Mirada alrededor

juan José Ruiz Molinero

Veranos terroríficos

A UNQUE una parte de los mortales aprovechan el verano para tomarse unas vacaciones, no nos podemos olvidar no sólo de los que no pueden disfrutarlas, sino de los que viven estos días asolados por las bombas, las guerras interminables, las matanzas de inocentes, entre ellos las víctimas propiciatorias de todas las guerras que son los niños.

Está ocurriendo ahora mismo en la zona de Gaza, en la que los palestinos sufren una desmedida represalia bélica israelí, tras ataques de Hamás, dentro de un conflicto en el que los comentaristas no cesamos de recurrir a la inútil repulsa ante tanta sangre inocente derramada. Décadas de enfrentamientos y castigos inmisericordes, condenas de la ONU, abortada por vetos de los gobiernos norteamericanos, cuando se refieren al amigo israelí, cuyo lobby judío tanto pesa en la política estadounidense; incapacidad total de los organismos internacionales y, sobre todo, de los poderosos mandatarios que se limitan a pedir un alto el fuego, cuando ya hay miles de víctimas, y no se atreven o no les interesa acabar con un conflicto que dura años y años de auténtica ignominia.

El asunto de Iraq, agravado tras la intervención de Bush y sus aliados -entre ellos el amigo Aznar-, con la mentira de que el abominable Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva, guerra que ocasionó más de cien mil muertos, va en camino de un triunfo del extremismo islamista. Como va el conflicto sirio, en el que han perecido también centenares de miles de civiles -vuelvo a recordar a los niños-, y de refugiados. Eso sin mirar a los regímenes sanguinarios de parte de África, el conflicto de Ucrania -con el terrible atentado contra un avión de pasajeros- y a otros acontecimientos que están en las páginas de los periódicos o en los telediarios para amargarnos estos días.

El verano parece ser propicio para enfebrecer a los que están dispuestos a acabar con sus semejantes. Los españoles no podemos decir que estamos fuera del catálogo de esas atrocidades. Recordemos, aunque sea de pasada, que en julio de 1936 comenzó no sólo una contienda civil, sino un indiscriminado asesinato nacional que se llevó por delante a infinidad de españoles destacados y a centenares de miles de ciudadanos anónimos y a los que tuvieron que exiliarse para evitar los fusilamientos en las tapias de los cementerios o en las cunetas de cualquier carretera, cerro o barranco.

Quizá por eso mismo, los españoles deberíamos ser más sensibles que nadie no sólo para lamentar estas matanzas de inocentes, sino para instar a nuestros gobernantes a que se esfuercen en cooperar para poner coto a estos horrores que si son evitables, si todos los poderosos de este mundo no se ocuparan sólo de sus intereses.

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