XI Premio Lorca de Poesía

"Escribo para recordarme el que soy en cada momento"

  • 15 escritores preguntan al poeta granadino Rafael Guillén sobre su obra, sus viajes y su visión más personal del mundo.

Rafael Guillén (Granada, 1933) se trae de cada viaje un pequeño recuerdo que apila en las estanterías de su despacho; esta noche tendrá que hacer un hueco, aunque parezca imposible, para el 'souvenir' de su último viaje, concretamente la Luna lorquiana. El poeta granadino recibe hoy el Premio Internacional Ciudad de Granada-Federico García Lorca, una foto que tenía que revelarse antes o después pero, para muchos, empezaba a ser una "discriminación" que su nombre no estuviera ya junto a los de Ángel González, José Emilio Pacheco o Pablo García Baena, algunos de los escritores que en las ediciones anteriores tocaron la Luna que cincela cada año el escultor Miguel Moreno. Autor de algunos de los libros  imprescindibles de la poesía del siglo XX y del XXI, como Los estados transparentes -por el que recibió el Premio Nacional de Poesía en 1994-, su último trabajo, Balada en tres tiempos (para saxofón y frases coloquiales), publicado el año pasado en Visor, es una obra de madurez y de juventud al mismo tiempo, lo que cuadra con su concepto del eterno retorno en los márgenes de la poesía. Sin embargo, su mejor libro sólo está al alcance de su mujer, Nina, un ejemplar que su marido le regaló hace unos meses y que es una libreta encuadernada de cuero verdoso con todos sus poemas de amor manuscritos, sin un solo borrón. Rafael Guillén es uno de los escritores  culpables de que Granada haya sido declarada como Ciudad de la Literatura por la Unesco, por su obra y por haber sido uno de los que recuperaron la poesía en la ciudad tras el asesinato de Federico García Lorca.

A sus 82 años sigue teniendo una agenda repleta de actos y de lecturas, pero sigue bebiendo el vino machadiano de las tabernas; en su caso un vermut a mediodía. 15 escritores, la mayoría de ellos amigos, pero todos admiradores, realizan una pregunta al autor en la versión literaria de Tengo para pregunta para usted. 

Pablo García Baena

-Desde la amistad que tenemos desde hace tanto tiempo, ¿cómo tienes el suficiente espíritu para esos viajes terribles que haces a países tan lejanos y desconocidos? ¿Cómo los vuelcas luego en tus textos?

-Los hacía, Pablo, los hacía. Los muchos años y sus achaques han venido reduciendo mis posibilidades viajeras, me han ido cortando las alas. Pero no era sólo el espíritu de aventura, sino el deseo, imposible por otra parte, de vivir muchas vidas en una sola y pobre: la mía. De ahí que no sólo volcase en los textos los inabarcables océanos, las inalcanzables cordilleras, los oscuros bosques y manglares, las bulliciosas y exóticas ciudades, sino el calor humano que, como un humus fecundante, les daba el ser y la razón para existir. Todo era pura emoción, puro deslumbramiento y, por lo tanto, fácil de traducir con palabras. De eso sabes tú más que yo. 

José G. Ladrón de Guevara

-¿Esta patología social de la corrupción afecta también a los fundamentos de la cultura de la que forma parte la poesía?

-Por supuesto que afecta a la cultura, Pepe. De esto hemos hablado mucho. Pero yo no diría a los fundamentos: Florencia o la Alhambra siempre serán Florencia o la Alhambra (salvo que lleguen los bárbaros con la piqueta, que todo se andará), Quevedo siempre será Quevedo, y no digamos Beethoven o Miguel Ángel. No, a los fundamentos no, sino a las ramificaciones por las que la cultura llega a los terminales, a los individuos. La corrupción afecta a los mal llamados seres humanos que de humanidad tienen poco si miramos países como el nuestro,  y no digamos si miramos otros continentes más o menos limítrofes. 

  

María Victoria Atencia

-¿Como has podido tener una línea tan ascendente en tu poesía y de una manera tan continua para llegar al punto en el que ahora te encuentras?

