HUBO un tiempo en el que abrir el buzón era una liturgia familiar; el correo nos traía alegrías o tristezas escritas con el esmero de un niño, la ilusión del joven enamoradizo o el pulso tembloroso del anciano. Pero hoy aquel contenedor de emociones sólo recoge la triste prosa de facturas, notificaciones o estados bancarios. Así que cuando hace unos días recibí la factura del agua, mi tentación primera fue la habitual, echarla a ese cajón que todos tenemos ahíto de papeles olvidados en el que practicamos excavaciones arqueológicas cuando de pronto, uno de ellos se convierte en imprescindible.

Pero como vivimos tiempos de recortes de servicios y subidas de impuestos algún impulso atávico me empujó a abrir el sobre. Así que creo que por primera vez en mi vida me enfrenté a la factura del agua y… ¡ríanse ustedes de profecías de San Malaquías! Les aseguro que no está al alcance de cualquiera. Uno, en su inocencia, piensa que será como en el súper: tantos litros a tantos euros más el IVA y factura lista. Pero, ¡qué va! Resulta que cuando abro el grifo activo cuatro conceptos distintos, subdivididos a su vez en otros varios que están regulados, si no he contado mal, por cinco normas, cuatro del BOP y una del BOJA. ¡Ah, y además la tasa de basuras! Te alegra que no lleva IVA pero te sorprende que no pagas por la cantidad que tires a los diversos contenedores de colores que adornan nuestras aceras si no por la categoría de la calle en la que vives. Y ahí te llevas otro chasco. Toda la vida pensando que vivías en un buen barrio y ahora descubres que es de segunda o peor, ¡tercera categoría! Claro que como a peor sitio, menos tasa, empiezas a valorar que tampoco es tan importante vivir en una calle de postín.

Rendido ante tal fárrago regulatorio pensé analizar las facturas de luz y gas. Mi idea era sencilla: una empresa privada no puede ser tan compleja. ¡Qué desilusión! Igual. Claro que la razón es evidente, el agua no tiene competencia, en los otros dos suministros sólo es teórica y todos los precios los marca el estado. Aunque no sea difícil establecer un precio claro para que cualquier ciudadano pueda saber lo que gasta, la oscuridad en la gestión es parte de la marca España, uno de los países con mayores trabas administrativas del mundo.

En fin, que capitulé. Ahora analizo las profecías sobre el nuevo Papa y les aseguro que he avanzado mucho más que con la factura del agua.

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