ALGO no va bien cuando logran protagonismo ciertos personajes que no tienen más oficio y beneficio que montar espectáculos bochornosos en determinadas tertulias televisivas; auténticos farsantes que con sus salidas de tono ganan buenos dineros y en algunos casos se promocionan para alcanzar sus objetivos políticos.

El caso más reciente y sangrante es el del juez o ex juez o suspendido juez Elpidio Silva, a quien ya hemos dedicado su propia crónica y que ha conseguido que finalmente se haya suspendido su juicio, tras una actuación -porque ha sido actuación- en la que no ha faltado desde falta de respeto a un tribunal a mantener una actitud absolutamente hiriente con su abogado, que nunca debió aceptar la defensa de alguien cuyo comportamiento como juez y como persona estaba obligado a conocer aunque no fuera más porque en el mundo en el que se mueve Conde-Pumpido, el de la Justicia, saben perfectamente qué modos se gasta el juez Silva.

Silva busca notoriedad y sobre todo la inmunidad del Parlamento Europeo; pero cuando se echa un vistazo a las numerosas listas que se presentan a las elecciones del 25-M se cae el alma a los pies. Junto a partidos perfectamente estructurados, de trayectoria larga o corta pero con candidatos que aceptan las reglas del juego democrático y se toman con seriedad la responsabilidad de defender los intereses españoles en el Parlamento Europeo, encontramos una serie de nombres que se toman la actividad pública a título de inventario, en algunos casos mantienen comportamientos similares a los de los delincuentes, y presumen de no respetar la Constitución, las leyes y el Estado de Derecho. Personajes algunos de ellos que también han utilizado determinadas tertulias para tratar de catapultarse a las alturas con actitudes díscolas, insultantes y provocativas que no tenían más razón de ser que darse a conocer al público.

Provoca auténtica desazón que en esas listas se encuentren algunos de los asaltantes a la librería Blanquerna, centro de referencia la cultura catalana; formaciones que tienen como prioridad la ruptura con la Unión Europea o el advenimiento de la república, cuando lo primero es una incongruencia plantearlo desde el Parlamento Europeo y lo segundo va contra la Constitución. Pero más irritante que ese tipo de incongruencias es el oportunismo que demuestran quienes se plantean las elecciones dándose a conocer previamente a través de una estrategia de sucesivos escándalos y salidas de tono.