Quosque tamdem

luis Chacón

Binzantinismos

CUENTAN que mientras los otomanos cercaban Constantinopla, algunos teólogos, ajenos al estruendo de la gran bombarda que batía las murallas, discutían ensimismados sobre el sexo de los ángeles y otros asuntos vitales para el futuro de la cristiandad y del imperio. La disputa teológica finalizó abruptamente la mañana del 29 de mayo de 1453 después de que los jenízaros encontraran abierta la Kerkaporta, una portezuela olvidada de la muralla. Esa tarde, Mehmet II cruzaba a caballo la ciudad entre la algarabía de las tropas que la saqueaban y los gritos agónicos de los bizantinos que vivían el fin de un imperio milenario. De los teólogos disputadores sólo nos quedó la anécdota de la inutilidad de su debate.

En Granada, los dos grandes partidos se han enzarzado en una de esas discusiones bizantinas que provocan tanta desesperación como vergüenza ajena. Entre otros despropósitos, tenemos un hospital cerrado que debería estar prestando servicios desde hace años. Pero el debate no es ese sino cómo vamos a llamarlo. Creo que los dos ilustres galenos cuyo nombre ha saltado a la palestra -Olóriz y Otero- preferirían un hospital sin título a un edificio sin pacientes aunque con una placa de mármol que les recordara. Pero lo peor es que esta actitud que sólo sirve para olvidar los peligros que se ciernen allende las murallas de la democracia, no es algo único del ombliguismo de una ciudad mediana.

En Andalucía andamos con que si no me apoyas, convoco elecciones y ya verás; pero el dinero de los ERE y la formación sigue flotando en el éter. En España, el debate se agota en la imprescindible reforma de la ley electoral municipal. Y en otros países de Europa, tres cuartos de lo mismo.

Y mientras los que nos dirigen debaten sobre el sexo de los ángeles, a los ciudadanos nos cerca el paro, la precariedad laboral, la deflación, los impuestos, la corrupción y todo lo que ustedes quieran seguir enumerando.

Pero lo que más me enerva de estas lumbreras del pensamiento y la política, es su asombro ante las encuestas que dan ganador de las presidenciales francesas a una fascista como Le Pen o que les extrañe que en España, un puñado de radicales de izquierda con un programa revolucionario, utópico, inviable y casi totalitario, reciban cada vez mayor apoyo ciudadano. Si no queremos sentir piafar al caballo del totalitarismo, deberíamos reforzar las murallas y dejarnos de discusiones bizantinas.

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