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El reverso icónico de la santidad

  • La iglesia parroquial de Santa María de la Alhambra exhibe con carácter permanente el cuadro de Benito Prieto Coussent titulado 'El Padre Damián'

La iglesia parroquial de Santa María de la Alhambra exhibe desde ayer y con carácter permanente el cuadro famoso de un autor sin duda tocado por el dedo de la historia como fue Benito Prieto Coussent (Ribadeo 1907, Granada 2001). El cuadro se titula El Padre Damián, una obra muy original e impactante que el pintor gallego hizo sobre San Damián de Molokay, una península conocida por ser el destino de los leprosos. Al acto acudieron académicos de la Real Academia de Bellas Artes de cuyos fondos salió éste cuadro que Benito Prieto pintó no en lienzo sino en arpillera y cuyas pinturas tuvieron a varias tierras como forja para las mismas, según informó el párroco Antonio Muñoz Osorio.

Esta obra es todo un modelo de realismo que se puede considerar como el reverso de la santidad que en su contrario exhibe la pintura española y la escuela granadina que abarca desde el siglo XVI al XVIII. La belleza que expresa el Padre Damián no es la de ángeles excelsos rodeando a un santo varón que proyecta el arte del Renacimiento, sino todo lo contrario. Es una obra a cara de perro que retrata a la lepra y lo que ella conlleva de deterioro descarnado entre un santo tal cual afectado por tan insolidaria enfermedad que espantaba como la peste. El Padre Damián, sentado en su "trono" de leproso está rodeado de la esperanza de su tiempo con una completa iconografía católica que lo rodea con un halo especial donde el aura es su cruda realidad. Un crucifijo de madera silvestre a la derecha de la arpillera pintada, atado con una soga y exhibiendo en su mano derecha un libro sagrado con un potente color, que destaca en todo el cuadro, emerge la imagen del Dios cristiano con rasgos muy bizantinos y que el santo sostiene abierto al horizonte de quién lo visualiza, resultan ejemplares en el conjunto del cuadro.

El pintor Benito Prieto con una vida muy marcada por la Guerra Civil Española y lo que en ella le tocó vivir acentuó su carácter. Su presidio lo marcó como un cincel marca al duro granito. El humanismo espiritual de Benito Prieto se volcó con una inquietud muy lúcida que en su constelación creativa le llevó al retrato tal cual de muchos compañeros de infortunio y de un sin fin de otras personas que se relacionaron con él y su pintura contemporánea que, con una fuerza inaudita hasta el propio Salvador Dalí elogiaba con suma prudencia.

La Real Academia de Bellas Artes propietaria del cuadro por donación ha tenido al mismo depositado en sus fondos por no disponer de una sala de exposiciones propia. Y aunque éste impresionante cuadro del Padre Damián fue expuesto por última vez en la Madraza Yusufiyya de la calle Oficios en 1984, desde entonces ha estado fuera de la vista aunque ha seguido manteniendo un misterioso eco en los círculos culturales de Granada y fuera de ella. El propio párroco informó que desde que ha sido instalado en el interior del templo ya recibe visitas de importantes directores de museos de todo el mundo conocedores de la obra de Benito Prieto no sólo por éste insuperable realismo de la belleza que atrapa el Padre Damián, sino también por su obra genérica entre la que destaca el denominado Cristo Crucificado que va a tener por su autor cuatro versiones sobre el primerizo cuadro.

Fruto de su tránsito pictórico con la mente y su humanismo enfocado hacia la imagen única de un Jesucristo crucificado, Benito Prieto, le dedica al presidente católico de los Estados Unidos de Norteamérica, asesinado en la ciudad de Dallas, Jhon Fitzgerald Kennedy, el último de ellos que ya pasó a denominarse El Cristo de Kennedy. Este excelente cuadro forjado por una mano fuera de toda época también se encuentra en la capilla anexa a la del Padre Damián constituyendo esta exhibición permanente una insólita invitación para subir a visionar ambas obras que en su conjunto disponen de un nivel de atracción internacional.

Esta reposición de las obras y la vida de Benito Prieto Coussent, un gallego hasta su muerte que sin embargo también eligió a Granada, a la localidad de El Padul hasta su muerte a los 93 años en tierras granadinas como a su patria alternativa al casarse con una granadina y, tras su fallecimiento, con otra más, supo destilar el amargo cáliz de su tiempo con una fe ciega en pintar desde una óptica de pura modernidad alabada por los grandes compañeros de su tiempo a un Dios cristiano desde el reverso de la belleza que durante tres siglos fuese objeto pintar a un crucificado. Benito Prieto avanzó la cosmovisión del mismo y su mágica técnica así lo consolidó conforme nos abre a todos el reverso de una nueva visión de la santidad vista como una realidad incómoda a la que debemos enfrentarnos. Más su destreza, transcurridos ya decenios, ahora se nos manifiesta como una ventana nueva hacia una caridad pictórica que él transformó en solidaridad.

Las aportaciones que los académicos están realizando, entre ellos Jesús García Calderón, aumentando el patrimonio cultural de la ciudad debería tener su reflejo institucional para que nuestra ciudad pueda despegar como un genuino motor cultural al disponer de unos fondos únicos quizá muy repartidos y que alguien debería ir engarzando para tener un atractivo propio y unificado que nos eleve como capital cultural.

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