La colmena

Magdalena Trillo

La universidad de 2015: ¿aranda o lorente?

ESTAMOS en el momento justo de tejer las redes. El rector inauguraba el viernes el curso académico y en los corrillos ya había una protagonista: Pilar Aranda. Les sitúo. Dentro de dos años habrá elecciones en la Universidad y para usted, para su bolsillo y su día a día, tal vez no sean tan decisivas como las municipales o las generales pero sí tan entretenidas. No habrá banderolas ni pegadas de carteles pero sí política. Y trastienda. Mucha trastienda.

La elección no es (sólo) de nombres. Como ha ocurrido en las últimas décadas, tendremos que decidir entre un cambio superficial para que todo siga igual -Medicina con su corralito, los lobbys con sus correspondientes cuotas de poder y el 'qué hay de lo mío' como dogma de fe- o un cambio de vértigo que la ponga boca abajo e imponga una modernización profunda en la institución. Operación menor de maquillaje o cirugía mayor; ése es el dilema. Y no será fácil. Habrá que luchar contra el peso de treinta años de sometimiento y sobreprotección bajo el paraguas de la Junta -el "régimen" que dicen algunos- y tendremos que poner a prueba la maquinaria para saber si somos capaces de impulsar la transformación desde dentro -son muchos los que sostienen que jamás el stablishment promoverá, permitirá, el cambio real- o seguimos atrincherándonos en la tradición, muriendo de rutinas y tedio, a la espera de que nos firmen por decreto una salida. Hacia adelante o hacia atrás.

En Granada, en cualquier universidad española, ser rector en 2015 debería significar cierto grado de bronca con las administraciones y una buena carga de exigencias y reivindicación. Con la Sevilla de turno y con Madrid; gobierne quien gobierne. Ningún candidato que se precie puede presentarse a suceder a Lodeiro sin un discurso de cambio y de transformación. No me refiero tanto a la idea de ruptura como a la necesidad de lanzar un mensaje de optimismo y renovación en estos momentos de crisis en los que se han minado los pilares del sistema educativo. Son las becas, pero es también el modelo de universidad que queremos -la universidad a la que aspiramos en un escenario tremendamente competitivo y globalizado en el que el sector privado está marcando las reglas del juego- y son también las prioridades y la inversión, el reparto de los recursos por muy escasos que sean. ¡Claro que hay margen para la política! Lo hay cuando la Junta garantiza la revalorización de las pensiones mínimas, se niega a aplicar el copago hospitalario o completa las ayudas de los universitarios que no han logrado el 'aprobado Wert' del 5,5.

La pregunta es si la Universidad está preparada para el tsunami y si hay alguien con suficiente liderazgo y solvencia para afrontarlo. Situémonos en los nombres. La candidatura fuerte es la de Pilar Aranda. Con perfil dialogante y ajena a los intereses de los lobbys médicos, Aranda plantearía una campaña "alternativa", una entrada de aire fresco a la institución y sin excesiva connivencia con el Gobierno andaluz al tiempo que garantizaría que no va a convertirse en un ariete de conflictos. Cercana al PSOE y a la Junta, sería la posible apuesta del actual equipo rectoral si no cuaja la teoría del candidato tapado: en su día se habló de Gómez Oliver pero su salida del equipo de Loderio lo habría dejado sin posibilidades y la duda estaría en ver las opciones reales del actual decano de Derecho, Juan López. Pero, incluso si se mantiene esta posibilidad, 2015 sería el año de Aranda y hay quienes lo ven directamente como vicerrector en su equipo.

La opción de Aranda, que sonaba como primera rectora de la UGR antes incluso de tener la cátedra necesaria para poder optar, es tan potente que no son pocos los que cuestionan que el candidato de la derecha se llegue a presentar en un duelo directo con la aspirante de la izquierda. Hablamos de Indalecio Sánchez, actual decano de Medicina y 'heredero' de Antonio Campos. Él vendría a mantener esa vieja tradición de contar con un candidato de Medicina "para perder" pero con fuerza para negociar.

Tan potente como la candidatura de Aranda, pero de momento en el aire, es la de José Lorente. Podría ser un aspirante de consenso capaz de aunar a gran parte de los 'dinosaurios' de los grandes centros, al tiempo que contaría con el respaldo del profesorado joven y los estudiantes, recogería buena parte de los apoyos que Rafael Payá tuvo en su día cuando se enfrentó a Lodeiro y vendría a conectar con la etapa del ex rector David Aguilar. Tiene capacidad y criterio para remover los cimientos de la institución, tiene prestigio e intuición para mejorar su reputación pública y lo fundamental: nada debe. Ni a unos ni a otros; no sería el "candidato del régimen". Son estos sus valores pero también sus puntos débiles: ¿para la gran masa de profesorado de centro-izquierda que integra la UGR sería un salto al vacío? Porque la pregunta sigue siendo una: si la Universidad está dispuesta a hacerse un cierto harakiri para sobrevivir y si habrá alguien que se atreva.

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