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Un paseo en góndola con Jaroussky

  • Philippe Jarouskky y el Ensemble Artaesse ofrecieron un recital muy bello y de gran refinamiento en el Palacio de Carlos V

Escuchar la voz de Philippe Jarouskky es como deslizarse en góndola por los canales de Venezia disfrutando de los reflejos de velas y del rumor de risas y conversaciones que escapan por los balcones abiertos de los 'palazzi'. Es como trasladarnos a una placeta de Florencia donde alguien dejó un halo de perfume Santa María Novella. Es sentir la magia de un jardín de naranjos y limoneros testigo de unos besos. Es una voz, en definitiva, que anoche nos trasladó a un mundo delicado y bello junto al Ensemble Artaesse. Elegante, refinada, llena de matices y con una expresividad contenida. Instrumentos musicales de la época como la tiorba, que tiene un encanto y una belleza excepcional, las cornetas, la viola de gamba sonaron envolventes, con encanto, en un recinto que por su estilo renacentista se daba la mano con el epíritu de la música que escuchábamos. Quizás es una música para ser representada en espacios más pequeños, porque se pierde un poco en la grandiosidad de un Carlos V que tiene el cielo como techo.

Entre otras obras, el Lamento de Polemone Berenice, dove sei?, de Il Tito de Cesti, estrenada en Venecia en 1666 y Le Disgrazie d'Amore. También la Sonata a dos La Spilimberga de Giovanni Legrenzi (1626-1690), maestro de capilla en la catedral de San Marcos. Y el Aria Gelosia, lasciami in pace, de Agostino Steffani (1654-1728), que como su nombre indica nos introdujo por los emocionantes altos y bajos del ánimo que provoca el sentimiento de los celos por la persona amada.

Muy bellas y bien interpretadas las obras instrumentales: las sonatas para violín de Pandolfi (1629-1679), que llegó a ser violinista al servicio de los Austrias en Madrid; una sinfonía de Frescobaldi (1583-1643), organista en el Vaticano y dos sinfonías de Marco Uccellini (1603- 1680).

Una velada muy especial, que llenó de paz y calma a los espectadores y que demuestra que no anda descaminado el director artístico de la OCG, Andrea Marcon, queriendo introducir ópera de estos siglos en el repertorio habitual de la OCG. Porque ópera no es solamente una gran producción de Verdi o de Wagner. Hay verdaderas joyas, bien olvidadas o bien que hay que rescatar como esta música deliciosa y llena de belleza escrita hace 400 años que ayer nos cautivó en Carlos V.

Con este programa excepcional y refinado celebramos la entrada del mes de julio marcado con el encanto del pasado.

Un concierto de una belleza excepcional.

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