-No sé en qué punto me encuentro. Posiblemente haya ascendido hacia abajo o haya bajado hasta las alturas. O, si en un principio me pensé poeta, ahora, al final, no sé qué pensar. Eres muy amable al hablar de una línea ascendente porque, cuando leo algunos poemas de mi juventud, pienso que podía haberlos escrito hoy, si es a calidad poética a lo que te refieres, y, por lo tanto, poco he debido de ascender. Es tu generosidad la que así lo cree y ello me reconforta. Gracias, querida María Victoria.

Antonio Sánchez Trigueros

-¿Cómo sientes los distintos paisajes con los que te has ido enfrentando a lo largo de tu vida?

-Los siento como parte de mí mismo, a la vez que me siento parte de ellos. No soy panteísta, pero algo de eso ha de tener todo poeta. No se puede ir por el mundo, por la vida, de flor en flor, como la abeja. Hay que estar integrado, hay que germinar, como el grano, desde dentro de la tierra. No se escribe sobre el papel. Se es papel y se es pluma. Y la palabra no sale de tu boca, porque tú eres la palabra. 

Manuel Villar Raso

-¿Qué habrá hecho Rafael para que lo lleve tan hondo en mi corazón? De todos mis amigos seguirá siendo el más querido y admirado.

-Yo sé, querido Manolo, tan gran novelista, tan gran viajero, que mi sinceridad a veces llega a ser sangrante, incluso con mis amigos. Tuya ha sido, pues, la capacidad de soportarme y de ser mi más leal acompañante en aventuras por países lejanos y, sobre todo, en la aventura de la vida. Se dice amor de madre, amor de hijo, amor de amada, ¿por qué no se dice amor de amigo, amor de amiga? Dejemos lo de compañero (a pesar del calor que le dio a la palabra Miguel Hernández) para el trabajo y para la política. Hay momentos en que otra palabra, la de amistad, se queda corta. Pilar sabe, como tú, cuán intenso es mi afecto aunque, a veces, no soy muy expresivo.

Andrés Neuman

-Llama la atención en su poesía la importancia de los lugares en los que ha estado. ¿Cómo ha sido este viaje personal?

-El criterio para la selección ha sido muy simple: el más lejano y el más barato. El más lejano porque, cuando pudimos, le dije a Nina, mi mujer: "vayamos ahora lo más lejos posible, que cuando nos vayan faltando las fuerzas tendremos que ir acortando distancias". Lo del más barato, no requiere explicación. Por fortuna mis cuatro hijos (tres son hijas) se situaron pronto gracias a su valía, y yo siempre he contado con mi pensión de jubilado y alguna que otra entradilla por lecturas, conferencias y eso. También algún premio literario. Siempre he enfrentado la aventura con entusiasmo y alegría y, por desgracia, no he seguido esa máxima que dice "no vuelvas más a los lugares en donde un día fuiste feliz". He vuelto, y sigue teniendo razón esa máxima.

Justo Navarro

-¿Qué libro que no sea de poemas le recomendarías a alguien que quiera escribir poesía?

-Rehuyo la tentación de decir que cualquiera de tus libros pues, amén de ser verdad, sonaría a peloteo nauseabundo. Verás: yo, como es público, aunque no notorio, me formé con la lectura de los grandes escritores existencialistas europeos del siglo XX, ninguno poeta. Repetiré, para el que no lo haya leído ciento tres veces: Sartre, Malraux, Camus, Husley, Greene  (y también Green, el Julian).  Ahora bien, te mencionaré, y esta es la primera vez que lo hago, un libro que, por entonces, me hizo cosquillas en los oscuros entresijos del sentimentalismo adolescente: El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez. Naturalmente, no voy a recomendarlo a quien quiera escribir poesía, ahora que apenas queda fraga y que las meigas van dejando sitio a los pirómanos o a los escasos amantes que todavía ocultan sus rutinarias, pero deliciosas, tomas de contacto. Como la poesía es algo muy serio, yo les recomendaría que se agarrasen bien a la silla y se leyesen el libro de un físico y matemático rumano llamado Basarab Nicolescu, que se titula Teoremas poéticos.

Antonio Carvajal

-Desde muy pronto tu obra ha recibido sucesivos y prestigiosos premios, reconocimientos académicos, que van desde una temprana tesis doctoral hasta tu inclusión ineludible en la nómina de los poetas más destacados de tu generación, el respeto de tus conciudadanos (incluidos los escritores) y claras manifestaciones de autores más jóvenes que no dudan en señalarte como uno de sus modelos. ¿Sientes que la tuya es una cumplida vida de poeta?

