El termómetro

ENRIQUE NOVI

Pena penita pena

DISCÚLPENME si mientras leen esta columna notan que el papel -o la pantalla- se ha humedecido. No miren al cielo, pues no llueve. Son mis lágrimas, que caen sin consuelo al ver el padecimiento de mis semejantes. Martínez Pujalte dice sentir "una gran pena" por el ingreso en prisión de su amigo Jaume Matas. Al peculiar Pujalte le parece que los motivos que han llevado a Matas a la cárcel son livianos. Un tema menor, ese de llevarse el dinero del contribuyente comparado con el de manifestarse y oponer resistencia a la autoridad, por ejemplo, o el de exigir responsabilidad a los políticos en frente de su casa. Eso sí que son causas serias para quitar de la circulación a tanto indeseable.

También Artur Mas ha afirmado sentir "pena, compasión y un dolor muy grande" por la situación de su padre político Jordi Pujol. Es terrible que haya dejado de ser Molt Honorable, yo no lo superaría. Para que luego digan que los políticos son insensibles con el dolor ajeno, que les falta empatía. Lo único que me escama es que nunca antes hayan mostrado esos sentimientos tan nobles en relación con las familias desahuciadas ni con los dependientes a los que se les retira la ayuda, ni con los parados sin ingresos que tienen que acudir a los comedores sociales para sobrevivir… Aunque claro, ¿qué son esas minucias en comparación con el drama de ser desposeído del título de Molt Honorable? Un título histórico que hunde sus raíces en la Edad Media, en las más antiguas instituciones del autogobierno catalán y cuya pérdida deja una herida profunda, trágica, incurable en el corazón del catalanismo. Y no solo por el drama en sí de la pérdida. También, y sobre todo, porque las mordidas del clan Pujol emparentan el modus operandi catalán, con todo su seny, esa ponderación mental exclusiva, con el cutre, castizo, cañí y mesetario proceder de los bribones españolistas. Y eso sí que es un cuchillo atravesando el hemisferio derecho del universo emocional catalán. Con la que le liaron a Pasqual Maragall cuando se le ocurrió mencionar aquello del 3%.

En cualquier caso, la confesión de Pujol está teniendo efectos colaterales curiosos como es ver a la inmaculada ERC, la verdadera beneficiaria del órdago soberanista, votando en contra de una comisión de investigación sobre la fortuna Pujol (a ver cómo se lo explican a su combatiente militancia); o a Alicia Sánchez-Camacho, tan españolista ella, ponerse estupenda exigiendo explicaciones y transparencia… pero solo en Cataluña. Sigan llorando. Pasen el duelo por sus privilegiados padecimientos, ciegos ante los que de verdad sufren. Cuando salgan del velorio tal vez se lleven alguna sorpresa.

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