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La Tierra Media según Jackson

  • A un mes de que empiece el rodaje de 'El Hobbit', un profesor granadino que formó parte del comité asesor de guionistas desgrana los aciertos y los fallos de la adaptación de 'El Señor de los Anillos' a la gran pantalla

A pesar de entrar en la historia del cine consiguiendo once Oscars con El Señor de los Anillos, Peter Jackson, en un alarde de honestidad que le honra, dijo que aquéllas no eran las películas perfectas que tenía en mente. La réplica cinematográfica a Tolkien posee a partes iguales "picos sublimes y errores mayúsculos" aun teniendo como fondo el complejo mundo literario del escritor que fue adaptado a la gran pantalla por Fran Walsh, Phillipa Boyens y el propio Jackson. Eduardo Segura, profesor del Instituto de Filosofía Edith Stein de Granada, fue uno de los asesores para la elaboración del guión de la trilogía. El mayor experto español en Tolkien fue el encargado de ponerse en la piel del escritor respondiendo a una pregunta clave: si Tolkien viera la película, qué cosas no debería echar de menos.

Una carencia de las películas es su incapacidad para transmitir el tiempo narrativo de la epopeya de la que procede. Segura imagina a Tolkien, con gesto ceñudo y agitando la pipa, diciendo a Jackson algo así como "valió la pena el esfuerzo, mi querido amigo; pero una imagen no vale más que mil palabras. Al contrario, una palabra bien vale mil relatos, una completa mitología". No es una idea sin fundamento. El escritor inglés llegó a recibir bocetos de guiones para adaptaciones cinematográficas y radiofónicas de El Señor de los Anillos en los que echaba en falta el fondo histórico que enmarcaba y otorgaba sentido a la acción principal.

A juicio de Eduardo Segura, sobre Tolkien ha pendido siempre una "espada de Damocles en forma de prejuicio" que aun hoy lo reduce a un mero escritor de fantasía situado en las estanterías junto a J. K. Rowling, "cuando debería estar al lado de Homero, Milton o Wordsworth, que es su sitio". Pero El Señor de los Anillos no nació para entretener o contar cosas fantásticas. Su razón de ser fue formar la clave del arco de la mitología que Inglaterra no tenía, y que Tolkien empezó a elaborar en torno a 1915: la obra que hoy se conoce con el título de El Silmarillion. Profesor de Filología Comparada, Tolkien inventó antes los idiomas que la historia. Estudió antes el pasado de las palabras que los hechos inventados. Se alimentó de Beowulf (todavía hoy se considera a Tolkien el mayor experto en este poema épico anglosajón), de las Eddas y mitos del ámbito anglo-germánico, o el Kalevala, la epopeya nacional finlandesa que fue compilada por Elias Lönnrot a partir de relatos orales.

Por eso, ante la pregunta de los guionistas, la principal recomendación de Segura fue que "debían estar presentes los idiomas, porque ellos fueron la base constitutiva de la Tierra Media". El planteamiento del escritor no fue "voy a inventar unos personajes que digan cosas en lenguas extrañas, sino que fue voy a inventar un lenguaje y después voy a intentar generar una historia que responda a la mente de esos personajes, a su manera de mirar el mundo, y al entrelazamiento entre esas cosmovisiones". Tal importancia poseían los idiomas para Tolkien que, además de dominar unos veinte, fue capaz de inventar otros cinco a partir de una base lingüística y semántica totalmente coherente. Jackson respetó su presencia en la película.

Después llegaron las historias. En una de sus cartas, el autor decía: "Todo lo que has visto, leído, oído o experimentado conforma el humus de la inspiración". La vida de esos seres bajitos a los que llamó hobbits surgió durante los años de establecimiento del autor en Oxford, mientras sus hijos crecían y se aficionaban a los relatos. Más tarde aparecerían como colofón de El Silmarillion. "Si ha habido un conflicto en la historia de la humanidad que haya tenido a ambos lados del frente al mayor número de genios, ése ha sido la I Guerra Mundial". Explica Segura que el Tolkien que salió de las trincheras fue un Tolkien optimista, a pesar de todas las experiencias negativas que aglutinaba en su vida quedándose huérfano demasiado joven. Si Sartre salió de las trincheras pensando que el mundo provocaba la náusea, Tolkien lo hizo confiando en él más allá de toda esperanza.

Con todo, ¿está la Gran Guerra en El Señor de los Anillos? "Sí", responde Segura. "Y también la Segunda". Pero, ¿trata esa obra de las dos guerras? "No. El libro puede ofrecer respuestas plausibles para situaciones coyunturales que han ocurrido en el mundo desde 1954, pero no está hecho para simbolizarlas". Tolkien decía: "Pienso que muchos confunden aplicabilidad con alegoría, pero la primera reside en la libertad del lector, y la otra en un pretendido dominio del autor".

