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Notabilidad confirmada

  • Simon Rattle con la London Symphony y Juan Diego Flórez, referencias de una edición apoyada en los tradicionales ciclos sinfónicos y de danza

Calificaba de notable la presentación del programa del 65 Festival Internacional de Música y Danza de Granada, calificación que tengo que confirmar en mi personal análisis final. Y esa grata impresión que nos deja el certamen se apoya, fundamentalmente, en la mirada a la fórmula que ha triunfado en la historia del más importante acontecimiento cultural de Granada: El ciclo sinfónico, culminado con la presencia de sir Simon Rattle, al frente de la London Symphony Orchestra, conjunto que cada vez que tenemos ocasión de admirar en el Festival, rubrica lo que se espera de una de las mejores orquestas europeas; el de danza, también subrayado por la presencia estelar de las estrellas del Bolshoi, en su homenaje a los Ballets Rusos de Diaghilev; la vuelta imprescindibles de las estrellas actuales en los diversos campos interpretativos, como es el caso del tenor ligero peruano Juan Diego Flórez; música de cámara y referencias, en este caso esquemáticas, al IV centenario de las muertes de Cervantes y de Shakespeare, el pobremente recordado centenario de la de Granados -en uno de cuyos conciertos descubrí el auditorio pueblerino del Centro García Lorca-, y el insuficiente del 80 aniversario del asesinato de Federico García Lorca que cerró Miguel Poveda, desde el punto de vista flamenco, que, pese a su importancia, no debe ser la única referencia lorquiana más importante, como para clausurar un Festival. Y, junto a ello, mucha variedad e, incluso, con actuaciones coincidentes de los matinales, música en Palacio, Fex, etc. que, aunque haya público para todo, es difícil concentrar la atención crítica o popular en coincidencias que pueden colocar, sin merecerlo, en segundo plano diversas actuaciones del Festival.

El ciclo sinfónico, decía, no sólo lo ha protagonizado la extraordinaria Sinfónica de Londres y la batuta y manos modeladoras del alma de una orquesta del elocuente Simon Rattle, con la luminosa interpretación de las Variaciones Enigma, de Edward Elgar, y luchando para desentrañar la injustificadamente extensa, abigarrada y confusa Sinfonía num. 2, de Rachmáninov -el propio autor reconocía no estar a la altura de los grandes sinfonistas rusos-, sino por la vuelta del granadino Miguel Ángel Gómez Martínez, en el concierto-homenaje a los centenarios de la muerte de Cervantes y Shakespeare, con la Orquesta y Coro de RTVE. El poema sinfónico Don Quijote, admirado en otras interpretaciones, con las que no desmereció la versión limpia de Miguel Ángel y la presencia del violonchelista granadino Guillermo Pastrana, dando aliento vital al caballero de la triste figura. Le estorbó las esquemáticas proyecciones, tampoco justificadas en la versión para un narrador de la solvencia escénica de Tristán Ulloa y la expresión corporal de la bailarina Sol Picó. La música cinematográfica para el personaje de Enrique V, de William Walton Henry tiene un valor secundario, apoyada en las reminiscencias historicistas, más que en la personalidad del monarca y su tiempo que, en todo caso, con fechas incluidas, no dicen nada especial. Otros Festivales se han acercado al Shakespeare musical, con la multitud de obras, oberturas, óperas, etc. que se han prodigado a lo largo de la historia musical, inspirada por los personajes de los dramas o comedias del de Stratford-on-Avon.

Hubo un momento importante con el recuerdo a los cien años del estreno de Noches en los jardines de España, que días después interpretara el propio Falla, en el Palacio de Carlos V, a cargo de la Royal Philharmonic Orchestra, dirigida por Charles Dutoit, y un magnífico Javier Perianes que no sólo hizo una versión poderosa de las Noches, sino que bordó el Concierto para piano y orquesta en sol mayor, de Ravel. La luminosa mirada a a Falla y su tiempo se completó con una vigorosa suite de El pajaro de fuego.

La Filarmónica de la BBC, de Manchester -no confundir con la Sinfónica de la BBC, principal orquesta de la cadena- tuvo, también, presencia española, en su director titular Juanjo Mena y en uno de los grandes violonchelistas actuales que es el joven Pablo Fernández que deslumbró con el Concierto para piano y orquesta, de Dvorak. Más discutible fue la versión de la Patética, de Chaikovski, donde, salvo momentos muy concretos y dispersos, no se consiguió el dramatismo e intensidad que requiere esta sinfonía.

