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Destellos de calidad

compañía nacional de danza

Espectáculo: Gala homenaje a Maya Plisetskaya. Programa: 'In the Night', coreografía de Jerome Robins sobre cuatro nocturnos de Chopin, interpretados en directo al piano por Carlos Faxa; 'El cisne negro', paso a dos, coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov, música de Chaikovski; 'Romeo y Julieta' (Paso a dos del balcón), coreografía de John Cranko, música de Prokofiev; 'Carmen' (extracto del Acto II), coreografía de Johan Inger, música de Shchedrin y Georges Bizet y adicional de Marc Alvárez; 'Suite núm. 2, op. 17, III Romance', coreografía de Uwe Scholz, música de Rachmáninov; 'El corsario. Paso a dos', coreografía de Marius Petipa, música Ricardo Drigo; 'El cisne', coreografía de Ricardo Cué, música de Camile Saint-Saëns; 'Allure', coreografía de Demis Volpe, música Nina Simona; 'Raimonda divertimento', coreografía de José Carlos Martínez, inspirado en las versiones de Petipa y Nureyev), música de Glazunov. Director artístico: José Carlos Martínez. Lugar y fecha: Teatro del Generalife, 20 junio 2016. Aforo: Prácticamente lleno.

Las galas de ballet tienen el riesgo de la monotonía, si inciden demasiado en los pasos a dos, las breves intervenciones de los danzantes, aunque tengan calidad incuestionable, y si los conjuntos programados carecen de la fuerza necesaria para equilibrar el espectáculo. Con todo ello, insistiendo en lo dicho en la primera actuación, dedicada al ballet Don Quijote, donde subrayamos la calidad y brillantez de la compañía y sus bailarines y bailarinas, desde los primeros solistas, al conjunto general, la gala en homenaje a Maya Plisetskaya tuvo destellos de la mencionada calidad que atesora este joven conjunto que dirige José Carlos Martínez, y que ha colocado a la danza clásica española en un lugar destacado en el panorama nacional e internacional, pero no pudo evitar los ribetes, aludidos anteriormente, de la monotonía. Como decía Lord Byron, presente en algún número del programa, la perfección puede ser insípida, si sólo se busca esa meta.

Claro que hay que destacar pureza en cada uno de los pasos, empezando por el elegante y delicado, con tres parejas, envueltas en cuatro nocturnos de Chopin que, por fortuna, Carlos Faxa tocó directamente en el piano, con todos los matices que exige una partitura 'en vivo'. La corrección de su interpretación envolvió a las tres parejas danzantes. Haruki Otani y Aitor Arrieta mostraron el fogoso virtuosismo que exige el paso a dos de El cisne negro, mientras los bailarines invitados del Stutgart Ballet, Alicia Amatrian y Mikhail Kaniskin, ofrecieron con bella plasticidad el paso a dos del balcón del Romeo y Julieta, de Prokófiev.

Más discutible, como conjunto, fue la versión abigarrada del extracto del Acto I, de Carmen, con un popurrí musical de Rodino Shchedrin, Georges Bizet y Marc Alvárez. La coreografía de Johan Inger está bien que pretenda eludir los tópicos de la 'españolada', pero sin caer en otros todavía más tópicos en su seudomodernidad. Recordaré, también como pequeño homenaje a Plisetskaya, lo que escribí el 27 de junio de 1988, tras su actuación en este escenario de la gran artista: "Y el final, amenazado previamente con unas gotas de lluvia, de la Carmen Suite, con la aportación personal de la directora artística del Ballet del Teatro Lírico. Montaje elocuente, bello, con fuerza expresiva. La música de Georges Bizet, adaptada por Rodino Shchedrin, con el pálpito del martillero rítmico y la percusión para un ballet esquemático, pero con poder de comunicación. También dura prueba para una compañía joven, de la que salió muy brillantemente el conjunto español. Por supuesto subrayar que cuando la técnica, la sensibilidad, la inteligencia se mantiene en constante vigilia es posible asistir al regalo de la eterna juventud de la Plisetskaya. Lo importante no es la agilidad del cuerpo, sino todo el compendio expresivo y técnico, todo el caudal que esta gran bailarina pone no sólo en su papel protagonista, sino en un elenco que ofrenda todo el corazón, la sapiencia y el entusiasmo en su contenido".

Valores acrecentados en la actual Compañía Nacional. En su homenaje a que la que fue su directora, seguiremos recordando momentos de calidad, como el paso a dos de El corsario, admirablemente interpretado por YaeGee Park -a la que ya destacaba, en la anterior actuación, como uno de los más sólidos valores de este conjunto-, y Ángel García Molinero. Pero no hay que olvidar, en estas pinceladas de calidad, la altura danzística que demostró Álvaro Madrigal en una versión masculina de El cisne, coreografía de Alvaro Cué, sobre la música de Saint-Saëns. Su perfección, la ductibilidad y hondura expresiva de sus movimientos fue, a mi parecer, lo mejor técnicamente de la noche.

Tras el Allure que interpretó la invitada Alicia Amatriain, la concesión al espectáculo colectivo de Raimonda divertimento, con coreografía de José Carlos Martínez, inspirada en las versiones de Petipa y Nureyev, vistosa y necesaria para suplir la reiteración -que no la calidad demostrada en algunos momentos- en una versión que, aunque grata, no aporta nada nuevo, salvo señalar la altura de este conjunto español.

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