el termómetro

Enrique Novi

La cólera de dios

ALENTADO por las espectaculares expectativas electorales que según todos los sondeos le espera en apenas dos meses, el sector más beligerante y cavernosos de la recia derecha hispana, nuestro particular Tea Party nacional, anda eufórico y crecido. Con la soberbia y altiva lideresa Aguirre a la cabeza, su convencimiento de que, con dios de su lado, tan solo una victoria aplastante, sin matices ni contrapesos, puede ser lo que el destino les depare en la señalada fecha del 20-N, ya no se preocupan de taparse y sacan pecho sin remilgo proclamando lo que antes solo se atrevían a sugerir cuando los micrófonos y las grabadoras se apagaban. Lo que hasta hace poco mostraban asomando la patita por debajo de la puerta, ahora lo explicitan sin complejos y con su mejor sonrisa profidén en actos multitudinarios. Que nadie se llame a engaño, el desmantelamiento del estado social ha comenzado y Aguirre, sabedora del predicamento del que goza entre sus beatos seguidores y con la firme certeza de que la historia le tiene reservado un lugar de honor, predica satisfecha este nuevo amanecer. Lo lleva probando ya unos años, los que hace que accedió a la presidencia de su comunidad después de un escándalo de escaños comprados, algo de lo que ya nadie parece acordarse, con el otro pilar del estado de bienestar, la sanidad pública. Ahora inaugura el asedio a la educación, como evidenció esta semana cuando cuestionó que la enseñanza tuviera que ser gratuita. Como es habitual en su calculada estrategia, se vistió de seda planteándolo como una posibilidad y añadiendo un "a lo mejor". No es más que la primera carga de lo que va a ser la voladura controlada del sistema educativo. Una estrategia encaminada a reducir ese sistema en una estructura residual para desheredados, esa porción de ciudadanos indeseables, pedigüeños y poco productivos que tan poco nos gusta tener cerca. Y todo con la excusa del ahorro, el nuevo santo grial de la cosa pública contra el que nadie se atreve a abrir la boca. Mientras tanto, se siguen subvencionando sin oposición los colegios concertados y cediendo terrenos a organizaciones religiosas con vocación docente. Ahí no han llegado los recortes. Es cierto que la política practicada durante esta última legislatura por el partido socialista ha puesto muy difícil la elección al votante de izquierdas, pero el que crea, como yo, que la base de una sociedad democrática pasa por un sistema de educación público, gratuito, universal, laico, de vocación igualitaria, interclasista, de calidad y a salvo de los vaivenes partidistas, haría bien en pensar como detener este caballo de Atila dispuesto a pisotear la escuela pública.

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