Quosque tamdem

luis Chacón

Demasiada soberbia

HARÁ medio siglo que se publicó El español y los siete pecados capitales, texto agudo, irónico y elegante de Fernando Díaz-Plaja, un catalán cultísimo y caballeroso que diseccionó con el pulso de un cirujano el carácter del españolito medio. Escribía en el prólogo que para poder conocer la asombrosa e inigualable selva española había pensado que lo mejor era salir y ver otros árboles que hicieran posible la comparación. Como enseñó en universidades de tres continentes y dio varias vueltas al mundo nunca sufrió de aldeanismo ni nacionalismo, morbos ambos que como es bien sabido se curan leyendo y viajando.

Chequeaba el autor nuestro carácter usando como piedra de toque esos vicios reprobables -avaricia, envidia, gula, ira, lujuria, pereza y soberbia- que nos deshumanizan y que la Iglesia condena como pecados capitales. Hemos cambiado mucho y hay aspectos envejecidos en el análisis pero Díaz-Plaja buceaba con erudición en la historia buscando constantes de comportamiento repetidas a través de los siglos. Así que en estos días de crisis económica y turbación social, merece la pena recordar que para él, era la soberbia y no la envidia el más español de los pecados pues hay una actitud reiterada en nuestra historia que convierte la verdad y la razón en patrimonio de unos pocos, considera el diálogo un signo de debilidad y más que adversarios ve enemigos en quienes piensan distinto. Vive en nosotros una clara incapacidad de empatía, de ponernos en el lugar del otro para entender sus razones y puede que todo responda a que nunca llegamos a tener claras las nuestras.

La soberbia es envanecerse con altivez de los propios méritos -reales o no- menospreciando los que pudieran adornar a otros. Así que no es difícil encontrar soberbios pecadores entre quienes nos dirigen. Pues soberbia es gobernar por decreto ninguneando al parlamento y confundir -como siempre- las mayorías absolutas con dictaduras a plazo. Lo es oponerse al gobierno desde la descalificación y la verdad absoluta; porfiar por referéndums ilegales, vender revoluciones porque podemos o despilfarrar el dinero de los contribuyentes con el único argumento del nosotros lo merecemos. Así que ahora que vuelve la normalidad sería bueno recordar que contra el pecado de soberbia, la escasa virtud de la humildad. Y es que lo que no fue capaz de anticipar mi admirado don Fernando es lo cara que iba a salirnos la penitencia.

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