Por montera

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Estudiantes en suspenso

PÓNGASE en esta situación: es 26 de septiembre de 2014. Su hijo que estudia en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en el municipio de Iguala, Guerrero, de México, le dice al despedirse por la mañana tras el desayuno: "mamá, hoy vendré más tarde porque como es 2 de octubre me voy a ir a la manifestación ". En México el 2 de octubre es un día marcado en el calendario con sangre porque fue el día, en 1968, en el que cientos de estudiantes y trabajadores, mujeres y niños se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas para reivindicar la libertad de expresión y terminaron siendo asesinados por el ejército al mando del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Aún hoy, cuarenta y seis años después, se sigue recordando una matanza descarnada e implacable contra un pueblo que reclamaba ser escuchado por un Gobierno sordo que sólo sabía disparar desde los pisos más elevados contra su pueblo ubicado en la base de una plaza que se convirtió en una ratonera.

México pedía libertad de expresión desde 1968 y hoy aún sigue reclamándola. Por eso le pido que se ponga en el lugar de una madre que despide a su hijo por la mañana cuando éste se va a la universidad. "Adiós mami. Adiós mi niño. Ten cuidado y pórtate bien. Si mami. Volveré después de la manifestación. Ok, ok, mi amor". La conmemoración del dos de octubre debería resultar un acto protocolario sin mayor destino. Pero resultó que su hijo, a quien usted ha despedido en la puerta tras desayunar, se sumó a otros cuarenta y dos compañeros de su instituto para ir a Iguala a esa marcha conmemorativa. Pero, al finalizar la manifestación, vuelven a reproducirse las escenas de hace más de cuarenta años y empiezan los disparos. Dos personas fallecen. Dos días después los estudiantes cuentan en una rueda de prensa que han sido atacados por la Policía municipal y son detenidos. 43 estudiantes que son trasladados en patrullas policiales, entre ellos, su hijo, del que hoy aún no sabe nada. ¡Desde el pasado día 26 de septiembre!

Desde entonces: 22 policías son detenidos por la desaparición de los 43 estudiantes, así como el alcalde de Iguala y su esposa como sospechosos de la desaparición de los chavales. Buscan incesantemente a los estudiantes y dan con fosas clandestinas que tras ser investigadas nada tienen que ver con los estudiantes desaparecidos. Mientras, las investigaciones policiales ponen contra las rejas a 14 policías y se empieza a sospechar que los chavales han sido entregados al grupo criminal Guerreros Unidos. Pero su líder, Benjamín Mondragón, se suicida antes de ser capturado. Dígame usted cómo se siente desde que le dio el beso de despedida a su hijo tras el desayuno y hoy, un mes después, sigue sin saber ni una sola palabra sobre él. Creerá que esto es un sueño. Pues no. Esto es una realidad que están viviendo cuarenta y tres madres y padres mexicanos que imploran, solos, ante el mundo la vuelta a casa de sus hijos y parece que nadie les escucha.

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