-Si la cariñosa introducción a tu pregunta está en lo cierto, me acabas de situar dentro de lo que sería el Edén para un poeta con menos arrugas y menos cicatrices que las que luce este cuerpo serrano (que a esta alma no le va eso de "serrano", ni aun en verso libre). Te agradezco que así lo hayas pensado alguna vez, pues que así lo expresas y lo expones a la opinión pública. En fin, contesto a tu pregunta. Mi vida de poeta está tan cumplida como lo está la de un maestro de obras que ha dedicado la suya a la albañilería. Sólo que yo, en el intento de levantar una catedral, utilizo palabras, en vez de ladrillos. De todas formas,  te voy a confesar, lo más íntimamente que se puede en letra impresa, que me causaría horror ser visto, dentro de un siglo, como el Zorrilla de estos años, coronado de laurel y paseado a lomos de la multitud por la calle Mesones (incluso se llamó un tiempo calle poeta Zorrilla). Por fortuna, para tan cumplida vida hay otros candidatos, que tú y yo conocemos. 

   

Javier Salvago

-Dijo Borges: "La vieja mano/ sigue trazando versos/ para el olvido". ¿Usted escribiría sabiendo que está escribiendo versos para el olvido?

-Claro que escribiría. De hecho sé que estoy escribiendo para el olvido; pero lo que importa es que, a un tiempo, escribo para mí mismo, para confirmarme en la existencia y para recordarme el que soy en cada momento. No quiero perder "la centinela del cerebro", como llamaba Shakespeare a la memoria. Es posible que otros lean lo que escribo y que en ellos sea memoria ese momento. O no. Pero no lo hago por eso. Mis libros, como decía Quevedo de las venas, médulas, del cuerpo de la amada, "serán ceniza; mas tendrán sentido". Habrán tenido sentido. Al menos, quiero creerlo así.

Juan de Loxa

-Supongo que la aventura editorial emprendida junto a José G. Ladrón de Guevara, Veleta al Sur, fue apasionante. ¿Tuvieron en aquella época difícil problemas con la censura que se puedan ahora contar? ¿Cómo encontraron la Granada de la poesía tras la muerte de Federico García Lorca?

-Tú lo sabes bien, Juan. ¡Qué no vas a saber tú! Claro que tuvimos problemas con la censura en aquella apasionante aventura de la edición de Veleta al Sur. Lo más anecdótico está contado en mi libro Tiempos de vino y poesía. Cómo nos dijeron que quitásemos el nombre de Federico García Lorca en la cita de un poema y, ante nuestra protesta, nos permitieron que pusiésemos solamente F.G.L. O los problemas que hubo para la reproducción del dibujo de la portada de mi libro Pronuncio amor, que no pudimos imprimir hasta no tener sellada una copia en señal de conformidad (dicha copia sellada está depositada, junto con mi legado, en la Biblioteca de Andalucía). O cuando nos detuvo la policía en el estudio de un pintor donde nos citábamos Ladrón de Guevara y yo para ir a la imprenta. Y el tener que llevar cada original a la oficina de información, que entonces estaba en la Gran Vía, para que lo leyeran y autorizasen. Tras la muerte de Federico, pasados ya casi veinte años de silencio, surgieron algunas revistas e iniciativas literarias: Sendas, Norma, La Abadía Azul... Pero exclusivamente poético, fue nuestro grupo Versos al aire libre el que sacó la poesía a la calle durante tres años. Y su continuación Veleta al Sur, durante diez más. Hasta que tú llegaste con Poesía 70 y con un nuevo estilo y una nueva juventud. 

José Carlos Rosales

-Tu ultimo libro, 'Balada en tres tiempos', es un magnífico libro de poemas de amor. ¿Qué diferencia hay entre los poemas de amor que se escriben a los 20, años cuando no se sabe nada, y los que se escriben cuando tienes 80 y lo sabes casi todo?

