Quousque tamdem

luis Chacón

¡Ni lo quiera Dios!

AUNQUE el divorcio entre políticos y ciudadanos es más que evidente, parece que Madrid 2020 ha avivado un viejo rescoldo de pasión y les ha acercado en el apoyo a la candidatura olímpica. Se aduce alegremente que unos Juegos generan per se un incremento de la actividad económica gracias a la creación de empleo inducida por la inversión en instalaciones y el turismo. Cualquiera que sepa un poco de finanzas torcerá el gesto ante tanta simpleza. La idea tan extendida que defiende los ingentes beneficios derivados de organizar eventos deportivos no soporta ninguno de los análisis realizados sobre las últimas ediciones de los mismos. Se olvida, no sé si interesadamente, que las inversiones hay que pagarlas, con fondos propios o endeudándose. Y como la caja del estado sólo tiene telarañas habría que pedirlo prestado, lo que es una locura irresponsable cuando sufrimos un déficit excesivo y la deuda pública ya roza la cifra del PIB. La otra idea típica que sacraliza el valor intangible de la repercusión mediática mundial, entra en la categoría de lo evanescente y como escribió Calderón, los sueños, sueños son y además, la historia nos enseña que los Tercios de Flandes no se costearon con ansias de gloria, sino con doblones de a ocho.

Cuesta entender el apoyo social a unas celebraciones que siempre son flor de un día. Sólo nos dejan carísimas instalaciones infrautilizadas, cuyo coste siempre supera de largo el presupuesto inicial y que requieren mantenimientos económicamente insoportables para las arcas públicas. Pero si pensamos que aquí se construyen estadios con dinero de todos para uso casi gratuito de clubes privados a los que los gobiernos avalan alegremente a la vez que consienten que adeuden cantidades millonarias a la Hacienda Pública sin que casi nadie proteste, el asunto no parece tan raro. Y aunque todos los análisis financieros adviertan de sus costes irrecuperables y su inutilidad futura, lo que alienta a los políticos, aparte de la paz social que ofrece el clásico panem et circenses, es la posibilidad de medrar, subidos a la ola de los Juegos.

Cuentan que en una de sus giras americanas, preguntaron a Lola Flores si sabía inglés, a lo que la genial bailaora jerezana contestó con gracejo y rotundidad: ¡Ni lo quiera Dios! Esperemos, por el bien de nuestros bolsillos, que el próximo día 7 en Buenos Aires, ocurra con Madrid lo mismo que con el inglés a la Faraona.

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