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La revolución de los Ballets Russes

  • Diaguilev estrena en Londres en 1919 el ballet de Falla 'El sombrero de tres picos' En 1989 se celebró el congreso internacional 'España y los Ballets Russes'

Mucho antes de que en el Festival Internacional de Música y Danza, a partir de 1952, el capítulo de danza fuese parte importante de sus programas, con las mejores figuras y conjuntos mundiales y nacionales -Margot Fonteyn, Rudolf Nureyev, Claude Bessy, Plitseskaya, Alicia Alonso, Víctor Ullate, Tamara Rojo, Trinidad Sevillano, Ópera de París, Martha Graham, Maurice Béjart, Bolshoi, Mariinski, Antonio, Gades, Mariemma, todas las agrupaciones de danza española, etc. etc.-, Granada programaba, en su primitivo teatro Isabel la Católica de la Plaza de los Campos, destruido por un incendio durante la guerra civil, los mejores conjuntos y figuras de su tiempo, en todas las parcelas de la artes escénicas.

Ejemplo de ello fueron las dos representaciones que los días 19 y 21 mayo de 1918 dieron la compañía de los Ballets Russes, de Serge Diaghilev, con programas tan diversos como Les Sylphides, Schéhérazade, Le Festin -el primer día- y Carnaval, Cleopatra, Les Papillons y El príncipe Igor, el segundo. Hubo, además, una representación privada realizada el día 20 en la Alhambra. En el Patio de los Leones y otros lugares del palacio el conjunto se hizo un reportaje fotográfico, que se ha conservado en el álbum personal de Valentina Kachouba, con el vestuario de Schéhérazade, que ha sido reproducido internacionalmente, en grupo o con los principales bailarines -Valentina Kachouba, Chernichova, Zverev, Boneskaia…-

La compañía estaba formada en aquella tourné por España por 52 bailarinas y 22 bailarines. Recorrieron prácticamente todo el país. Casi todas las provincias pudieron admirar el arte, la revolución danzística de los coreógrafos y las figuras más importantes del momento, desde Massine o Balanchine a Nijinski o Ana Paulova. Sus cuatro visitas a Madrid -1916, 1917, 1918 y 1921- y tres a Barcelona dejarían la huella fecunda de la modernidad, en sus corografías, y, muy especialmente en las músicas que habían revolucionado al París de la anteguerra, con Stravinsky a la cabeza, del que se interpretó Petrouchka y El pájaro de fuego, pero, se omitió la más revolucionaria de todas como fue La consagración de la primavera, coreografiada por Nijinski.

Siempre es oportuno, en un festival en el que la danza ha tenido un capítulo importante, recordar el significado que para el mundo escénico tuvieron los Ballets Russes de Diaguilev, que en 1909 se fraguaron en París, con figuras del Ballet Imperial del Teatro Mariinsky de San Peterburgo, dirigidos por el coreógrafo Marius Petipa. En 1911 el conjunto se independiza y se enriquece con nuevos bailarines y coreógrafos como Balanchine, Fokine, Karsavina , Nijinski; músicos como Debussy, Stravinsky, Prokofiev, Satie, Strauss, Falla, posteriormente, en su etapa española, tras el éxodo de la compañía por la guerra europea, con El sombrero de tres picos (El tricornio); y pintores que se irían incorporando como Bakst, Benois, Braque, Derain, Matisse y más tarde Picasso, que haría los decorados y el vestuario de El sombrero de tres picos.

Precisamente, sobre este reconocimiento hay que partir del Congreso internacional 'España y los Ballets Russes', organizado por el INAE y coordinado por Vicente García-Márquez -uno de los grandes expertos que ha tenido nuestro país sobre esta decisiva aportación- que se celebró, coincidiendo con la 38 edición del Festival, del 17 al 19 de junio de 1989 en el Centro Cultural Manuel de Falla, en el que participaron estudiosos de numerosos países y en el que se instaló una importante exposición que inauguró el ministro de Cultura Jorge Semprún. Coincidía con la renovadora etapa de Marycarmen Palma al frente del certamen

El alma de aquel congreso y exposición, como decía, fue el profesor Vicente García-Márquez, que hacía unas declaraciones a un compañero de la información y críticas de los Festivales en el periódico Ideal, Andrés Molinari, el 16 de junio de 1989, sobre el interés mundial que había despertado el congreso: "La coincidencia de aniversarios de El sombrero de tres picos, con coreografía de Massine y decorados de Picasso, de la gran gira de Diaghilev por España y de la muerte de Massine, hace especialmente interesante esta conmemoración en un país como España. Por otra parte, en Granada se van a reunir durante unos días los mejores especialistas del momento en Ballet rusos y la crítica especializada en relación de estos artistas con la cultura europea de su tiempo y en especial con la de procedencia hispánica. Estarán en Granada escritores, críticos, directores de ballets, enviados especiales y profesores que expondrán sus conclusiones sobre esta etapa un tanto olvidada de la historia de la cultura del siglo XX. Y en la exposición se podrán ver magníficas obras de Picasso, Sert, Gris, Miró, junto a fotografías de Massine, Diaghilev, Falla, María Albaicín, Cocteau, etc. Mucho de este material nunca antes había sido exhibido y no ha sido, tampoco, reproducido".

