Quousque tamdem

luis Chacón

Dos manos y una sonrisa

DICE el Talmud que quien salva una vida, salva al universo entero. Este fin de semana, miles de voluntarios y ciudadanos lo han demostrado en los supermercados apoyando sin alharacas al Banco de Alimentos. Con tanta humildad como éxito y eficacia. Un peto blanco, dos manos, una sonrisa, un puñado de ilusión y toda la entrega del mundo han bastado para dar una lección más a los que no parecen dispuestos a aprender. No había focos, ni cámaras, ni photocall en el que inmortalizar a regios personajes de forzada sonrisa y gesto aburrido, políticos buscavotos que se dicen preocupados por la situación social o celebridades y demás fauna del papel couché ansiosa de obtener publicidad gratuita. Ya saben que este tipo de gente suele dar, tras ponerse un peto nuevo -no vayan a impregnarse de olor ciudadano- una magra bolsita preparada por el asesor de turno, mientras ensayan con su jefe de prensa el gesto que han de lucir en la foto. Lo más triste, es que se creen que nos engañan.

Los voluntarios que han entregado su fin de semana a algo tan noble ponen en solfa la cacareada vocación de servicio de tanto politicastro acaparador de cargos y sueldos públicos. Los millones de ciudadanos que han ayudado, cada uno en la medida de sus posibilidades y ninguno, como el estado, por encima de ellas, son maestros en la gestión de recursos. Por eso, cada bolsa depositada en los contenedores del Banco de Alimentos es una sonora bofetada en la cara de quienes derrochan dinero público en infraestructuras inútiles, televisiones manipuladoras, asesores de pacotilla y demás caprichos sin valor para el ciudadano.

El grupo de jóvenes con el que coincidí el sábado por la tarde me devolvió la esperanza en el futuro. Su actitud desinteresada y generosa es un rotundo mentís a tanto censor militante. Si realmente son eso que se ha dado en llamar ninis, será porque ni se aporta dinero suficiente para su educación, ni hay políticas activas de empleo. No vi en ellos rastro de urdangarines, ni gurteles, ni eres, ni maletines chinos, ni facturas falsas, ni recalificaciones de terrenos. Ni un atisbo de la corrupción que seguimos sufriendo y que sólo para enunciarla, sería necesario editar un suplemento al periódico del grosor de los tomos de la vieja Espasa. Y lo más hermoso es que siendo ellos quienes merecen un aplauso unánime, daban a cada donante las gracias y le dedicaban una sincera sonrisa.

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