L A noticia económica de la semana la dio Moody's mejorando la calificación de la deuda pública. El gobierno ha sacado pecho, se ha colocado la medalla y estima que pronto lo harán las demás agencias. La oposición socialista sólo ve negras nubes en el horizonte y el señor Lara de IU, con su añejo discurso solo acierta a declarar que las agencias sirven a los especuladores. Y se queda tan pancho. El triunfalismo del PP es excesivo en quien debe dirigir al país. La simpleza del PSOE que olvida su pasado de gobierno y parece no tener presente ni futuro y el desvarío comunista son tan habituales que ni extrañan, ni importan.

Es cierto que cae la prima de riesgo y nos prestan más barato pero la deuda pública casi iguala al PIB. Y así, ambas situaciones se compensan. Cambiamos coste por cantidad. Pagamos menos pero al deber más, nos quedamos igual. La percepción de la economía y las finanzas es una cuestión de expectativas. En sus novelas sobre la Armada británica popularizadas gracias a la película Master & Commander, Patrick O'Brien cuenta como, tras pasar varios meses en alta mar, los aristocráticos oficiales de la Royal Navy que en tierra podían despreciar un jugoso asado por no encontrarlo de su gusto, pagaban un buen puñado de chelines a los grumetes para que les cazaran una molinera -nombre que daban a las rollizas ratas que pululaban por la sentina- con la que darse un festín. Nosotros, endeudados hasta las cejas, consideramos una mejora la estabilización de la deuda. Pero el problema es mucho mayor. Como el ciudadano solo percibe el recorte del gasto en aquellas partidas socialmente valoradas se consolida la idea de que el estado se ha convertido es un parásito que sólo busca su supervivencia y la de aquellos que conforman la casta política, salpicada por la corrupción a todos los niveles.

A este ritmo, los que corretean felices por los patios de los parvularios van a pagar los excesos de estos años. La única forma de parar la peligrosa espiral de deuda es gastar menos de lo que se ingresa. Hay que racionalizar el gasto público, reducir la administración y promover un sistema fiscal justo, razonable y coherente. Pero como Gobierno, Autonomías y Ayuntamientos siguen gastando a manos llenas sean del color que sean, la idea instalada en España es que estamos en manos de una pandilla de inconscientes. Y esa sensación de parasitismo es más peligrosa que la propia deuda.

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