Señales de humo

josé Ignacio Lapido /

La izquierda y los pájaros

ESTARÁN de acuerdo conmigo si afirmo que hacer la exégesis del canto de un pájaro no está a la alcance de cualquiera. Sólo de un experto ornitólogo o de un iluminado. Si yo oigo graznar a un buitre sobre mí, sé que debo ir haciendo testamento. Es a lo más que llego. Porque si escucho el delicado trino de un ruiseñor un día de san Tadeo no sabría qué significado podría tener. En cambio, hace días el candidato bolivariano Maduro oyó el pío pío de un pajarillo y supo a ciencia cierta que era el difunto presidente Chávez el que le hablaba por su pico: "Lo sentí ahí, como dándonos una bendición, diciéndonos 'Hoy arranca la batalla, vayan a la victoria, tienen nuestras bendiciones". Este es el hombre que posiblemente hoy será elegido presidente de un país de 30 millones de habitantes.

Valga este episodio de política paranormal para reflexionar sobre el estado de confusión mental en el que se encuentra la izquierda en Latinoamérica y por extensión, en nuestro país.

Líderes como el difunto Chávez, Nicolás Maduro, Evo Morales o la argentina Cristina Kirchner son personajes que se han movido con soltura en ese estrecho territorio que hay entre el esperpento y el desvarío. Son líderes autoproclamados revolucionarios cuyas vehementes invocaciones a Dios nos estremecen, por lo menos a mí, que crecí creyéndome aquel principio marxista de que la religión era el opio del pueblo. La pregunta es ¿por qué una parte de la izquierda española siente debilidad por estos tipos? Para mí se trata de un misterio. No llego a comprender qué extraña pirueta intelectual se produce en las mentes de dirigentes como Cayo Lara para que decida subirse a un avión y plantarse en el funeral de Chávez para presentar sus condolencias. Cada cual es libre de asistir al entierro que más le plazca, pero por favor, no lo hagan en nombre de la izquierda, háganlo en nombre del populismo, la demagogia o a mayor gloria de la Pachamama.

Evo Morales ya nos ilustró sobre las terribles consecuencias de comer carne de pollo y de beber coca cola. Declaraciones aberrantes que de haber sido hechas por cualquier político español habrían sido tomadas como una excentricidad digna de todas las burlas. Parece que a ellos se les perdonan todos los desbarres. Por no hablar de sus políticas. Lo que aquí sería tomado como un atentado contra las libertades o un uso patrimonial del poder a ellos se le valora positivamente. ¿No existe allí la posibilidad de una izquierda reflexiva y seria? Mientras tengan en Europa palmeros que aplaudan tales despropósitos está claro que no.

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