opinión

Francisco Vigueras Roldán

Una placa para hacer memoria

POR fin ha llegado el día que tanto esperaban los familiares de víctimas del franquismo. A partir de ahora, una placa oficial nos recordará que en la tapia del cementerio de Granada, declarada por la Junta de Andalucía como "lugar de memoria", se produjo uno de los episodios más dramáticos de la represión franquista. En la tapia estuvieron fusilando durante 20 años, sin piedad. Los primeros meses del 36 fueron espeluznantes y agosto, con 572 víctimas, una auténtica locura. Testigos de la barbarie fueron Robert Neville, corresponsal del New York Herald Tribune, y la escritora norteamericana Helen Nicholson, que se alojaba en el Hotel Washington Irving, cerca del cementerio, y la describió así: "Durante un tiempo se habían venido incrementando las ejecuciones a una velocidad que escandalizaba y disgustaba a todas las personas sensatas". El portero del cementerio, que tenía una familia de 23 hijos, no podía evitar oír los disparos y los gritos de los moribundos. Su casa, situada en las mismas puertas del camposanto, se había convertido en la peor de las pesadillas.

La placa es un homenaje a las 4.000 personas fusiladas en aquel muro del terror. Trabajadores y sindicalistas, maestros y profesores, médicos y periodistas, un presidente de la Diputación, cinco alcaldes y media corporación municipal del 36. La flor y nata de la sociedad granadina que hasta hoy, aunque cuesta creerlo, había sido silenciada y olvidada. Llevamos cinco años luchando para ver este día. Y me alegro especialmente por Gabriel Fernández Valladares, hijo del concejal fusilado Juan Fernández Rosillo, que ha luchado tenazmente para honrar la memoria de su padre. Tampoco puedo olvidar a Jesús Fuster Ruiz, sobrino de Constantino Ruiz Carnero, director del gran diario republicano El Defensor de Granada; a los alcaldes José Palanco, Luis Fajardo o Manuel Fernández Montesinos; a Virgilio Castilla, que fue un magnífico presidente de la Diputación; al pediatra Rafael García Duarte y su lucha contra la mortalidad infantil; al ingeniero Juan José de Santa Cruz, constructor de la carretera de Sierra Nevada, y a tantos otros que perdieron la vida en la tapia por trabajar y soñar con una Granada mejor.

El gobierno municipal ha arrancado hasta cinco placas, sabiendo que tenían gran valor sentimental para los familiares. Afortunadamente, el nuevo gobierno andaluz, surgido de las pasadas elecciones autonómicas del 25 de marzo, está demostrando su compromiso con las víctimas del franquismo. Ha puesto en marcha la Dirección General de Memoria Democrática para reparar esta injusticia histórica. Ya tenemos aquí la sexta placa, la institucional y definitiva. Protegida por ley y dedicada: "A las víctimas del franquismo, asesinadas en la tapia por defender la legalidad democrática de la República".

Cuando las nuevas generaciones pasen por la tapia herida y lean la placa, sabrán que fue escenario de la barbarie y la sin razón. Podrán observar las marcas dejadas por los impactos de bala y los grafitos dibujados por familiares sobre el muro, en recuerdo de sus seres queridos, que se jugaban la vida cuando subían a la tapia en los años de plomo de la dictadura. Lo sabemos por una magnífica investigación del arqueólogo José Ignacio Barrera Maturana.

Conocemos también los nombres y apellidos de la gran mayoría de las víctimas, ya que estamos hablando de un episodio de la represión documentado por el historiador Rafael Gil Bracero. Y tenemos un sueño. Soñamos que en un futuro próximo podremos escribir esos nombres sobre la tapia, como si fuera la página de un libro. Será, sin duda, la mejor lección de historia para los más jóvenes. Es lo menos que podemos hacer por nuestros padres y abuelos. Porque sólo conociendo la verdad, haremos justicia y será posible la reconciliación.

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