La tribuna

josé antonio pérez tapias/ Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UGR

Universidad y humana dignidad

LOS estudios de Humanidades afrontan serias dificultades. Indispensables en una universidad que quiera responder a las necesidades de una sociedad democrática, corren el peligro de verse postergados, y más en tiempos de crisis, como lujo cultural prescindible. Tan ciega e instrumentalista visión de las Humanidades es la que a veces se encarna en legislación educativa y recortes presupuestarios. De ello tenemos dura experiencia, por lo cual toca reivindicar su valor como saberes acerca de nuestras realidades humanas y de los documentos de cultura que constituyen el legado que nos ha sido transmitido. Tales saberes nutren el tejido cultural indispensable para que nuestra sociedad no esté ayuna de referencias de sentido al articular su convivencia democrática y sostener valores sobre los que asentar las instituciones de la vida en común.

Hablar de Humanidades es hacerlo de los saberes de la memoria, los que se fraguan desde las especialidades que estudian la historia; de los saberes de la comunicación, desde la comunicación en diferentes idiomas hasta esa comunicación de la literatura y otras artes que atraviesa fronteras y generaciones; y de los saberes del ejercicio crítico de la razón que en la filosofía encuentran su lugar. Son saberes que nos hacen desembocar en esa sabiduría que reivindica Martha Nussbaum al subrayar la necesidad de esas Humanidades que, fuera de todo lucro, constituyen la savia de la humanidad compartida de nuestro tiempo histórico.

De esas Humanidades necesitadas de defensa hemos hablado en la XXII Conferencia de Decanatos de Letras reunida en Granada el pasado viernes 16 de mayo. Al hacerlo reivindicábamos a la vez la autonomía universitaria, tan acosada desde poderes económicos, en frecuente connivencia con poderes políticos, que sólo ven en la universidad una fábrica de conocimientos para el rendimiento inmediato o un gran centro de estudiantes encaminados a un mercado de trabajo ávido de mano de obra barata, aunque cualificada. La universidad ha de contar con la realidad del mercado, pero trascendiendo sus inmediatas aspiraciones de beneficio y teniendo presente que su servicio a la sociedad va más allá, como corresponde a una sociedad de ciudadanos libres, capaces de juicio crítico y de participación democrática.

Quienes estamos al frente de los decanatos de Letras de las universidades públicas españolas también nos sentimos urgidos a hacer llegar a la opinión pública, desde la realidad de nuestras Facultades, nuestra preocupación por la situación en que se halla la universidad como institución de formación superior y de investigación científica.  Como también han denunciado los rectores, el estudio, la docencia y la investigación pasan por difíciles momentos a causa de los fuertes recortes presupuestarios en medio de la profunda crisis en la que estamos. Las medidas de control del déficit que se aplican desde el gobierno de España están provocando daños a nuestras universidades que pueden ser irreversibles. La gravedad de esas consecuencias no se limita a la vida académica, sino que incidiendo sobre el acceso de los jóvenes a los estudios universitarios, sobre la calidad de la docencia y sobre el despliegue de la investigación, afectan de lleno a la sociedad a la que las universidades se deben, quedando mermadas las posibilidades de contribuir desde el conocimiento a un desarrollo que nos ayude a remontar la crisis.

Como decanas y decanos de las Facultades de Letras, a la vista lo que en ellas ocurre, estamos de acuerdo en la quiebra de la igualdad de oportunidades que supone el mayor coste del acceso a la misma dada la concurrencia a la vez de una política de becas más restrictiva e incremento de las tasas académicas. Igualmente se da consenso sin fisuras en cuanto a denunciar la precariedad laboral de un alto porcentaje del profesorado universitario, a pesar de su más alta cualificación, así como el bloqueo que se produce sobre legítimas aspiraciones de promoción del profesorado. Todo ello a causa de la aplicación de una tasa de reposición de empleo público que en el caso de las universidades llega a una irracionalidad absolutamente indefendible. La regresión que ello supone para nuestras universidades implica un futuro tan seriamente amenazado que es deber inexcusable de los responsables académicos hacer todo lo posible y hasta lo imposible para que las amenazas no se cumplan como destino. Defender las Humanidades es defender la dignidad de seres humanos libres capaces de transformar su realidad histórica.

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