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La escena del grafiti marca su territorio

  • La sala de exposiciones de Servicios Centrales de Caja Rural de Granada acoge 'Escenas del graffiti en Granada' un proyecto expositivo histórico-documental que analiza la evolución del fenómeno en Granada

El grafiti continúa con su doble vida esquizofrénica en Granada, ocupando espacios artísticos y publicaciones de prestigio mientras se piensa en poner cámaras de vigilancia para ponerle coto en el casco histórico, además de las multas a las que han tenido que hacer frente artistas como El Niño de las Pinturas. A mitad de camino entre el infierno y el cielo se presentó ayer en la sala Zaida de Caja Rural la muestra Escenas del graffiti en Granada, un proyecto expositivo histórico-documental que analiza la evolución del fenómeno artístico en la ciudad.

En Granada, el grafiti llegó de manera tardía y algo tuvo que ver la serie que, por entonces, veían todos los adolescentes en cuanto sonaba la sirena del instituto y salían corriendo a sus casas a ver un capítulo de El príncipe de Bel Air. "Antes, al no haber internet, no existían grandes referencias ni ningún programa dedicado a este mundo, sólo había algún fancine, así que los grafiteros sacaban información de donde podían, caso de esta serie, donde aparecía de manera residual , o en alguna película en la que aparecía al fondo un grafiti, elementos que se absorbían muy rápidamente por estos primeros artistas de los noventa", explica el coordinador de la exposición, Ramón Pérez Sendra. "Ahora, el grafiti tiene entidad por sí solo, pero antes estaba muy mezclado con otras disciplinas y el que pintaba también patinaba o cantaba rap, además de tener una forma muy característica de vestir, algo que ahora se ha perdido".

De hecho, la exposición recuerda a los breakers, un movimiento formado por unos chicos que, por aquellos años, principios de los noventa, se juntaban a bailar en la Plaza de la Romanilla. El Zaidín, la Chana y la Zona Norte comenzaron a erigirse, entonces, como los lugares preferidos por los artistas urbanos. El final de la década de los 90 constituyó la época dorada de este arte.

Con el Albaicín sembrado de firmas y pintadas, ¿habría que encontrar otro término para diferenciar lo que es un atentado contra el patrimonio sin más y lo que es una obra de arte callejera? "Es muy complicado acotar esto, es como diferenciar entre lo que es arte y lo que no, a lo mejor el mismo que en un momento dado hace una firma está al domingo siguiente pintando un mural, así que cada escritor de grafiti tiene una manera de proceder y no se puede englobar tan fácilmente", contesta Pérez Sendra, artista del spray formado en la Facultad de Bellas Artes que ha dedicado su tiempo a profundizar en la historia local del movimiento hasta convertirlo en objeto de su tesis doctoral.

Esta exhaustiva investigación ha permitido recopilar más de 1.200 fotografías y otros documentos gráficos, presentados en la muestra a través de una línea del tiempo donde se observan los hechos más significativos en la historia local del grafiti. Este mapa cronológico también se detiene en otras fechas históricas como 2001, cuando Sex, luego conocido como El niño de las Pinturas, comienza a escribir en el centro de la ciudad a plena luz del día. Recuerda además el bajón de la actividad que se produce en 2011, a raíz de la proliferación de multas por parte de las autoridades municipales, o el permiso concedido por el Ayuntamiento en 2014 para pintar en muros como el carril bici, situado a espaldas del Parque Federico García Lorca, o la piscina de Hipercor. De aquí se pasa a otro espacio con portadas de periódicos, donde titulares como "La zona cero del vandalismo" o "Graffiteros ¿artistas o gamberros?" dan paso a otros más positivos como "El arte está en la calle" o "Graffitis para colorear la justicia".