Sin embargo, muchos quisieron ver en El Señor de los Anillos una simple alegoría de la guerra. Pensaron que el mapa de la Tierra Media era el mapa de la Europa de la II Guerra Mundial: Mordor estaba en el este porque la Unión Soviética estaba en el este; el Anillo simbolizaba la bomba atómica... Tolkien respondió a esa absurda insinuación con una carta en la que decía que pensar que los comunistas son orcos es tan ridículo como pensar que los orcos son comunistas. Y si bien es cierto que la trilogía de Jackson favoreció en cierto sentido el reduccionismo de la obra literaria, no había justificación para que algunos medios de comunicación presentaran los estrenos de las tres películas como la lucha entre el bien y el mal, sin más. Las películas trajeron consigo una mercadotecnia igualmente reductora y simplista.

Más allá de esa lucha entre el bien y el mal, Tolkien lo describía como "un ensayo de estética lingüística sobre la muerte y la inmortalidad". Segura defendió en su tesis de doctorado (El viaje del Anillo, Minotauro 2004) que El Señor de los Anillos no era una novela, sino una epopeya elegíaca, un canto sobre la muerte donde la tensión existencial radica en el paso del tiempo y sus consecuencias. De hecho, Sauron, que sería la encarnación del mal absoluto -si se redujese la obra a una lucha entre buenos y malos- no aparece descrito en una sola de las páginas del libro y sin embargo su presencia está en todas y cada una de ellas. La personificación de Sauron como una torre con el ojo como si fuera un faro que todo lo ve es, quizá, el error más ilustrativo de la incapacidad del cine comercial para vérselas con la metáfora.

El propio Anillo surgió de una forma casual. "En uno de los manuscritos originales se puede leer esta anotación: ¿por qué es maligno el anillo? A lo que respondía: el anillo debe ser el motivo del viaje". Y se trata de una anotación hecha cuando la historia ya estaba muy avanzada. Porque el camino de la narración era el viaje, una constante en la historia de la literatura que se corresponde con nuestras vidas. "Uno puede quedarse en Peter Pan o querer volver a Ítaca, como Ulises".

"La versión de la trilogía se mueve continuamente entre picos sublimes y otros que no lo son en absoluto, debido en parte a las limitaciones del lenguaje cinematográfico". Segura puntúa con un 10 todo lo que aparece hasta que Frodo y Sam salen de la Comarca en La Comunidad del Anillo. Pero, finalmente, ¿qué hubiera echado de menos Tolkien como espectador de su propia historia? Quizá, entre otras cosas, "un tratamiento más adecuado del tiempo narrativo, que incluiría un tempo general más lento; un especial cuidado del personaje de Bárbol y su modo filológico de pensar y designar el mundo y la historia; una puesta en escena menos etérea de los elfos y lo élfico; el retrato adusto de los enanos; y, sobre todo, un lamento frente a las consecuencias destructivas de la tecnología y la mentalidad literaria que se presentaran como asumidas en la trama y el guión, y no como parte de un eslogan panfletario o propagandístico". Tolkien "no era ecologista tal y como se entiende en la actualidad ese término, pero amaba profundamente el mundo y lo vivo de él, ser humano, naturaleza, lluvia, árbol o pájaro". Sospecha el experto que también habría preguntado por Tom Bombadil y las Ent mujeres; pero entiende Segura, y así se lo hizo saber a los guionistas, que era mejor prescindir de uno de los personajes más enigmáticos de la historia si no iba a ser posible retratar todo su contexto. También aconsejó que se conservara la vuelta a la Comarca dominada por Saruman, pero no se hizo "porque hubiera supuesto un gasto de producción enorme".

El Hobbit

No obstante, Eduardo Segura prefiere que sea Jackson y no Guillermo del Toro quien dirija las dos películas sobre El Hobbit que se empezarán a rodar el mes que viene, puesto que, a pesar de los errores propios de cualquier adaptación, "el trabajo de los guionistas persiguió la lealtad al espíritu del autor". Del Toro, explica, "tiene una visión sobre el cine en la que prima más la acción que la contemplación. No entro en categorías sobre si es bueno o no, pero creo que con El Hobbit no se acertaría en la diana si se interpretara como una mera historia de aventuras". Lo importante, dice el profesor Segura, no es que aparezca un dragón sobrecogedor o unos decorados visualmente extraordinarios, porque aunque esta historia tenga mucha acción no se puede olvidar que es un cuento de un personaje aburguesado que no quiere complicaciones, a lo que hay que sumar los giros repentinos que Tolkien va introduciendo en el cuento con elementos legendarios, como la batalla de los cinco ejércitos, u otros a medio camino entre el folclore y el misterio como los acertijos de Sméagol.

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