Paso de cebra

josé Carlos Rosales

De sobremesa

ESTAMOS en febrero de 2011. Concretamente el sábado 26. Quizás estarían disfrutando de una sobremesa tranquila, algunos cafés, alguna copa de Chardonnay, confidencias y desahogos, intereses comunes, y entonces se baja la guardia y se dice lo que en otras circunstancias jamás se afirmaría. Ya se sabe, el vino desata la lengua, y a Nicolás Sarkozy se le desató el ego: "En política llega un momento en que lo tienes casi todo pagado", les confió a sus comensales, su esposa Carla Bruni y su consejero de prensa Frank Louvrier. Aunque también estaría Patrick Buisson, consejero político del entonces presidente de Francia. Patrick estaría con su grabadora minúscula, con un micrófono oculto, tal vez con una pluma Mont Blanc en la que todo quedaba registrado. Mi padre "es un enfermo del espionaje desde hace mucho tiempo", dicen que ha dicho George Buisson, el hijo díscolo del padre poderoso, el padre espía y, por aquellas fechas, asesor omnipotente del poderoso Sarkozy. Estaban en Lanterne, cerca de Versalles, en una de las residencias de las que dispone la presidencia de la República francesa: "Nosotros tenemos una casa en alquiler y tres residencias oficiales", añadió satisfecho el antiguo presidente, un político que aspira a regresar, todos los políticos quisieran regresar: ¿cómo no van a querer regresar si lo tienen casi todo pagado?

Cada día hablamos de la privacidad vulnerada, de que todos podemos saber casi todo de cualquiera, nuestras vidas son las líneas que dejamos en la web, las fotos y conversaciones y paseos que cientos o miles de cámaras y grabadoras registran de nuestro paso por museos y bancos y oficinas. Y a veces nos quejamos, aunque también nos encanta husmear en la vida de los otros, sobre todo si son poderosos, si deciden en nuestro nombre, si viven de nuestro dinero: no podemos derrocarlos, pero sí podemos conocer sus miserias, su infamia, su vacío. Y ahora le ha tocado a Sarkozy; alguien que, como puntualizó su esposa, vivía de prestado: "pero es porque yo te mantengo. […] ¡Y yo que pensaba que me casaba con un tipo con un buen sueldo! Bah!"

Ah, los políticos y sus sobremesas, sus ridículos hombres de confianza y sus bajas traiciones, sus celos y rabietas… Tanta energía y esfuerzo tan mal empleados: mientras ellos se graban los unos a los otros, nosotros pagamos de nuestro bolsillo las pilas de sus grabadoras: sus pilas, y sus trajes, y sus desinhibidas sobremesas.

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