Mirada alrededor

juan José Ruiz Molinero

Triste Milenio

CUANDO se planteó la celebración del Milenio del Reino de Granada hubo un general sentimiento de escepticismo. Estamos tan acostumbrados a que se frustren proyectos ambiciosos, que parecía natural el recelo. Era excelente la idea de subrayar una fecha tan importante, para recordar la riqueza de un pasado que ha quedado marcado en nuestra historia y nuestra cultura, del que nos enorgullecemos y es seña de identidad de estas tierras. Lo absurdo es que se pretendiera colgar del evento cosas que se sabían de antemano no se iban a cumplir, desde obras públicas fundamentales -AVE, por ejemplo-, comunicaciones, parques y creaciones suntuosas o simplemente necesarias para superar el retraso que sufría al mencionado reino, en vez de centrarse en una sólida proyección cultural, con magnas exposiciones, simposios de expertos internacionales, publicaciones de estudios sobre el esplendor de una cultura y lo que significó para el desarrollo de la ciencia o los estudios del pasado, con las traducciones de textos griegos que contribuyeron al amanecer del Renacimiento, por ejemplo. Y, en fin, además de examinar sus luces y sombras, aproximarnos a uno de los pilares de nuestras raíces, para a partir de ellas cimentar las bases del futuro.

Poco se ha hecho en este aspecto, salvo la interesante exposición del museo de la Alhambra, alguna referencia en el Parque de las Ciencias y escasas cosas más, perdidas en esa atmósfera frustrante en que ha quedado la celebración del Milenio. Curiosamente lo único que ha llegado al gran público son las referencias hechas sobre la ciudad y el final de un reino en la popular serie televisiva Isabel. Unas vagas alusiones, donde, como es natural, no se analizan las características de una cultura que después de ocho siglos era tan española como la castellana, aragonesa y para qué decir la catalana, y sólo se roza el encanto de una ciudad y, por cierto, los incumplimientos, las expulsiones y las atrocidades cometidas por los vencedores que, aparte de las nuevas aportaciones al enriquecimiento monumental, dejaron la huella indeleble de una época inquisitorial, llena de sombras, aunque también de luces, como el descubrimiento de un nuevo continente, aparte de la unidad española, cuestionada todavía hoy.

Creo que Granada -y su reino, faltaría más- ha perdido otra ocasión para divulgar y analizar su rico pasado, desde el cual construir el presente y el futuro. Pienso que no es injusto calificar de triste, pobre y decepcionante la conmemoración de este milenio, con cierto olor a 'timadura' que esperamos no se repite en el próximo, si no nos falta tiempo para prepararlo. Aunque me temo que ni ustedes ni yo podremos comprobarlo.

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