Quousque tamdem

luis Chacón

Marca España

ME siento como el niño de El sexto sentido. No porque vea muertos sino porque me suceden fenómenos paranormales. Sinceramente, creo que sufro algún tipo de bilocación inconsciente o disfruto de la divina ubicuidad. Resulta que sin salir de casa he ganado Roland Garros aunque no sepa coger una raqueta; mi pericia sobre las motos es proverbial y yo sólo recuerdo haberme subido a un vespino y de paquete. Tengo el desafío de ganar la Copa Confederaciones; no sé muy bien qué es pero soy el favorito. Y además, soy líder en un sinfín de sectores económicos y empresariales. No me gustaría resultar petulante enumerando las virtudes que al parecer me adornan, pero debo decirles que marcho a la cabeza de todas las vanguardias. En fin, que valgo un potosí y no lo sabía: me lo han explicado los señores de la Marca España. Desde pequeñito creía que vivía en un país con los problemas seculares propios de una historia larga y compleja y resulta que realmente habito en un paraíso patrocinado por la Marca España. Tengo que preguntarles si venden productos de limpieza que es algo que nos vendría muy bien.

Ha sido descubrirlo y he recordado al protagonista de El show de Truman. Yo hasta ahora era un tipo normal con las preocupaciones lógicas de un encuestado del CIS: paro, crisis económica, recortes en servicios básicos, clase política o corrupción. En fin, lo normal. Pero nada de eso; soy un modelo para el mundo. Bueno, lo somos. No se lo había dicho aún, pero ustedes también son esencia de esta Arcadia feliz. Lo que ahora me agobia es la responsabilidad. Imagínense que todo lo que hagamos va a ser imitado por el mundo entero. En un par de meses imagino a todo el orbe haciendo gazpacho, a los rusos combatiendo el invierno siberiano a base de puchero y las costas de Groenlandia atestadas de grúas que levantan urbanizaciones de lujo a cinco minutos del centro… del Polo Norte.

El Príncipe Potemkin construyó decorados que simulaban pueblos en mitad de la estepa. Ante la lejana mirada de Catalina la Grande, grupos de actores representaban los supuestos logros del gobierno. La patraña convenció a la zarina pero la realidad siguió inalterable. Esta campaña de reafirmación nacional será tan inútil como lo fueron otras porque no se puede vender lo que no existe. Siempre olvidan que pintar la fachada no refuerza los cimientos y España no necesita un lavado de cara sino una reforma integral.

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