Quousque tamdem

luis Chacón

Contradicciones

A nadie extrañó que tras el descarrilamiento de Santiago, toda España fuera un solo corazón y se uniera para arropar a las víctimas y compartir un dolor que dejó de ser ajeno y se hizo propio. Otra vez, la solidaridad y la responsabilidad fueron nuestra enseña. Las inmensas colas para donar sangre, la presencia inmediata y voluntaria de sanitarios y policías, la desconvocatoria de la huelga de bomberos de La Coruña o el uso de las redes sociales como medio de ayuda y consuelo nos devolvieron la confianza en nosotros mismos. Pero es triste, muy triste, que debamos sufrir una tragedia atroz como la provocada por este accidente para que surja, como por ensalmo, lo mejor de quienes nos dirigen. Los líderes políticos fueron capaces de mostrar la cara responsable y cívica del doctor Jekyll y abandonar la feroz misantropía de ese señor Hyde al que nos tienen, desgraciadamente tan acostumbrados.

Bien es cierto que algún que otro descerebrado quiso utilizar de modo partidista y carroñero la catástrofe ferroviaria pero esas ínfimas excepciones nos recuerdan que somos humanos y que afanarse en buscar la perfección es blasfémico, pues esta sólo pertenece a Dios.

Ese espejismo sólo durará unos días. Volveremos a sufrir la cotidiana miseria moral del insulto y la acción política más interesada en el mantenimiento de la mullida poltrona que en la consecución del bien común. Concepto este, tan olvidado en la acción política como repetido en los vacuos discursos de quienes dicen dirigirnos no sabemos adónde. Si quienes deben ser modelo de ciudadanía lo son, por interés partidario, de egoísmo e insensatez es porque viven en una terrible contradicción. Harían bien en imitar a los ciudadanos de a pie y bajar de ese pedestal al que ellos mismos se han encaramado. Todo lo bueno y lo malo del hombre está en cada uno de nosotros y es nuestra responsabilidad elegir el modo de actuar. En una sociedad abierta son los ciudadanos quienes construyen el futuro, sin necesidad de cederlo a quienes, sólo temporalmente, nos dirigen. En palabras de Churchill, pronunciadas en su Discurso de Zurich: El proceso es sencillo. Todo lo que se necesita es el propósito de cientos de millones de hombres y mujeres, de hacer el bien en lugar de hacer el mal y obtener como recompensa bendiciones en lugar de maldiciones. Y así lo vimos en Santiago. Hagan algo bien e imiten el ejemplo de miles de sus conciudadanos.

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