El ciclo se completó, con la juventud ilusionante de la JONDE, con Zacharias al piano y a la dirección. Un compañero valoró muy positivamente a piano y orquesta, en el hermoso concierto de Schumann. La OCG cerró este importante apartado con el concierto para dos pianos, de Mozart, con Katia y Marielle Labèque, y la Sinfonía núm. 5, de Beethoven, con la dirección de su titular Andrea Marcon. La orquesta granadina ha sido fundamental en los 25 años del Festival, como soporte de las representaciones operísticas o como protagonista.

El otro ciclo, el de danza, ha estado dignamente representado por la Compañía Nacional, dirigida por José Carlos Martínez. Su Don Quijote y la gala en homenaje a Maya Plisetskaya estuvieron a la altura de otros conjuntos de danza europeos que no sean, por supuesto, el Bolshoi o el Ballet de la Ópera de París, por ejemplo. Las estrellas del Bolshoi, los solistas del Mariinski y de la Opera de Bucarest deleitaron con su perfección y alta escuela en Homenaje a los Ballets Rusos de Diaghilev, con pinceladas magistrales individuales o en pasos a dos y muy pocos ballets completos, en el que brilló la belleza blanca de Apollon musagète, de Stravinski y poco más. Destacar la presencia en las dos sesiones de una de las figuras internacionales de la danza como es Ivan Vasilev.

Cerró el ciclo el archiconocido Lago de los cisnes que han interpretado las mejores compañías europeas, empezando por el Ballet de la Ópera de París y terminando con la más reciente e inolvidable Tamara Rojo, en el doble papel de Odette-Odile. El Ballet del Teatro Nacional de Praga rubricó una versión digna, cuidada en su nutrido y selecto grupo de bailarinas y bailarines, elegante, pero con cierta frialdad y distanciamiento que, en el acto III superaron con las danzas nacionales y, sobre todo, con un esforzado y notable paso a dos del cisne negro, donde Miho Ogimoto y Giovanni Rotolo, mostraron lo mejor de su virtuosismo y calidad individual.

La historia del Festival es un rico mosaico de estrellas en todos los campos de la música y la danza que he tenido oportunidad de comentar: Las mejores orquestas europeas, los nombres de directores como Argenta, Frühbeck y tantos otros españoles, extranjeros como Mawrinski, Karajan, Celibidache, Maazel, Colin, Mehta, Eschenbach, Haitink, Barenboim, en su dualidad como pianista, en cuyo capítulo son inolvidables Gieseking, Rubinstein, Kempf, Richter y todos los grandes españoles, como ocurre con las voces de todas las españolas y españoles, junto con la de la gran Jessye Norman o la Schwarzkopf, o la danza de Fonteyn, Nureyev, Bessy…

Y en éste estrellato ha aparecido, por fin, el reclamado tenor ligero peruano Juan Diego Flórez que, acompañado por la OCG, entusiasmó a todos, por la belleza de su voz, el dominio de todos los recursos y estilos y, especialmente, por su acercamiento popular a todos los públicos. Su Adiós Granada, acompañado a la guitarra por un joven sobrino del desaparecido Habichuela, o la maestría con la que superó los tópicos de la Granada, de Agustín Lara, quedará en el recuerdo de los asistentes de la edición inaugural, tras haber ofrecido un recital deslumbrante con arias y canciones de los grandes maestros de la especialidad.

Ha habido muchas más cosas, entre ellas la actuación del contratenor Philippe Jaroussky que, junto con Ensemble Artaserse, fue un descubridor, en su voz extremadamente aguda, de los tesoros del 'Settecento'. Y, además del flamenco, en el poderoso baile de la Yerbabuena y el cierre de la 65 edición, en olor de multitudes de Poveda, no olvidaremos la música de cámara de calidad, poesía y música de la mano, recitales diversos -algunos pocos apropiados, como el de Anousha Shankr, al inundar el Patio de los Arrayanes de altavoces, cuando es un recinto pensado para escuchar los sonidos del agua-, un nutrido FEX distribuido por la ciudad y provincia, etc. Y algo que he recordado de otras ediciones: las exposiciones importantes de arte. Este año, en el Palacio de Carlos V, podemos admirar la de Zuloaga, un pintor tan relacionado con Manuel de Falla. Y todo ello arropado por gran afluencia de público. Con las sombras reseñadas y la falta de en su 65 edición de producciones propias, puede decirse que ha sido uno de los que se han acercado más en los últimos años, pese a sus repeticiones, a lo que debe ser el certamen, por su historia y, sobre todo, por lo que representa para las nuevas generaciones que no han bebido directamente en sus fuentes.

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