Quousque tamdem

luis Chacón

La indecente petulancia

SIEMPRE me ha gustado la idea que compara la confianza con un jarrón de porcelana. Una vez roto, aun restaurado por el mejor artesano, nunca vuelve a ser el mismo. O notamos la leve cicatriz indeleble que recuerda su rotura o aunque a nadie más le ocurra, lo sabemos. La degradación de la confianza en los políticos es la mayor tragedia de nuestra democracia devenida en partitocracia. El CIS constata que la preocupación de los españoles por la corrupción y los políticos aumenta mientras que remite ligeramente la inquietud por el paro. Parece increíble pero a nadie puede extrañar que la auténtica prima de riesgo de España se denomine corrupción. Porque es esa sensación de país de bandoleros la que, como en el siglo XIX atraerá viajeros románticos y expulsará inversores.

Si la derrotada España del 98 se consoló evocando las glorias guerreras del siglo de Oro, los políticos que hoy sufrimos pretenden aventar el hedor de la corrupción rememorando aquella época -cada día más legendaria- en la que los partidos generaban ilusión y ofrecían confianza. Todos pretenden, en una maniobra desesperada, recuperar al ciudadano haciéndole ver que fueron ellos quienes, en otros tiempos hicieron esto o aquello. E incluso coquetean con la arrogante idea de que sin su esfuerzo la democracia no existiría. Como si los ciudadanos hubieran sido meros espectadores. Olvidan que no hay mayor muestra de estupidez que arrogarse méritos de otros para conjurar esas miserias presentes que son incapaces de combatir. Pero de entre todas las petulancias que he escuchado esta semana hay una que sobresale trágicamente por su indecencia. El señor González Pons se ha atrevido a unir en una misma frase el nombre de Miguel Ángel Blanco y el del extesorero del PP. Ha pretendido ocultar la hedionda trama de cuentas en paraísos fiscales y la sospecha de delitos económicos con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Aquel crimen nos marcó a todos porque todos nos sentimos Miguel Ángel. Pero el triste y heroico mérito de dar la vida por la libertad de un pueblo sólo le corresponde a quien lo sufrió y no debe arrogárselo nadie. Si el PP quiere homenajear aquel sacrificio debe escuchar a los ciudadanos y extirpar el cáncer de la corrupción, de sí mismo y de todas las instituciones del país y hacerlo con ejemplaridad y diligencia. Con la misma fe en la libertad y la democracia que representa Miguel Ángel Blanco.

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