HAY que reconocer que la velocidad de reacción de la nueva izquierda salvadora es infinitamente mayor que la de los partidos de la casta. Ha bastado con que se publique que el joven doctor Errejón ha actuado de modo un tanto distraído en el cobro de su beca de investigación para que con la velocidad del rayo y como un solo hombre, hasta el último militante de Podemos acuse a la prensa de iniciar una cacería contra el ínclito politólogo. Y eso que como él mismo ha manifestado, la culpa fue de un papel. Quizá un folio, quizá una octavilla que es de mayor tradición revolucionaria, pero un simple y triste papel. Seamos comprensivos, ¿hay maldad en cobrar los correspondientes haberes aún si el despiste nos lleva a no cumplir estrictamente con las obligaciones derivadas del contrato firmado?, ¿es más importante un trámite administrativo que la regeneración de España?

Como bien han dicho los dirigentes de Podemos, resulta indignante que apoyándose en la libertad de prensa, los grupos mediáticos de la casta hayan soltado a sus jaurías de perros de presa contra el único partido que lucha por un futuro digno y feliz para los españoles. Un mañana de libertad y democracia al más puro estilo bolivariano, con colas ante los supermercados y un remedo del chavista Aló, Presidente en La 1 conducido por el señor Iglesias.

Confieso que sólo con imaginarme esa escena me abrazo al pasaporte con la misma fuerza que un náufrago a un madero solitario.

Podemos ha perdido la gran oportunidad de su vida. Prescindir del señor Errejón hubiera marcado una diferencia abismal con los partidos que ellos llaman casta. Usar argumentos tan febles y manidos les convierte en aprendices de lo que desprecian porque quien pretenda un puesto político debe asumir el escrutinio de la sociedad. Para simbolizar su moralidad, honradez y decencia, los que aspiraban a alguna magistratura en la Roma republicana se presentaban ante el pueblo vestidos de blanco, luciendo la túnica cándida. Por eso se les llamó candidatos.

La ejemplaridad y la ley sirven para erradicar la corrupción pero no pueden eliminar a los corruptos. Estos, como los estúpidos, son infinitos en número y no hay posibilidad de extirparlos de la faz de la tierra. Si Dios se hizo hombre y entre los doce que escogió hubo un traidor, ¿qué posibilidad tenemos, pobres mortales, de evitar que quien ante nosotros lució cándido escondiera en sí mismo un judas?

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