Quousque tamdem

luis Chacón

¿Cine o sardina?

CINE o sardina? Esa era la frase con la que la madre de Guillermo Cabrera Infante le daba a elegir. Contaba el escritor que el dinero, en su pobre infancia cubana, más que escaso era etéreo y confesaba que él y su hermano nunca escogieron la sardina aunque sabían que ver una película significara acostarse sin cenar.

Muchos lo olvidan, pero el ejercicio de la libertad va unido al de la responsabilidad. Por eso, cada vez que una familia, una vez visto el magro saldo de la cartilla de ahorros, se pregunta ¿cine o sardina? tiene plena certeza de que no va a poder disfrutar más que de uno u otra. Pero el estado, en el caso de que llegue a plantearse la misma alternativa, contestará sin el más mínimo asomo de preocupación, palco en el fútbol y mariscada. La razón es muy sencilla. Los gobiernos disponen de todos los Boletines Oficiales del mundo para, con la misma habilidad que un tahúr del Misisipi, sacarse un nuevo impuesto de la manga; cobrar dos veces el mismo servicio - llamándolo copago farmacéutico - o subir el valor catastral de las viviendas cuando hasta el más tonto de España sabe que el precio de los inmuebles se ha desplomado. Pero es igual, lo importante es el bienestar del estado que, no se engañen, les importa más que el estado del bienestar. Como no podía ser de otra manera, las familias y las empresas ni tienen BOE, ni nadie a quien exigir ningún pago de impuestos. Así que si quieren más dinero solo les queda buscarse la vida, aquí o emigrando. Perdón; debí decir disfrutando de la movilidad exterior, como de modo lírico nos enseñó a llamarlo la ministra Báñez.

Es una idea ridícula, pero en España se cree que el estado es un tercero que vive a su aire. Para recaudar, hacienda somos todos, pero a la hora de decidir el gasto no se nos pide opinión. Cualquier persona sensata censura a quien se endeuda en exceso y disuade a familiares y amigos de hacerlo porque si pedir es fácil y rápido, devolver los plazos es tan duro como lento. Sólo algunos levantamos la voz y negamos al estado esa supuesta patente de corso para comprometer nuestros ingresos y los de dos generaciones más. Pero lo más raro es oír críticas a los dispendios más cercanos ya que no hay pueblo ni ciudad que no se lamente cada día de la discriminación injusta e histórica que sufre. Y así, se acaban dando alas a gobiernos ineficientes y dilapidadores mientras las familias no dudan. ¿Cine o sardina?

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