VIVIMOS en uno de los peores momentos económicos de los últimos cien años y, lo que es peor, no hay solución a la vista. Todos los esfuerzos se concentran en salvar el déficit en el próximo presupuesto pero los analistas no pueden o no quieren ir más allá y describir cómo será el mundo después de esta crisis. Cinco millones de parados, cientos de miles de funcionarios sometidos a severos recortes, infinidad de trabajadores interinos en vías de perder su ocupación por el cierre de empresas públicas y el estado de bienestar amenazado. En esta situación no caben las frivolidades ni los experimentos teóricos. El arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, fiel a su costumbre, ha vuelto a armar un escándalo nacional con sus recomendaciones económicas contra los subsidios y contra el alto número de funcionarios. En otro contexto podrían haber pasado desapercibidas. Pero en las circunstancias actuales sus palabras, la de un líder espiritual, son de una irresponsabilidad sin disculpas.

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