La bitácora

félix De Moya

Lo que nos importa

EN el futbol y en general en la vida, para muchos ciudadanos/aficionados, lo verdaderamente importante es ganar. Y en una sociedad en la que los valores han quedado claramente postergados, hay que ganar casi a cualquier precio. El clásico fin justificando los medios se ha enseñoreado de nuestros usos y costumbres y la sociedad está dispuesta perdonar toda clase de felonías con tal de que se tenga éxito. Los políticos lo saben y hacen un ejercicio de pragmatismo encomiable cuando miran para otro lado una y otra vez al tropezarse con la corrupción que les rodea. Saben muy bien que los indignados ciudadanos olvidaremos nuestra indignación en el momento que el paro se reduzca y la economía empiece a funcionar algo mejor. Aun hoy lo que más nos subleva en relación con asuntos como el de las tarjetas, o el de las preferentes, o el de los aeropuertos vacíos, no es tanto el gasto generado, ni la ostentación, ni siquiera la posible ilegalidad de algunas de las actuaciones, lo que resulta insoportable es la inutilidad de sus gestores. Lo que realmente debería ser motivo de escrutinio público es el saldo de una gestión deleznable y el pésimo funcionamiento de los mecanismos de control cuando estos existieron. Que hay personas dispuestas a quedarse con lo que es de todos, especialmente cuando creen que nadie les ve, no es ninguna novedad. Sería extremadamente ingenuo por nuestra parte que creyéramos que nuestros responsables públicos tienen una altura moral superior a la del conjunto de los ciudadanos. Lamentablemente esto no es así y sólo nos queda confiar en que en nuestro sistema público existan alguna vez los mecanismos de control necesarios para disuadir al inmoral porque se sienta observado o para depurar responsabilidades a posteriori cuando las haya. Nuestro mayor problema como sociedad es que con demasiada frecuencia admitimos la conducta inmoral del afín y la reprochamos sólo en el rival. Como si la política, de nuevo, fuera como el futbol. Como si los fracasos de Bankia, la Gurtel o los ERE tuvieran sobre nosotros el mismo efecto que un mal resultado hoy para merengues o culés.

Una sociedad que está dispuesta a aceptar que sólo existe el problema cuando cogen infraganti al corrupto, no podrá regenerarse mientras no retire su apoyo en las urnas a los que les amparan. Nuestra permisividad ahora y nuestra amnesia después están en el origen de muchos de los problemas que tenemos como sociedad.

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