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La cultura se cuelga del aro

  • El cine ha retratado el mundo del baloncesto basándose en el tópico de los chicos de barrio que se redimen en una cancha

La generación que se enganchó al baloncesto en los ochenta tiene guardado en la mejor estantería de la memoria el VHS de Michael Jordan's Playground. En los títulos de crédito aparece un tal Zack Snyder, que años después firmó taquillazos como 300 o Man of Steel, pero que en sus inicios se dedicó a filmar a superhéroes de carne y hueso que volaban sin necesidad de ponerse unos calzoncillos y una capa roja. La relación entre el cine y el baloncesto va mucho más de Jack Nicholson sentado en primera línea del Staples Center viendo a sus Angeles Lakers del alma. Más allá de Spike Lee en el Madison Square Garden esperando durante décadas que los New York Knicks vuelvan a ganar el anillo 43 años después. El Covirán Granada comienza este próximo sábado su asalto a la LEB Oro y sus jugadores tienen un buen número de películas y de libros que ofrecen diferentes perspectivas de un deporte que ha conseguido crear a su alrededor toda una cultura.

Entre las películas, la más conocida para muchos es Hoosiers: más que ídolos (1986), la típica historia de superación personal que la industria del cine estadounidense fabrica como churros o, más bien, como cupcakes. Aquí es Gene Hackman el entrenador que cambia la vida a un grupo de adolescentes, discurso épico incluido que lo mismo vale para una película de baloncesto que para una de romanos como Gladiator.

Un tópico en el género, como el dramatismo de los segundos finales del partido o el tiro final a cámara lenta que separa la gloria del fracaso, que lo mismo da para una película de Hollywood que para un anuncio de Nocilla. Tan grabado ha quedado Hoosiers en la memoria sentimental de EEUU que los Indiana Pacers de la NBA celebraron los 30 años de la película vistiendo la camiseta de Hickory High.

Samuel L. Jackson también se puso el chandal para interpretar Entrenador Carter (2005), un hombre que quiere redimir a unos jugadores irrespetuosos que están más cerca de entrar en la banda de Tony Montana que de ingresar en la universidad. Otra opción alternativa para estos jugadores del filme podría haber sido fichar por los Washington Wizards de 2010, cuando Gilbert Arenas y Javaris Crittenton se apuntaron con pistolas en el vestuario de la franquicia de la capital de EEUU.

Otro actor metido a entrenador es Nick Nolte en Ganar de cualquier manera (1994), una película dirigida por William Friedkin, el mismo que ganó el Oscar en 1971 por El exorcista. Aquí aparece como protagonista Shaquille O'Neal, el gigante que acabó ganando el Anillo de la NBA en cuatro ocasiones, el MVP de la ligar regular en el 2000 y que, por este papel, estuvo nominado a los Premios Razzie como uno de los peores actores del año. Este filme se adelantó en el tiempo y dejó de un lado los tópicos para centrarse en una historia en la que las universidades pagan en secreto a sus estrellas aunque lo prohiba el reglamento universitario. Tres años después, en el 97, saltó la noticia de que los conocidos como Fab Five de los Michigan Wolverines habían cobrado en negro tal y como se contaba en Ganar de cualquier manera, un escándalo en el que se vio salpicado Chris Webber.

El baloncesto también ha servido para reflejar el conflicto racial en EEUU, con películas como Camino a la gloria (2006) o Los blancos no la saben meter (1991). "El baloncesto es un juego de negros y lo seguirá siendo siempre", zanjó en su momento el mítico jugador de los Celtics Larry Bird, como poniéndose de parte de Wesley Snipes en la película que causó cierto revuelo en España por las connotaciones sexuales del título, una traducción libre del original White Men Can't Jump.

El director que mejor ha retratado el baloncesto americano ha sido Spike Lee, un cineasta que consiguió rodar una suerte de Romeo y Julieta con camisetas de tirantes y una cancha al fondo en Amor y baloncesto (2000). En Una mala jugada (1998), el protagonista es un presidiario, encarcelado por asesinar a su esposa, que tiene que convencer a su hijo de que acuda a una universidad a jugar al baloncesto a cambio de una pena más breve. El padre es Denzel Washington y el prometedor jugador es Ray Allen, que interpreta al llamado "Jesus de Coney Island" y que, a diferencia de Shaq, tuvo una gran aceptación de la crítica con su trabajo como actor. Allen acabó convirtiéndose en uno de los mejores tiradores de la NBA y, quizás, el mejor intérprete que han dado las canchas de basket.

El mundo del baloncesto callejero está plasmado en Above The Rim (1994), ambientado en un playground de Harlem entre delincuentes y narcotraficantes, una combinación que, en la vida real, acabó con la vida de jugadores como Len Bias, el número 2 del draft de 1986 que murió de una sobredosis antes de poder debutar con Boston Celtics.

Al principio fueron cameos fugaces de las estrellas del momento, como Kareem Abdul Jabbar en Aterriza como puedas (1980), que también tuvo una presencia que a día de hoy le vale la entrada en el Hall of Fame del mundo friki, con su combate a muerte con Bruce Lee en Game of death. O Wilt Chamberlain, que tuvo un papel secundario en Conan el Destructor (1984), junto a Arnold Schwarzenegger. El pívot Mark McNamara acabó metiéndose en la piel de Chewbacca en El imperio contraataca, sustituyendo al actor original, aunque el director descartó finalmente las tomas en las que apareció el ex del Real Madrid y de San Antonio Spurs porque no encajaban con el trabajo previo. Y eso que meterse en la piel del peludo amigo de Han Solo no era interpretar a Vito Corleone en El Padrino, precisamente la película que utilizó LeBron James para mentalizarse antes de la final de la NBA de este año que enfrentó a sus Cleveland Cavaliers contra Golden State Warriors. Y no le fue mal, porque acabó ganando el anillo a los de la Bahía de San Francisco.

En este capítulo no podía faltar Michael Jordan, el mejor jugador de todos los tiempos que se pasó una eternidad delante del croma para rodar Space Jam (1996), donde lidera un equipo de estrellas del cartoon con Bugs Bunny o el Pato Lucas. Se hartó de jugar contra sombras, casi lo mismo que cuando jugó con Chicago Bulls.

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