Quousque tamdem

luis Chacón

Caramelitos envenenados

EL gobierno andaluz recuerda a dos siameses unidos por la espalda. La presidenta firma acuerdos con los mismos bancos a los que la señora Cortés, consejera de Fomento, expedienta por no cumplir con la supuestamente progresista y revolucionaria Ley sobre la Función Social de la Vivienda. Así, IU vive su particular y revolucionario asalto al Palacio de Invierno. Y en pleno éxtasis socializador y estatista exige la creación de un banco público que será más justo, eficiente, socialmente responsable y comprensivo con sus deudores que los malvados y codiciosos banqueros privados. Esos que en su rancia y añeja visión, exprimen a los pobres y esforzados obreros para mayor lucro de sus accionistas, insensibles plutócratas ávidos de riqueza. No sé si el PSOE apoya al banco público por convencimiento o por mero interés político. Pero lo que me aterra es pensar cuanto nos puede costar el caramelito que endulza la convivencia de IU en el ejecutivo de la señora Díaz pero envenena el ánimo del sufrido contribuyente.

Los voceros de la bondad económica de lo público siguen batallando para convertir en verosímil esa falsa versión de la crisis financiera que concentra la responsabilidad en los bancos, obviando que han sido las Cajas a quienes hubo que intervenir y nacionalizar para evitar su quiebra. En un tosco y viejo discurso, IU defiende que la resurrección de la banca pública es la única solución a los problemas de financiación de particulares y empresas. Ese banco maravilloso será como el hada madrina de todos los andaluces. Su único accionista será la Junta que nombrará a sus directivos y establecerá las líneas maestras de una gestión volcada en el ciudadano. Y si es así, ¿qué lo diferencia de las Cajas dirigidas por políticos y cuya sensibilidad se decía que era más social que financiera? Olvidan que esas beatíficas entidades colocaron preferentes y productos tóxicos, ejecutaron miles de hipotecas desahuciando a sus propietarios y nos van a obligar a trabajar veinte años para pagar el agujero que nos han endosado.

Admitir la realidad es un ejercicio de racionalidad y renunciar a los imposibles sueños de una juventud revolucionaria, una muestra de madurez. Porfiar por lo que se sabe dañino, insistiendo en que se atesora la fórmula alquímica secreta que permitirá convertir el plomo en oro, sólo puede calificarse de majadería. Así que mejor dejamos lo del banco público.

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