Quousque tamdem

luis Chacón

Historias de la tele

UPyD ha pedido el cierre de TG7 a la que la señora Olalla ha bautizado con cierto sarcasmo como PP7. El señor Fuentes, concejal responsable de la emisora ha defendido su existencia afirmando que el Consejo Audiovisual la califica como la más plural de las televisiones locales andaluzas. No sé lo que eso significa pero otra vez caemos en la trampa del lenguaje comparativo. Ser la más plural de Andalucía es como ser el más alto de los siete enanitos. Quieras o no, Blancanieves te saca tres palmos y además, cae mejor y es más guapa.

La televisión pública, sea cual sea su titularidad, es una reliquia del viejo totalitarismo que vio en los medios de comunicación de masas una herramienta de control ciudadano. Pero todos aquellos Goebbles de pacotilla olvidaron que el hombre -en verso de Bertoldt Brecht- tiene un defecto, puede pensar.

TG7, como todas las radios y televisiones públicas, es innecesaria, cara e inútil. Innecesaria porque vivimos en una sociedad libre donde la información fluye por una miríada de canales abiertos a todos los ciudadanos. Cara porque el dinero del contribuyente se dilapida al mantener artificialmente su supervivencia con fondos públicos que se retiran de necesidades más inmediatas y urgentes. E inútil porque su influencia social es nula.

El estado debe cubrir las necesidades ciudadanas donde no lo hace la iniciativa privada pero ni la televisión es necesaria, ni su oferta insuficiente. Lo más grave de todo es que un partido como el PP que se dice defensor de la iniciativa privada y la economía de mercado vulnere las reglas básicas del mismo, apoye la competencia desleal y se comporte como un estatista de manual subvencionando sin complejos a las televisiones públicas. Eso es intervencionismo y no caben paños calientes ni explicaciones rebuscadas. Más, cuando en España siempre se confunde público con gubernamental.

Quizá el empecinamiento de nuestros políticos en mantener a sus voceros, clamando en el desierto de la indiferencia ciudadana, se entienda mejor porque como afirmó Winston Churchill, la falla de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes. Y demasiados políticos cuando aparecen en la tele -aunque sea en la local y solo los vea su madre- se sienten, más que importantes, eternos. Se equivocan, sólo consiguen unos warholianos, carísimos e inútiles minutos de fama pasajera pagados por el contribuyente.

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