Quousque tamdem

luis Chacón

Cásate y haz lo que quieras

SI yo fuera el editor de Cásate y se sumisa me iba a dejar un pico enviando cestas de Navidad a los escandalizados inquisidores que piden airados su retirada. Desde Gutenberg, la mejor publicidad para un libro es prohibirlo. Entiendo que no les guste. A mí me ocurre igual y tras leer Evangelii Gaudium -donde el Papa escribe que las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente- me temo que el Santo Padre tampoco lo va a regalar para Reyes.

Sostiene Chomsky que "si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada". Así, al abrir la boca ejercemos ese sagrado derecho pero, al cerrarla, damos paso al de los demás. Por eso, será políticamente incorrecto decir que hay opiniones que no merecen respeto pero es tan cierto como que el librito en cuestión está cuajado de ellas y es lógico que haya sufrido un chaparrón de críticas más intenso que el diluvio universal. Pero la censura prostituye la democracia. ¿Es serio tanto escándalo en un país en el que cualquier tenderete expone sin rubor Mi Lucha de Hitler o el Libro Rojo de Mao? Si retrocedemos en el camino de la libertad volveremos a hacer piras de libros y como los nazis, a tachar lo que nos disgusta de arte degenerado. Si ese es el concepto de libertad de estos censores postmodernos pueden perseguir los libros de autoayuda, tachados de burda charlatanería por la psicología, los de dietas milagro de los que abomina la medicina o los cuentos infantiles que siempre ofenden a colectivos diversos, sean los enanos, las madrastras o los leñadores. Si hubiera que censurar las obras que atentan contra la dignidad de la mujer se iban a quedar vacíos los anaqueles de literatura erótica, desde los clásicos griegos hasta su último éxito, 50 sombras de Grey, en el que los protagonistas firman un contrato por el que la mujer acepta convertirse en sumisa. Pero no lo pidió nadie. Será porque esa sumisión es progre.

No creo que escriba nunca un libro sobre el matrimonio, pero tengo claro que en vez de inspirarme en la Carta de San Pablo a los Efesios, lo habría hecho en una frase de San Agustín que es un canto a la libertad individual: Ama y haz lo que quieras, es decir, Cásate y haz lo que quieras.

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