En diciembre del año 2000 -más de una década después, cuando ya habían fallecido García-Márquez y la bailarina Valentina Kachouba, almas de aquel Congreso- se terminó de imprimir el libro Los Ballets Russes de Diaghilev y España, en una edición de Ivan Nommick y Antonio Álvarez Cañibano, de la Fundación Archivo Manuel de Falla y el Centro de Documentación de Música Danza-INAEM que recogería las actas del Congreso y añadiría otros trabajos especializados sobre el tema, y abundantes ilustraciones, de la exposición y de los archivos Falla y otros fundamentales en esta historia de la cultura rusa y española. Un libro fundamental para trazar la etapa de los ballets rusos en España, su influencia recíproca, entre la universalidad y los acentos hispanos, para concluir con la colaboración entre Falla, Diaghilev y Massine que culminaría con el estreno en Londres, en la sala Alhambra, de El sombrero de tres picos, el 22 de julio de 1919, basado en la obra de Pedro Antonio de Alarcón, en la adaptación de María Legárraja. Una vez más, presencia de Granada en la obra de Falla.

No pretendo en esta referencia una aproximación al tema Falla-Diaghilev-Massine-Picasso que habrá que dejar para otro centenario, como nos tiene acostumbrados en los últimos años el Festival. Pero habrá que decir que la obra, con los decorados picasianos, ha estado presente en ediciones del certamen, como lo han estado todas las coreografías que llevaron los Ballets Rusos de La Consagración de la Primavera o El pájaro de fuego, contempladas en su totalidad, junto con otras programadas, y no sólo en fragmentos que ofrecerá este año el Bolshoi, pero que constituyen un atractivo homenaje a los ballets que sus paisanos llevaron por todo el mundo, desde el París de la anteguerra, como un grito no sólo de la riqueza de la gran escuela rusa de ballet, sino lo que representó en la auténtica revolución de una Europa unida por la diversidad de todas las facetas de la cultura que es lo que pervive del gran espíritu europeo. Revolución cultural, musical, pictórica, literaria… Pero revolución, al fin y al cabo. En el citado libro se recoge un importante trabajo que presentó John K. Walsh en el Congreso sobre el contexto cultural y socio-político de aquel tiempo: "El papel simbólico de Le Sacre du printemps, representado por supuesto por los Ballets Russes de Diaghilev, no sólo indica un bravo golpe o impulso artístico -suficiente para liberar, con sus nuevas ansiedades y sexualidades, la imaginación de una generación-. También la obra en sí parece anunciar la horrenda violencia que pronto va a estallar -después de aquella tranquilidad y prosperidad de una bella época- en la Gran Guerra.

Le Sacre anticipa el todavía incomprensible terror de la conflagración, en la que en una sola batalla (la de Verdún, por ejemplo) morirían un millón de jóvenes como si de un arbusto en llamas se tratara".

El primer viaje de Diaghilev por Andalucía, en 1916, junto con Falla y Massine -como decía asistió al concierto de Las noches- dejó atrapado a Diaguilev y Massine por la cultura española y, muy especialmente, por el arte popular andaluz, que bebió de cerca con cantaores y guitarristas. El productor ruso propuso a Falla una coreografía basada en El Generalife de Noches en los jardines de España. Pero el compositor rechazó la idea y le propuso la partitura en la que estaba trabajando para los Sierra, El sombrero de tres picos, repetida en los programas del certamen y abundante en referencias, orígenes, colaboraciones., etc., etc.

Siempre es un lujo contemplar un gran ballet, de la historia y significado, del Bolshoi -cuyas jóvenes figuras de los últimos cursos de la escuela, estuvieron en el Generalife en 1970- y, aunque sea con pequeños ballets o fragmentos de los mismos, con la ausencia de orquesta, tan importante en estas veladas, contemplar en el primer programa Apollon musagéte y Petrouchka, de Strawinski, con coreografías, respectivamente de Balanchine y Fokine; un paso a dos de El espectro de la Rosa, de Fokine-Weber; otro paso a dos2 de La bella durmiente, de Sergenev-Schaikovski; la Farruca de El Sombrero de tres picos, de Massine-Falla; El solo de Obertura de L'apresmidi d'un faune, que coreografió y bailó semidesnudo Nijinski, sobre la música de Debussy, y el ballet en un acto Clasical Symphony, coreografía de Posokov sobre la música de Prokofiev. Y en el segundo, deleitarse con el paso a dos de Le Pavillón d'Armide, de Fokini-Cherepin; la escena del cisne negro, del acto III de El lago de los cisnes, de Michael Fokine-Chaikovski; el paso a dos de Shéhérazade y el esclavo, de Fokini-Rinsky Korsakov; La muerte del cisne, de Fokine Saint-Säens; y Les Sílfides, el delicado ballet en un acto de universalizó Fokine sobre música de Chopin. Son indiscutibles alicientes para dos jornadas en las que se rinde homenaje no sólo a los Ballets Rusos, sino a los grandes coreógrafos y músicos que formaron parte de aquella revolución cultural europea, a la que rinde recuerdo estas líneas.

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