público y privado

María Escudero

Granada y la Alhambra

LA relación entre Granada y la Alhambra debe mantenerse en el difícil equilibrio entre la conservación de los valores patrimoniales y la capacidad que estos tienen de generar riqueza. Nuestro paisaje y nuestra historia son legados que hemos tenido el privilegio de recibir de nuestro pasado, sin embargo ello comporta una gran responsabilidad, como son preservarlos a las generaciones venideras y conservarlos y difundirlos para engrandecer nuestra cultura. No son palabras huecas, la calificación de patrimonio mundial otorgada por Unesco a la Alhambra y el Generalife y al Albaicín es un auténtico regalo y una carta de presentación en el mundo, pero es sin duda un compromiso que adquirimos de cuidar lo que siendo nuestro es también universal. Para ello es necesario disponer de recursos de todo tipo (humanos, económicos etc) al servicio de esos bienes, con sensibilidad, rigor, respeto a la legislación vigente sobre el patrimonio cultural en los ámbitos autonómicos, estatales e internacionales, contando con la ciudadanía e implicando al conjunto de la sociedad. Se trata de tener un modelo de gestión del patrimonio que en el caso de la Alhambra viene siendo modélico precisamente porque es equilibrado entre los valores culturales y la explotación económica del monumento.

El Ayuntamiento de Granada vive de espaldas al patrimonio cultural que identifica y proyecta en el mundo nuestra ciudad. La política sobre el patrimonio de la ciudad es inexistente, sin presupuesto y desvinculada por completo del área de cultura, para el equipo de gobierno actual el patrimonio es exclusivamente un recurso para explotar turísticamente, un modelo que como estamos viendo se agota en sí mismo.

Sirvan de ejemplo de lo que les digo que la extinta Fundación Albaicín , ahora agencia, aparece en el presupuesto como una institución turística y que el presupuesto de la concejalía de patrimonio y relaciones institucionales es una de las de menor presupuesto alcanzando apenas los quinientos mil euros, ninguno de ellos destinado a la gestión del patrimonio cultural. Se puede además observar la saturación de los espacios públicos sobreocupados por terrazas de establecimientos hosteleros, o peor aún la incapacidad del ayuntamiento para gestionar sus barrios históricos con la paralización de los planes de protección.

Comprendo y comparto la preocupación por mejorar la vinculación entre nuestro patrimonio cultural y el desarrollo de nuestra ciudad, pero detesto los análisis simplistas como el de que todo se arreglará si se aumentan las pernoctaciones de los turistas que visitan la Alhambra y que ese objetivo se logrará poniendo un ascensor para subir y bajar a la colina roja. Apelo a la responsabilidad colectiva de las administraciones e instituciones, de todas, y de la ciudadanía para abordar en serio la elaboración de un modelo de gestión cultural basado en las sinergias de la Alhambra con la ciudad y de la ciudad con la Alhambra, que debe ser sostenible y de calidad y que es compatible con el turismo, pero no con la sobre explotación de nuestros recursos, un turismo que permite la calidad de vida de los residentes , un turismo para el que tenemos las mayores fortalezas, y que conocemos como turismo cultural.

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