-En lo superficial, en lo cotidiano, no hay diferencia. A los 20 años es posible que no se haya experimentado tanto; pero se sabe todo. El amor está en la naturaleza. Es un instinto. Y a los 80 se sabe lo mismo, o sea, bien poco. No recuerdo quién dijo que "la experiencia es algo que se adquiere cuando no sirve para nada". ¿Qué sabe y puede enseñarnos del amor un Don Juan de cartón piedra que no sea anecdótico? En lo que sí puede haber pequeñas diferencias es en los poemas. En ellos se ponen de manifiesto las imperfecciones tanto de un impetuoso amor primerizo como de un decadente amor senil. Digo las imperfecciones, los deslices, los descuidos, que no son los mismos, desde luego, en uno u otro caso; pero el amor sigue siendo el mismo. Y para tapar esas imperfecciones está el poeta. La gran diferencia ¡ah, eso sí! está en el misterio. En la vejez se está más cerca del misterio. Yo siento ya cómo el misterio me atrae. Voy hacia el misterio. En los poemas de esta Balada en tres tiempos a la que te refieres, se ve con meridiana claridad.

   

Ángeles Mora

-Rafael, tu poema 'Instantes de luz', uno de mis preferidos, comienza diciendo: "La certidumbre llega como un deslumbramiento/ se existe por instantes de luz. O de tiniebla". Te pregunto: ¿el instante de luz precede al poema y se escribe para atraparlo y que siga viviendo siempre en el poema y en el poeta? ¿O acaso es el poema, la experiencia poética, la que nos da esa luz, ese instante de luz que nos hace vivir o sentir la existencia?

-Todo poema es como una tormenta que conmueve los cimientos de nuestro ser corporal y de nuestra conciencia. Y puede quedarse en tormenta. Y ya es bastante. Pero, a veces, en esa tormenta surge un rayo, un  instante de luz, un deslumbramiento. Un deslumbramiento que no puede seguir latiendo siempre en el poeta. Sería la muerte. Pero sí puede fulminar a otra sensibilidad capaz de recibirlo. Yo no veo diferencia entre el sentimiento de un buen lector y el de un buen poeta. Otra cosa es la capacidad, que sólo tiene el poeta, de transmitirlo. Ese es el misterio. Por qué se es o no se es poeta. No precede a la tormenta y sólo pueda ser atrapado, de forma instantánea, en un verso. Son esos pocos versos memorables que todos conocemos. No me explico bien; pero se me entiende. 

Fernando Valverde

-Su último libro, que en alguna ocasión dijo que consideraba que iba a ser su libro póstumo, 'Balada en tres tiempos', es de poemas de amor. ¿Por qué un libro de amor a los ochenta y pocos?

-Porque tú sabes que una de las teorías sobre el tiempo es la cíclica, desde la civilización maya, pasando por el Timeo de Platón, hasta Nietzsche o El mito del eterno retorno, de Mircea Eliade, por poner unas citas, que siempre queda bien. Otra teoría, parecida, y es a la que yo me atengo, es la del tiempo circular, aunque interpretada a mi manera, es decir, la  misma del eterno retorno,  pero en cada individuo. Es tremendamente poética. Así como empecé escribiendo poemas amorosos, ahora cierro mi círculo vital escribiendo poemas amorosos. O sea, iniciando el regreso. Tengo ochentaypocos años y voy para atrás: setenta, sesenta, cincuenta, etc. y ya mismo llego a la adolescencia y a la infancia y, dentro de nada, estoy chupando de la teta. No me dirás que no ha de ser delicioso.

Juan José Téllez

-Fernando Ortiz hablaba de la "estirpe de Bécquer" cuando se refería a la poesía andaluza. ¿Cree que puede haber un hilo conductor desde Góngora hasta el Grupo Cántico o Versos al aire libre?

-Sí, claro que lo hay. Descartado el tema, la forma, el sentimiento, el impulso que da vida a todos los poemas que en el mundo han sido... ¿qué queda? El lenguaje. No ya el léxico, conjunto de palabras que también es distintivo de lo andaluz, sino la utilización de ese léxico, el don de iluminar las palabras por dentro de una determinada forma. Es algo relacionado con la forma de ser, de reaccionar en algunas circunstancias, de sentir, relacionado también con las costumbres. Y no es difícil rastrearlo en toda la historia de la poesía española.

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