buscando razones

José Antonio / Pérez Tapias

Pedagogía de las mentiras

LA mentira disuelve las relaciones humanas. Destruye la confianza sobre la que han de tejerse, lo cual tanto vale para las relaciones interpersonales como para las relaciones sociales en el ámbito político. En éste se puede mentir, de hecho se hace, pero a la vista está que no sólo es operación de alto riesgo para quien, descubierto en su engaño, puede ver por los suelos su veracidad, sino que es práctica letal para la democracia: con ella se derrumba la credibilidad de los representantes políticos y se erosiona la legitimidad de sus instituciones. Otra cosa es lo que ocurre en regímenes dictatoriales, donde el diabólico espíritu de la mentira se enseñorea sobre la realidad social para instalarla en la antipolítica. De ahí salimos y es a donde no queremos volver.

Desgraciadamente, estamos asistiendo en estos tiempos de crisis cada vez más pavorosa a un fuerte incremento de mentiras, medias verdades, opacidades y engaños difundidos por quienes tenían que estar transmitiendo confianza a la ciudadanía, aun hablando a las claras de la gravedad de lo que acaece. Así, vemos cómo los recortes en derechos y prestaciones sociales decretados por quienes hoy gobiernan España se exponen con medias tintas y a base de maniobras de ocultación de la verdad acerca de los mismos. Con ello va el abuso de eufemismos -la práctica tampoco es nueva- para enmascarar una realidad que no admite edulcorantes. En la misma onda se sitúa el desplazamiento a otros de las propias responsabilidades, intentando un disimulo de patas por fuerza cortas. Pero el colmo de mal actuar que llega a la irresponsabilidad de una gran impericia es el llevar la mentira a la esfera internacional o al ámbito de las instituciones europeas, poniendo bajo mínimos la credibilidad del país. Remate de tal deriva es que quienes van y vienen jugando con fuego entre el farol y el catastrofismo luego aparezcan extrañándose de los incendios y queriendo criticar la irracionalidad de los mercados. ¿Es que no sabían de qué se trata? ¿Y, además, no les están haciendo el juego? Tal mezcla de cinismo y torpeza no puede merecer sino descrédito total.

Hemos de rebelarnos ante tanto contar mentiras, en especial los encubrimientos con que el gobierno acompaña actuaciones cuyo fondo pretende hurtar al conocimiento de una ciudadanía a la que trata como menor de edad. Si la expresión "pedagogía política" es muy desafortunada en ciertos usos, en este caso el norteamericano Chomsky, con sus implacables denuncias, nos facilita desde el título de alguno de sus textos, acometer la crítica de la "pedagogía de las mentiras" con la que se nos pretende someter -¡ojo a reformas encaminadas a un educar en la domesticación!-. Y si estamos al borde de que el Estado español sea rescatado, que no se tape lo inocultable. Queremos política de verdad.

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