El coordinador de la muestra insiste en que su intención es la de estudiar este fenómeno desde un punto de vista global, así que su trabajo también gira en torno a las firmas de grafiteros que pululan por las ciudades, a veces en edificios históricos. "Es un debate muy complicado porque, ¿quién decide lo que es patrimonio y lo que no? A lo mejor una firma puede ser también patrimonio", señala para poner a continuación como ejemplo al escritor madrileño Muelle, uno de los pioneros que falleció a finales de los noventa. De hecho, hay un grupo de investigación en Madrid que quiere conservar sus firmas porque considera que es patrimonio y ha elevado una petición para que, lo que para otros es una gamberrada, sea considerado como Bien de Interés Cultural (BIC). En esta línea, Pérez Sendra recuerda una reciente publicación, Escenas del grafiti en Granada (Ciengramos) con diferentes estudios de investigadores y el artículo de la antropóloga Ariana Sánchez Cota que defiende esta perspectiva.

Así que no es de extrañar que, en su opinión, instalar cámaras en la ciudad para acabar con las firmas en los monumentos no sea la solución. "Al final viviríamos en el Gran Hermano de Orwell".

En cuanto a la escena granadina, un caso peculiar es el del fallecido Hilos, cuyo nombre aparece diseminado por toda la ciudad en lo que es un homenaje de sus amigos, que siguen pintando y dejando su huella en numerosos espacios. Un caso diferente es Alambra, una firma que se repite a cada pocos kilómetros en la carreta de Granada a Motril y cuya actividad no responde a este fin sentimental de recordar a un amigo.

En este punto emerge la figura de El Niño de las Pinturas, el gran nombre de la escena granadina. ¿Puede opacar a otros grandes nombres del grafiti local? "No -responde Pérez Sendra- es un escritor reconocido a nivel internacional y es una persona que ayuda mucho porque los muros libres para pintar que se han conseguido en los últimos tiempos han sido gracias a su mediación, además de que es una persona bastante integrada".

Trip Advisor sitúa a Granada entre las diez ciudades más atractivas del mundo para los amantes del grafiti. El coordinador de la muestra huye de estas clasificaciones "algo sensacionalistas", pero reconoce que Granada tiene fama mundial en el mundo el grafiti por la presencia, entre otros, del Niño de las Pinturas. De hecho, hubo una época dorada en la que muchos jóvenes venían a estudiar Bellas Artes a Granada porque querían pintar en la ciudad; luego la cosa se torció cuando el Ayuntamiento endureció su postura y proliferaron las multas a los artistas del spray. "En muchas ocasiones se pintaba sin pedir permiso en muros cuya propiedad no estaba muy clara y con la intención de embellecer la ciudad, pero en 2008 cambió la cosa y los escritores de la ciudad tuvieron que irse a los pueblos de la periferia o a edificios abandonados".

En la actualidad, la escena del grafiti sufre, en opinión de Pérez Sendra, de algunas contradicciones. "Las instituciones se interesan por el mundo del grafiti, al Niño de las Pinturas le proponen exponer cada dos por tres pero ha tenido que pagar de su bolsillo multas de gran cuantía".

También se muestra un mapa de Granada con las calles de Granada donde más se ha pintado a lo largo de la historia. El Zaidín es uno de los grande distritos, con espacios emblemáticos como la calle Yerma y el callejón del Pretorio; otra zona viva era la Zona Norte y Pulianas, además de La Chana. A finales de los noventa, el grafiti comenzó a acercarse al centro y el entorno de la Biblioteca de Andalucía fue durante años el paraíso del grafitero. Ahora, Armilla, Huétor Vega, Peligros o Maracena acogen a los artistas callejeros que viven una situación de libertad parecida a la de finales de los noventa. "No es una norma, pero puedes ir a un solar a pintar, pasa la policía y se van, pero en la ciudad no puedes pintar ni con el permiso del dueño, tienes que pedir un permiso a Urbanismo que no sé cuánto tiempo tardan en concederlo...", explica.

Y ahora que parece que se va abrir el metro, ¿será el objeto de deseo de los grafiteros para tunearlo como sucede en las grandes capitales? "No sé, eso ya cada uno que busque el soporte que quiera", concluye Pérez Sendra.

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