Quousque tamdem

luis Chacón

'Cravos de abril'

ESTE Portugal ha celebrado veinte días antes el 25 de abril. Aquella mañana de 1974, en la Praça Rossío, uno de los sublevados pidió un cigarrillo a Celeste Martins, que volvía a casa. La mujer no tenía tabaco pero llevaba un manojo de claveles y se le ocurrió darle al muchacho uno de ellos; el soldado lo puso en el cañón de su fusil, sus compañeros le imitaron y de aquel gesto nació el nombre de Revolução dos cravos, la romántica y transgresora Revolución de los claveles.

Aunque hoy no haya fusiles ni claveles, la sentencia del Tribunal Constitucional de Portugal puede desencadenar otro efecto mariposa como el que nació del gesto de Celeste. Aquellos cravos de abril fueron el símbolo de una revolución incruenta que liquidó medio siglo de dictaduras y la sentencia del 5 de abril que anula la supresión de las pagas extras a funcionarios y pensionistas y los recortes a los subsidios de desempleo y enfermedad es el símbolo de una idea que quiere pervivir, la de los padres de Europa, sin la cual todo lo que consideramos imprescindible; libertad, democracia, estabilidad o prosperidad, seguiría siendo, como ocurrió durante siglos, una quimera.

Es un claro toque de atención a los gobernantes de la UE que obcecados por la macroeconomía parece que han olvidado a los ciudadanos, a la vez que han perdido el sentido de la justicia y abandonado los principios fundacionales de la Unión. De nada han servido las advertencias del gobierno y de la troika. Los jueces del TC, en palabras de su presidente, no se han dejado presionar.

Es claro que los gobiernos deben reajustar sus presupuestos y es tan evidente la ineficiencia económica de nuestros estados que debe ser fácil reducir el gasto. La misión de un gobierno es buscar soluciones, no generar problemas; crear riqueza, no pobreza; garantizar las libertades, no cercenarlas. Por eso, cuando las reformas atentan contra la ciudadanía traicionan la democracia. Los europeos no derribamos a las dictaduras del siglo XX para caer, en el XXI, bajo el dictado de lo que algunos, prostituyendo el término, llaman mercado y que el resto conocemos como casinos de especuladores.

En palabras del presidente del TC portugués, que suscribo íntegramente, las normas, las leyes y también los presupuestos se tienen que adaptar a la Constitución y no la Constitución a los presupuestos. No olvidemos que en las democracias, el rubicón se llama libertades.

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