señales de humo

José Ignacio Lapido

El himno

LA nunca bien ponderada presidenta de la Comunidad de Madrid se había mostrado muy preocupada porque las aficiones futboleras de la periferia tuvieran el atrevimiento de pitar cuando sonara por megafonía el himno nacional. Las declaraciones de Esperanza Aguirre abogando por la suspensión del encuentro de la final de la Copa del Rey si esa pitada finalmente se producía han sido profusamente comentadas. Como todos los niños saben el partido se jugó ayer, y el himno, como no podía ser de otra forma, fue pitado.

Si tomamos el himno como lo que es, un símbolo musical -es un decir- de la patria -otro decir-, creo que no es ninguna barbaridad proponer que hoy, en el año de gracia de 2012, debería ser una obligación ética de cualquier español pitar el himno. Pitidos de rabia. Por supuesto, las razones de nuestros silbidos serían totalmente distintas a las de los hooligans del Athletic de Bilbao y del FC Barcelona. Nada que ver con los desvaríos nacionalistas. La pitada habría de venir a modo de protesta por la situación de podredumbre generalizada en la que se encuentra nuestro país.

En los años 60, durante las revueltas callejeras que hubo en los EEUU, los jóvenes quemaban banderas de su propio país avergonzados por la criminal intervención en Vietnam. Aquellas imágenes de las barras y estrellas ardiendo sobre el asfalto han quedado como símbolo -otro- de una toma de conciencia ante los desmanes de una nación, la propia. Todos sabemos cómo de mal para EEUU acabó lo de Vietnam.

España va camino del desastre, ya no sólo por los perniciosos efectos de la crisis sino por la actuación de nuestra clase dirigente, que no sé si nos la merecemos o no, como dice el aforismo, pero que es la que es. Con sus engaños, su falta de ejemplaridad, sus incomprensibles decisiones y, a veces, con su complicidad con el delito nos están hundiendo cada día un poco más en el fango. En España, políticos, jueces y banqueros gozan de licencia para estafar.

Esta penosa situación también tiene su símbolo, en este caso numérico. Pongan atención a esta larga cifra porque encierra toda la podredumbre que hemos acumulado con tesón durante los últimos años: 23.465.000.000. Hay que añadirle al final una coletilla: "de euros". Es el dinero que nos va a costar a todos los españoles el rescate de Bankia, entidad surgida de la fusión entre Caja Madrid y Bancaja que ha estado siempre gestionada con la bendición de nuestras autoridades políticas, Esperanza Aguirre a la cabeza, tan temerosa de las pitadas como despreocupada por sus estrepitosos fracasos.

Miguel Blesa, amigo personal de Aznar, estuvo trece años al frente. Rodrigo Rato, ex ministro de Aznar, ha ejercido de puntillero tras dos años triunfales de gestión. Representantes del PSOE y de los sindicatos también se sentaban en el consejo de administración. ¿Alguien cree seriamente que alguno de estos va a asumir algún tipo de responsabilidad? Sólo nos queda el derecho al pataleo: pitar el himno.

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