gentes dedicadas a la cultura?

-Yo solo viví la ciudad durante los años ochenta y parte de los noventa, cuando la visitaba con mucha frecuencia y fui partícipe de su actividad a través de las galerías Laguada, Palace y Sandunga, por tanto sería frívolo por mi parte enjuiciar la Granada del nuevo siglo, aunque es constatable que sigue siendo un excelente granero de creadores: pintores, escritores y músicos de primera..

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