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En el limbo del Sacromonte

  • Los vecinos reivindican que uno de los miradores del barrio lleve el nombre de Mario Maya . Esta noche, por quinto año, se celebra una fiesta en honor al bailaor.

Lo del Mirador Mario Maya no tiene nombre, al menos oficialmente. Los vecinos del Sacromonte han solicitado al ayuntamiento con hojas de firmas -al menos en tres ocasiones- que el espacio con vistas a La Alhambra tenga el nombre del bailaor. A falta de respuestas de la institución, ellos mismos colocaron una placa, donde se lee la denominación, en azul sobre blanco: Mirador Mario Maya. 

Es primera hora de la tarde, y allí, además de seis vecinos, pasea un grupo de turistas al compás de un guía. Pepito -dueño del bar que hay en el mirador- está tras la barra. Mientras, su madre grita para la televisión: "Mario Maya se ha criado desde chico con nosotros, con los gitanos".

 

 "Tengo confianza en que por fin hagan el mirador oficial. Estuve hablando con el alcalde y el concejal de Cultura y nos dijeron que se hablará en un pleno. Mario fue un niño de Sacromonte y de la Vereda de enmedio", cuenta la viuda del bailaor, Mariana Ovalle -también presidenta de la Fundación Mario Maya-, que pasea por el Sacromonte entre el saludo de los vecinos. 

 

 Mariana Ovalle conoció al bailaor hace 33 años en un teatro en México. "Él me miró y pensó que era una gitana y me preguntó si yo no quería un autógrafo. Le dije que no, que no le iba a pedir nada". Con el paso del tiempo, Ovalle empezó a decir que lo que Maya no sabía es "que me iba a acabar dando todo sin que yo le pidiera nada". 

 

Allí, en el mirador, se celebra esta noche la quinta fiesta que reivindica al bailaor, en la que se proyectará Solo trazos, una sucesión de dibujos inspirados en los bailes de Mario Maya. El banquete para la celebración lo preparan los vecinos. Entre ellos, Barbara Nagasawa, una vecina alemana que trabaja en una colección de cuadros sobre el coreógrafo. Barbara llegó al barrio porque su marido -Toru, un japonés que aguarda junto a Pepito en la barra del bar- quería aprender a tocar la guitarra flamenca.

Conocieron a Maya hace 40 años. "Se interesaba por otras culturas, tuvo que irse de Granada porque entonces no daba a los artistas para comer", y apostilla que el bailaor -que nació en Sevilla pero pasó su niñez y juventud en el Sacromonte- "ha dejado más arte a los que trabajaron con él que nadie, porque era muy intelectual". Fruto de esa inquietud cultural, el bailaor puso un bar llamado Sincalé que también tenía un estudio. "Quería un encuentro de intelectuales con figuras como Juan de Loxa o el pintor Manuel Ángeles Ortiz", continúa otro vecino, Jorge Molina, director de teatro. Entre los camareros de aquel bar estaban Pepito, también Toru.

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