Quousque tamdem

luis Chacón

Fumando espero

AUNQUE el estado defienda que la ley del tabaco busca salvaguardar nuestra salud, los que creemos en la libertad pensamos que nos limita su ejercicio al imponer donde o cuando se puede fumar, cambiando la cortesía por el peso de la ley. También recorta la libertad de empresa porque, siendo legal, se traba su distribución, venta y consumo. Pero es la Ley y en un estado de derecho, el deber de la autoridad es hacerla cumplir, el del ciudadano respetarla y el derecho de quien la crea injusta, obtener el apoyo suficiente para cambiarla o derogarla según el procedimiento establecido.

Pero como la miseria es mala compañera de la decisión, la Comunidad de Madrid, esgrimiendo el demagógico argumento de la creación de empleo -aunque ocultando que este sería de calidad ínfima y precariedad escandalosa- actúa con Mr. Adelson como aquel cortesano que al escuchar a Luis XIV preguntar la hora, contestó solícito: la que vuestra majestad guste. Y así, pretende que se cambie la ley del tabaco solo para satisfacer a un inversor que, por cierto, aún no ha puesto un solo euro sobre la mesa. Al parecer, la salud de un ciudadano parado no es tan importante como lo era cuando pagaba impuestos. Quizás por eso, algunos que se llaman liberales a la hora de privatizar la sanidad, no tienen reparo en ofrecer sustanciosas subvenciones y escandalosas prebendas si se trata de montar un casino.

Pero no queda ahí la lista de caprichos de la compañía americana que es tan prolija como escandalosa e inadmisible en un país serio. Grosso modo, exige disponer de un paraíso jurídico donde no se apliquen nuestras leyes y se beneficie, lisa y llanamente, a una sola empresa, la suya, afrentando al resto. ¿Los demás locales de ocio son diferentes? Resulta patético tener que recordar que la igualdad ante la ley es, también, principio básico de la democracia moderna que repudia todo privilegio. ¿A nadie se le ha ocurrido que todas esas bonificaciones fiscales y facilidades a la inversión no le vendrían nada mal a los millones de pequeños empresarios españoles que cada noche, al llegar a casa, celebran con una sonrisa que les queda un día menos de crisis? ¿Se trata, otra vez, de aplicar la ley a todos y el reglamento a los amigos? O simplemente es que nos vendemos barato y de nuevo, como cantaba Sarita Montiel fumar es un placer y no un vicio que hay que erradicar. Puro caciquismo redivivo en un país de sainete.

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