Cultura

El Bosco en la hora bruja

  • Este domingo culmina la exposición del V centenario del enigmático artista que se inauguró en mayo en el Prado y que ya ha superado las 500.000 visitas.

La fascinación que la obra y la enigmática personalidad del Bosco ejercen sobre el espectador traspasa los siglos con la misma facilidad con la que la portentosa imaginación del artífice de El jardín de las delicias se deslizaba por su pincel. De hecho, a tres días de que El Bosco. La exposición del V centenario eche el cierre en el Museo del Prado son más de 500.000 personas las que se han interesado por escudriñar los misterios del autor, superando así la cifra cosechada en la exposición antológica de Sorolla en 2009 que con 459.267 visitantes fue la más concurrida del siglo XXI. Misterios que Pilar Silva, jefa del departamento de Pintura española (1100-1500) y Pintura flamenca y Escuelas del norte de la pinacoteca, desvela en la hora bruja a un grupo de visitantes a los que el presidente del Patronato del Prado, José Pedro Pérez-Llorca, abre las puertas de uno de los más importantes museos del mundo.

Y es que al término de las visitas especiales (hasta la medianoche) previstas durante los dos últimos fines de semana de la exposición, el Prado, de nuevo, se queda vacío, silente y magnífico, ofreciendo una estampa única que contempla la expedición que recorre durante unas dos horas las salas dedicadas al Bosco y la vídeoinstalación El jardín infinito, preparada por el equipo del museo ex profeso para la conmemoración de los 500 años de la muerte del artista.

"De las 25 obras que conocemos del Bosco, hemos conseguido exhibir aquí 21 más 8 dibujos originales del autor -entre obras del Prado y diferentes préstamos-, piezas que hemos distribuido en varias secciones temáticas", comienza el periplo Silva en el umbral de la medianoche, al filo de este mundo terreno y presintiendo ya el abismo al infierno y los placeres que se abren en la obra del Bosco.

Exhuberante imaginación y precisión técnica que se alían con en un fin moralizante. En vez de mostrarnos cómo llegar al cielo, el Bosco "nos advierte de lo que no debemos hacer si es que no queremos ir al infierno", recalca la conservadora durante la visita, en la que sólo se escuchan los pasos ansiosos del privilegiado público que curiosea entre la pintura moralizante, "pero tan divertida", de Hieronymus van Aeken Bosch.

"Nosotros tenemos que evitar esto, pero nos lo pone tan bien que nos dan ganas de hacerlo aunque no queramos ir al infierno", bromea Silva frente al imponente tríptico de El jardín de las delicias, una de las paradas imprescindibles dentro de esta antológica que arranca con una serie de obras destinadas a contextualizar al autor. No hay lugar mejor para comenzar que el Mercado de telas en 'S-Hertogenbosh, ciudad natal del Bosco, de la que toma su nombre artístico, y plaza donde vivió tanto con su familia como cuando contrajo matrimonio. En 1530 el pintor la retrata en un óleo sobre tabla que llega hasta esta muestra procedente de su tierra.

La cicerone de excepción de la visita habla entonces de cómo esa Plaza del Mercado es la gran ventana al mundo para el autor que contempla el discurrir de la vida y la cotidianidad, "de la que toma muchos elementos". Su devoción también es otra característica que se plasma en sus obras. De hecho, el Bosco fue hermano jurado de la Ilustre Hermandad de Nuestra Señora, que contaba con unos 12.000 cofrades, y de la que provienen los relieves que formaban parte del altar de la cofradía.

Tras este primer acercamiento al autor, la muestra continúa con las obras dedicadas a la infancia y vida pública de Cristo, un área temática que acoge, para Silva, la pieza más relevante del Bosco. "Aunque la obra más emblemática del Bosco es El jardín de las delicias, la más importante, la más excepcional por la percepción y el estado de conservación, es el tríptico La adoración de los magos, obra que pertenece al Prado".

De su manufactura se traduce no sólo su impresionante capacidad técnica e iconográfica, "pues creaba efectos a través de superposición de capas, bastantes y gruesas", sino también "su increíble capacidad de invención, pues aunque se le consideraba desde el siglo XVI un hacedor de demonios, realmente su meta era la originalidad".

Otra adoración, la procedente del Metropolitan de Nueva York -posiblemente primera obra que se conserva del autor (1475-80)-; el Tríptico de santa Wilgefortis -donde se demuestra que "el Bosco pintaba como un dibujante y dibujaba como un pintor", apunta la conservadora-; El carro de heno -de 1515, probablemente la última que realizó- se convirtieron en foco de atracción junto al Tríptico de las tentaciones de San Antonio Abad, tesoro nacional portugués, ahjora en el Prado gracias a un convenio con el Ministerio de Cultura del país vecino.

Pero si hay una pieza que imanta a los visitantes tanto en esta muestra temporal como en la colección permanente del Prado, esa es El jardín de las delicias. El monumental tríptico es mimado y desmenuzado gracias a la exhibición de la documentación técnica de la obra en la que han trabajado los conservadores. "Hemos trabajado desde las ocho de la noche a las diez de la mañana dos equipos durante una semana, ya que si normalmente se hacen 10 o 12 tomas para una obra normal, aquí se han necesitado 120", explica la comisaria sobre el exhaustivo estudio de El jardín de las delicias que se puede contemplar alrededor de la cautivadora pieza, mostrando sus entrañas. Así, se da cuenta de los cambios de colocación de Adán y Eva y Cristo, la supresión de una escena lésbica, un diseño anterior de la fuente de los cuatro ríos y también la eliminación de algunas figuras inquietantes como "una especie de mono con manos agarrotadas" y "unas vasijas enormes" hasta la altura del hombre-árbol, "la creación fantástica más importante del Bosco", puntualiza Silva, que también hace parada en el dibujo autónomo dedicado a este personaje.

Las dos de la madrugada ya están más cerca que la una, pero frente al Jardín no pasa el tiempo. Es la conservadora quien llama la atención sobre otra pieza excepcional acerca de las debilidades humanas, la Mesa de los pecados capitales. "Nadie más que él hubiera sido capaz de crear estas representaciones de los pecados capitales porque cada uno son pequeñas escenas de género, con lo que se anticipa a lo que será la gran pintura de género en el mundo holandés y flamenco".

La guía repasa las escenas con la misma maestría con la que luego conducirá al grupo por los secretos de La piedra de la locura o El nido del búho. Pasó la hora de las brujas y de los pecados. El grupo abandona el Prado pleno en el goce de los sentidos. Para disgusto, a buen seguro, del Bosco...

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