Cultura

El grito que se impuso al chiste

Porque tú eres el fracaso de mi matrimonio", gritaba con canturreo Pedro Reyes ante unos concursantes hieráticos, los de No te rías que es peor. Pedro Reyes estrenó la década de los 90 en las sobremesas de La 1, cuando todo el mundo veía lo mismo aunque empezaran a funcionar las cadenas privadas. De eso hace casi un cuarto de siglo, tanto, tan poco, tiempo en el que Pedro iba a y venía por la pantalla, sin regularidad definida, aunque él y su bigote siempre formaban parte de los recuerdos televisivos cariñosos. El onubense, gestor de gritos y falsos dramatismos en su inconexos casos verídicos, con su calva galopante y su ropa con exceso de talla, formó parte de la cuadrilla que refrescó el cristal del televisor, porque para eso fue la pareja callejera y de bares del gaditano Pablo Carbonell. Pedro y Pablo, padres de la iglesia del humor en la Movida madrileña. De ahí, mientras uno se iba con los Toreros Muertos y el otro se marchaba a sus incomprensibles monólogos teatrales, pasaron a La bola de cristal, regalo matinal para millones de niños de la Tele Roja, donde Lolo Rico apelaba a la inteligencia con humor y al humor inteligente para espabilar a la concurrencia.

A Pedro se le quiso domesticar por lo estelar y formaba trío con Beatriz Santana y Luis Merlo en un programa "de variedades", un show donde cabía todo, que se llamó ¿Pero esto qué es?. Podía haberlo dirigido José Luis Moreno, y haberlo adaptado para sus mamarrachos posmodernos, pero no, el director de aquello era Hugo Stuven, el ayudante de realización favorito de Pilar Miró, que tuvo que abandonar TVE por el navajeo dentro del PSOE.

Tras No te rías... Reyes reinó por el Telecinco de las Mamachicho y volvió a TVE para acompañar a la Carrá en Hola Rafaella. Y, comedido, en su papel ficticio, se puso tras la barra del antro de Makinavaja, serie que vino machacando La 2 y que pertenece a esa remesa de títulos en los que se sospechaba que el humor y las series estaban cambiando. El impacto de aquel surrealismo frenético, de convulsos síncopes, de Reyes se fue diluyendo y el público fue dando un tanto de lado a Reyes. Su amigo Javier Cansado aseguraba ayer a este periódico que fue un genio que no terminó de valorarse, que no tuvo la suerte en la dosis que se merecía.

Reyes era un cómico de bigote generoso que se ha marchado prematuramente, a los 53 años, un gurú adelantado a cómo debíamos de reírnos en España sin el asidero de los chistes.

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