Quosque tamdem

luis Chacón

Un banquillo con dosel

LEJOS de todo análisis jurídico, la decisión de la Audiencia de Palma de Mallorca respecto a la titular del ducado de igual nombre, parece que busca contentar a todos, aunque sea un poquito. A la infanta Cristina se la deja fuera del espinoso asunto del blanqueo de capitales, de tan folclórico aroma en estos días, pero se le hará responder del mucho más aristocrático delito fiscal. Un delito de clase, pues sólo los ricos pueden cometerlo. Así que penalmente sale beneficiada aunque socialmente su situación no haya cambiado un ápice. No creo que la gente -asqueada hasta la náusea por la corrupción- se sienta mínimamente comprensiva con la regia distracción a la hora de declarar sus ingresos. Parece que veremos a la infanta en el banquillo aunque igual se le habilita en la sala de vistas un sitial de damasco carmesí con dosel y guardia de honor, pues curiosamente, su imputación no afecta a su dignidad. Me refiero, claro, al título que ostenta. Aunque también comentan que de aplicársele la doctrina Botín -es curioso que el Tribunal Supremo no haya dado lugar a doctrinas apellidadas Pérez o Gómez-, la imagen sería de una fugacidad irritante.

Este asunto está ya tan podrido que su solución -si la tiene y cuando la tenga- no va a conseguir satisfacer a nadie. La sensación que le queda al ciudadano de a pie, ese que sólo lee el titular y que busca más sentir la justicia que admirar la calidad jurídica de los autos judiciales, es que las palabras de aquel lejano mensaje de Navidad del abdicado padre de la imputada se quedaron en eso, un mero intento de regalar el oído al ciudadano.

Y lo más triste de todo es que el daño ya está hecho, es de muy difícil reparación y la percepción de la impunidad nos carcome. El dinero de los contribuyentes acabó en las cuentas de la trama Noós porque unos cuantos cargos electos lo sacaron del erario público. Los mismos que además de traicionar a sus votantes, recuerdan con su cateto servilismo al cortesano que a la pregunta de Luis XIV sobre qué hora era, contestó: la que a vuestra majestad plazca.

No olvidemos que esta señora, cegada de amor por un apuesto balonmanista, engañada y según sus propios abogados, algo tontita; pues de nada se enteraba aunque todo lo firmara, podría llegar a ocupar el trono de España. Y si esta carambola parece difícil, sería bueno recordar que más extraña y rocambolesca fue la que trajo a los Borbones a España.

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